Por: Jordi Pascual Martí. Consultor en comunicación corporativa
Tras la enésima oleada de violencia entre el estado de Israel y los terroristas de Hamás (grupo financiado por Irán, un estado que viola sistemática los derechos de más del 50% de su población, como son las mujeres), presuntos progresistas de todo el mundo han mirado hacia otra parte por los crímenes cometidos por los terroristas y han focalizado sus protestas en los actos de legítima defensa llevados a cabo por las fuerzas armadas israelíes.
Seguramente, la población palestina indefensa es la víctima inocente del conflicto y en solidaridad con ella, se manifiestan esos presuntos progresistas en las ágoras de las principales ciudades del mundo. No voy a rebatir sobre las pésimas condiciones de vida en que viven los palestinos en Gaza y Cisjordania. Pero si viniera un extraterrestre de otro planeta y leyera determinados periódicos o viera determinados noticiarios, pensaría que los palestinos (de religión musulmana) son los seres humanos más discriminados del mundo. ¿Y es cierta esta afirmación, viendo las proclamas de determinados voceros? No, en absoluto.
Actualmente, el colectivo humano más perseguido del orbe es el de los cristianos, pero esos mismos voceros pasan de puntillas. Según un reciente informe de ‘Puertas Abiertas’, más de 360 millones de personas que proclaman la fe en Jesucristo son víctimas de restricciones, presión, discriminación, oposición, desinformación, injusticia, intimidación, maltrato, marginación, opresión, intolerancia, infracción, violación, ostracismo, hostilidades, acoso, abuso, violencia, limpieza étnica y genocidio. Esto significa, ni más ni menos, que jamás en la historia los cristianos habían sufrido un nivel tan elevado de persecución: más de 360 millones, con más de 5.600 asesinados en 2022. Es decir, uno de cada 7 cristianos en el mundo sufre algún tipo de persecución en casi 80 estados de todo el planeta. Y lo peor de todo, sufren esta persecución en silencio, en soledad, sin la denuncia, ni el apoyo, ni la solidaridad de las instituciones internacionales supuestamente humanitarias.
En países comunistas como Corea del Norte (lidera el dudoso ranquing de persecuciones a cristianos), Cuba o Nicaragua; o en estados islámicos como Nigeria (donde se producen más del 70% de los asesinatos), Somalia, Irán, Pakistán, los cristianos son las víctimas propiciatorias, los chivos expiatorios a desviar la atención de los desmanes gubernamentales. Porque todos esos ataques a la libertad religiosa no los llevan a cabo grupos terroristas fanatizados, sino que los alientan y perpetran los mismos estados a través de los cuerpos policiales y militares… Y la comunidad internacional plegada de brazos, sin decir esta boca es mía por temor a violentar a esos criminales organizados. En Corea del Norte, por poner el ejemplo más flagrante, en 2022 de dictó (porque las dictaduras, dictan) la llamada Ley contra el Pensamiento Reaccionario, que ha significado el incremento de las detenciones y encarcelamiento de cristianos y la clausura de las pocas iglesias locales que aún permanecían abiertas al culto.
Hoy más que nunca, es imperativo que las personas que denuncian cualquier tipo de discriminación, que luchan por las libertades, por la dignidad y por los Derechos Humanos en todos los rincones de nuestro pequeño planeta, incluyan en su lista a esos 360 millones de seguidores de Cristo. Que los gobiernos eleven sus protestas ante Naciones Unidas y otras instituciones supranacionales, que los medios de comunicación se sumen a una campaña para liberar a los cristianos de todos estos sufrimientos.
‘Puertas Abiertas’ es una ONG fundada en 1955 por un joven holandés, Andrew van der Bijl (conocido como ‘Hermano Andrés’) que tras ver en persona la persecución de cristianos en los países de la Europa comunista, se dedicó a introducir clandestinamente ejemplares de las Sagradas Escrituras en la extinta URSS y en el elenco de países que eran sus secuaces en la licha ideológica contra el mundo libre. En la actualidad, ‘Puertas Abiertas’ sigue difundiendo ejemplares de la Biblia en aquellos países que dificultan su impresión y venta, forma a líderes de comunidades cristianas minorizadas, elabora regularmente informes sobre la persecución de los cristianos en todo el mundo a partir de datos empíricos obtenidos sobre el terreno, a la vez proporciona asistencia y ayuda humanitaria a las víctimas de las persecuciones.
No hace falta ser necesariamente cristiano para denunciar la precaria situación que sufren esos 360 millones de personas en todo el mundo. Más allá de las creencias personales y de la fe de cada uno, se trata de una cuestión humanitaria, de libertad individual y de Derechos Humanos.