El cardenal Matteo Zuppi viaja hoy a Kiev enviado por el papa Francisco, que ha elegido para una histórica misión para lograr la paz en Ucrania al hombre que medió en la resolución de los conflictos de Mozambique, Burundi o Guatemala, porque ambos son conscientes de que sólo con el diálogo se pondrá fin al conflicto.
“Toda guerra termina con una negociación“, aseguraba en una reciente entrevista el arzobispo de Bolonia y presidente de los obispos italianos, que es conocido por ser “un cura de calle” volcado con los más pobres y los migrantes, a pesar de haber sido nombrado cardenal.
Estas características, pero sobre todo su trabajo de mediación en los acuerdos de paz en Mozambique en 1992, en Guatemala a mediados de la década de 1990 y por su colaboración con Nelson Mandela para el alto el fuego en Burundi en 2003, han llevado al pontífice a confiarle la misión más delicada de todo el pontificado.
En Kiev, Zuppi escuchará “en profundidad a las autoridades ucranianas sobre posibles vías para alcanzar una paz justa y apoyar gestos de humanidad que contribuyan a aliviar las tensiones“, reveló este lunes el Vaticano.
Según la intención del papa, Zuppi será el único interlocutor con los presidentes ruso, Vladímir Putin, y ucraniano, Volodímir Zelenski, aunque aún no se ha comunicado una fecha para el viaje a Moscú.
“Hay que mantener todos los canales abiertos, para detener la masacre, no hay otro camino“, explicó a Corriere della Sera antes de saber que el papa le elegiría a él en su delicada y casi imposible misión de paz, sobre todo cuando parece que ni Ucrania ni Rusia pretenden dialogar.
Nacido en Roma el 11 de octubre de 1955, Zuppi fue ordenado sacerdote para la diócesis de Palestrina en 1981 y de 2000 a 2012 fue el asistente eclesiástico general de la Comunidad de fieles laicos de San Egidio tras conocer a su fundador, Andrea Riccardi.
En 2012 fue designado obispo auxiliar de Roma por Benedicto XVI, mientras que Francisco lo nombró arzobispo de Bolonia en 2015 y, cuatro años más tarde, cardenal.
En la Comunidad de San Egidio, conocida como la ONU de Trastevere, el barrio romano donde tienen su sede, rige un absoluto silencio porque serán seguramente ellos, con un amplio historial en labores de mediación, quienes ayuden a Zuppi en su misión.
La propia Comunidad está implicada en un intensa tarea humanitaria en Ucrania, con más de mil toneladas de ayuda, cuatro centros de distribución y una densa red de relaciones también con el Patriarcado de Moscú.
El momento es delicado y la Conferencia Episcopal Italia ha señalado que “el cardenal no emitirá declaraciones hasta que lo considere oportuno, de acuerdo con el papa y la Santa Sede“, cuando se recuerda que en 2003 Karol Wojtyla envió a dos cardenales a Bagdad y Washington en un vano intento de frenar la segunda Guerra del Golfo.
Zuppi sabe que las negociaciones son largas y se necesita paciencia, como en Guatemala, donde el acuerdo de paz llegó en 1996 al amparo de la ONU, pero el papel de la Comunidad de San Egidio fue decisivo, como indicó el propio arzobispo.
“Las conversaciones habían durado varios años pero no se había establecido confianza, entendimiento entre una parte y la otra. Esto fue posible, precisamente, por estas reuniones secretas que organizaba la Comunidad sin sustituir el ejercicio de Naciones Unidas. Optamos por hacer esto y luego seguir acompañando el proceso que entonces presidía la ONU y que condujo a la firma del acuerdo de paz en Guatemala“, explicó entonces.
Zuppi también participó junto al metodista irlandés Harold Good, que fue testigo del desarme del IRA, en el acto que se celebró en el Ayuntamiento de Bayona el 8 de abril de 2017 donde se entregaron los documentos con las localizaciones de los depósitos de armas de ETA a los integrantes de la Comisión Internacional de Verificación (CIV).
El arzobispo de Bolonia había intentado con San Egidio una mediación entre ETA y el Gobierno español, que sin embargo fracasó porque el grupo terrorista nunca llegó a fiarse.
La presencia de Zuppi “pretendía ser la de un testigo moral, conocido por haber participado en varios procesos de reconciliación internacional, y está conectada con el trabajo por la paz de la Comunidad de San Egidio, que contribuyó a superar esta dolorosa página de la historia española“, explicó el movimiento católico ante el malestar de una parte de la Iglesia vasca.
En 1990, Riccardi, el fundador de la Comunidad de San Egidio, y Zuppi desempeñaron el papel de mediadores en las negociaciones entre el Gobierno de Mozambique, entonces controlado por los socialistas del Frente de Liberación, y el partido Resistencia Nacional, enfrentados desde 1975 en una cruenta guerra civil.
La mediación condujo el 4 de octubre de 1992, festividad de San Francisco de Asís y tras veintisiete meses de negociaciones, a la firma de los acuerdos de paz de Roma que pusieron fin a las hostilidades.