El asesor económico de Putin y su presentador estrella han cargado estas semanas contra el organismo que evitó el colapso de la economía rusa al principio de la guerra.
Por El País
Salvó al Kremlin del colapso económico al principio de la invasión, pero un año después ha sido acusado por el propio Gobierno de convertir a su moneda en el hazmerreír del mundo.
El Banco Central de Rusia subió este martes los tipos del 8,5% al 12% en una reunión extraordinaria convocada después de que su moneda se devaluase hasta los psicológicos 100 rublos por dólar, un baremo más político que técnico, y lógico dentro de lo previsto por la institución semanas antes. Aunque la debilidad de la divisa rusa se ha atenuado levemente desde entonces, la actuación del organismo que dirige Elvira Nabiúllina ha despertado dudas sobre su independencia para los retos que vienen. De fondo, unas elecciones presidenciales para las que queda poco más de medio año y una economía de guerra donde el agujero crece a medida que se estanca la invasión de Ucrania.
El lunes 14 de agosto, a mediodía, el banco central era firme en un comunicado enviado a la agencia rusa Tass: “no existe una amenaza para la estabilidad financiera”. Y a media tarde anunciaba una reunión sorpresa en la que su subida de tipos batió todos los pronósticos. Tras su intervención, la moneda rusa se reforzó levemente y cerró este viernes en 93,7 rublos por dólar, un nivel próximo al de principios de agosto. La misma semana en la que dimitieron por sorpresa dos miembros importantes del banco central y el Gobierno anunciaba que incumpliría en adelante su propia regla fiscal: comprar divisas extranjeras con los ingresos extra provenientes de la exportación de hidrocarburos.
Precisamente las presiones del Kremlin sobre Nabiúllina y su equipo se habían intensificado en las últimas dos semanas. “¡Se ríen de nosotros fuera, de que nuestro rublo es una de tres divisas más débiles!”, gritaba el 10 de agosto Vladímir Soloviov, uno de los presentadores estrella de la propaganda de Putin. “”¡Gracias a los genios del Banco Central, que desprecia tanto a la gente que no dice ni una sola palabra de lo que está haciendo!”, añadía.
El lunes, cuando la moneda rusa cruzó la marca simbólica de los 100 rublos por dólar, fue el propio Kremlin el que cargó abiertamente contra el organismo monetario. Su principal asesor económico, Maxim Oreshkin, publicó el lunes una columna poco habitual en la agencia estatal TASS en la que acusaba al banco central de la depreciación por supuestamente fomentar la concesión de préstamos. “La principal fuente de depreciación del rublo y la aceleración de la inflación ha sido una política monetaria laxa. El Banco Central cuenta con todas las herramientas necesarias para normalizar la situación”, afirmaba.
Sin embargo, el organismo monetario apuntaba hasta el lunes a una causa totalmente diferente de la devaluación del rublo: “Una reducción significativa de las exportaciones y una expansión de las importaciones asociada con un crecimiento activo en la demanda interna, incluso en el contexto de altas tasas en los préstamos, mientras se mantiene una elevada demanda del Gobierno”.
Oreshkin reiteró también en su columna otra crítica que ya había vertido contra Nabiúllina durante un acto del Foro Económico de San Petersburgo en junio. Según el asesor del Kremlin, la principal amenaza ahora es una burbuja de los préstamos al consumo, con tasas del 30% anuales frente al 5% que teóricamente suben los salarios. Nabiúllina le contestó entonces que los bancos rusos tienen un colchón suficiente, la deuda de los hogares apenas representa un 14% del PIB y que los ciudadanos no tienen otra alternativa para mantener su nivel de vida.
El centro de análisis macroeconómico de Alfa Bank, una de las entidades financieras más importantes de Rusia, ha sido muy duro con el consejo del banco central al dejar caer que este ha cedido con su subida de tipos a las necesidades políticas del Kremlin.
“Como Rusia prepara el presupuesto de 2024, tememos que la inesperada decisión del banco central pueda estar relacionada con esto”, advierte Alfa Bank. “Es muy posible que la Federación de Rusia se enfrente a un aumento significativo en el gasto social en vísperas de marzo de 2024 —fecha de las próximas elecciones presidenciales— y, en este caso, las tasas de inflación en 2023 serán muy importantes como base para indexar el gasto en los presupuestos”, apunta el banco.
Alfa Bank insinúa que la celebración de aquel encuentro de emergencia no partió del propio organismo monetario. “Estamos decepcionados porque el comunicado no ha explicado la necesidad de celebrar una reunión extraordinaria. Todos los factores que menciona ya eran conocidos el 21 de julio, fecha de la última reunión sobre la tasa”, criticaba el banco.
