Tegucigalpa – El 14 de febrero evoca sentimientos encontrados en Honduras. Mientras las calles se llenan de flores y chocolates celebrando el Día del Amor y la Amistad, casi 400 familias hondureñas recuerdan con dolor el trágico incendio que en 2012 devastó la Penitenciaría Nacional de Comayagua, cobrando la vida del 42% de su población reclusa.
Aquella madrugada, un incendio cuyo origen aún permanece sin esclarecerse completamente, se propagó rápidamente por las instalaciones del centro penal, consumiendo prácticamente la mitad de sus instalaciones. La magnitud de la tragedia la convirtió en uno de los desastres penitenciarios más graves en la historia del país.
Trece años después, la tragedia de Comayagua permanece como una herida abierta en la memoria colectiva hondureña. A pesar del paso del tiempo, las circunstancias exactas que desencadenaron el fatal incendio continúan siendo objeto de debate, mientras las familias de las víctimas siguen buscando respuestas y justicia.
El contraste entre la celebración del amor y la amistad y el recuerdo de la tragedia crea una dualidad única en la sociedad hondureña. Mientras los comercios se llenan de detalles románticos y las parejas intercambian regalos, existe un espacio de reflexión y memoria para aquellos que perdieron la vida en uno de los episodios más oscuros de la historia reciente del país.