El centro de análisis destaca que el consejo de Nabiúllina “estableció en julio una tasa del 10% como el rango máximo para 2023″ y la repentina subida al 12% “es significativamente más alta que el pronóstico publicado hace solo tres semanas”. Según Alfa Bank, no hubo motivos para este giro de guion porque la inflación apenas subió una centésima porcentual al inicio de agosto y la depreciación del rublo estaba prevista por dos grandes motivos: “la baja liquidez del verano” y un nuevo recorte de la exportación rusa de petróleo pactado con la OPEP+, medida que es “temporal y manejable”.
“La única explicación adecuada en nuestra opinión, puede estar en algunos detalles del proyecto de presupuesto para el próximo año que aún no están disponibles para el mercado, pero que el Banco Central de Rusia conoce”, recalca Alfa Bank, muy crítico “con la imprevisibilidad” del organismo monetario y su colusión con el Kremlin.
El consenso de los expertos rusos apoya la explicación de la devaluación del banco central frente a la del Kremlin. Es decir, una combinación de más importaciones con un desplome de las exportaciones y la fuga de capitales por la guerra, y no debido a una política monetaria expansiva. La economista jefa de Alfa Bank, Natarlia Orlova, subrayó la semana pasada que la balanza comercial fue negativa en junio por primera vez desde 2020 y que los socios de Rusia prefieren pagar masivamente con sus reservas de rublos y no en otras divisas.
Alexánder Potavin, analista de Finam, destaca por su parte que las importaciones de contrabando no se pueden pagar en yuanes y rublos, lo que empuja la demanda de dólares y euros. La firma de inversión Loko-Invest, por su parte, también recalcó el lunes que la devaluación de la divisa rusa no se resolverá por una subida de tipos, sino con un cambio en el panorama geopolítico.
Además, la devaluación lleva a muchas empresas a recurrir a los créditos de los bancos para suplir con rublos los gastos corrientes, en vez de emplear sus reservas de divisas.
El banco central ruso tiene cada vez menos margen de maniobra. La mitad de sus reservas para moderar el mercado, más de 300.000 millones de euros, han sido congeladas por Occidente, y el Gobierno ruso ha inundado la economía con rublos a la vez que ha calentado las importaciones por su industria bélica.
La invasión de Ucrania ha disparado el gasto militar ruso a niveles desorbitados hasta copar más de un tercio de los presupuestos, según documentos a los que ha tenido acceso Reuters. La agencia de noticias revela que Moscú ha duplicado su previsión para este año en el gasto en fuerzas armadas por encima de los 90.000 millones de euros, pues los 4,98 billones de rublos (48.603 millones de euros) estimados originalmente se superaron ampliamente en el primer semestre.
A la voracidad de la maquinaria bélica y los generosos pagos para convencer a los soldados se suma una economía cada vez más subvencionada por la crisis. La última propuesta en este sentido llegó la pasada semana del Comité de Educación de la Duma Estatal. La cámara baja del parlamento ruso baraja “una amnistía única de deudas” —entre 5.000 y 10.000 euros— a las familias con niños en ciertas circunstancias.
El Gobierno promete mantener el déficit en su previsión de 2023. En cualquier caso, la situación real de la economía rusa solo la conocen dentro de los muros del Kremlin. Gran parte de los presupuestos del Gobierno son confidenciales y el parlamento ha tramitado una ley para declarar “agentes extranjeros” —con enomes limitaciones— u “organizaciones indeseables” —bajo pena de cárcel por extremismo— a las empresas de consultoría y analistas financieros foráneos que revisen las cuentas rusas.
Días después de la reunión extraordinaria del consejo rector del banco central, el presidente Vladímir Putin convocó a Nabiúllina a otro encuentro junto con Oreshkin y los ministros de Finanzas, Antón Siluanov, y de Desarrollo Económico, Maxim Reshétnikov.
Según varias fuentes del diario Vedomosti, se decidió no imponer más restricciones de las que hay actualmente al movimiento de capitales ni forzar a las compañías exportadoras a vender los euros y dólares que ingresan, como se hizo al inicio de la guerra, aunque el Kremlin amenazó con que esa medida será inevitable si no mejora la situación. Según el periódico ruso, Putin puso el punto de mira especialmente en las multinacionales de fertilizantes rusas.
Por otra parte, la debilidad del rublo ha hecho que Putin renuncie discretamente a una de sus medidas estrella contra Occidente. El mandatario ha vuelto a permitir a la petrolera Rosneft que venda sus productos en divisas extranjeras directamente y no bajo el complicado esquema que ideó para que los “países hostiles” fueran obligados a pagar en rublos, como también sucedió con el gas.