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La fórmula chilena para mitigar el efecto del cambio climático en la agricultura

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Un centro de investigación en Santiago preserva plantas endémicas de las que extraen moléculas para producir fertilizantes y pesticidas no contaminantes.

Por El País

El calentamiento global amenaza con modificar completamente la agricultura en unas décadas. En Chile, algunas plantaciones ya comienzan a resentir los efectos del aumento de las temperaturas, pero en los laboratorios del Centro para el Desarrollo de Nanociencia y Nanotecnología (Cedenna), en Santiago, hay un equipo de científicos que está empleando un método para preservar más de 30 especies nativas del país, como maqui y boldo, y de la antártica.

De estas plantas extraen moléculas vegetales para crear nanopartículas verdes con diferentes propiedades, principalmente el control de plagas en los cultivos. “Es como si crecieran en una eterna primavera. No dependemos del ambiente, aunque sí inicialmente de una planta porque tomamos muestras, como una rama, y son multiplicadas mediante un sistema in vitro, además de ser sometidas a otros procesos”, dice el líder del proyecto Gustavo Zúñiga, académico de la Universidad de Santiago (Usach) e investigador del Cedenna, el centro de nanopartículas más relevante de Chile y el único con un abordaje multidisciplinario en América Latina.

Cultivadas en frascos de conservas y bajo un ambiente rígidamente controlado, la composición química de las plantaciones parece sortear cualquier perturbación climatológica. Zúñiga, junto la investigadora Andrea Arenas, muestra algunos tubos de ensayo, que contienen un líquido intensamente morado para explicar que se trata de extractos esenciales para la síntesis de nanopartículas vegetales, indetectables a simple vista por su ínfimo tamaño y capaces de atravesar cualquier tipo de barrera molecular.

A diferencia de otros métodos de producción de nanopartículas, el desarrollado en el Cedenna se genera mediante el uso de reactivos sin ningún impacto sobre el ambiente debido a que están producidas con extractos vegetales. Lo novedoso y el mayor potencial del proyecto es que son inocuas, al contrario de los plaguicidas comunes.

Todavía no son bautizadas con un nombre, puesto que se encuentran en trámites de obtener una patente para su comercialización. Pero desde el centro de investigación prometen que su uso como “nanopesticidas” sería revolucionario debido a que una de sus tantas ventajas es la eficiencia económica, dado que las nanopartículas son más activas y requieren de una menor cantidad por hectárea.

De acuerdo con los investigadores, ya existe interés dentro de la industria local por esta innovación, porque no sólo sería un avance científico, sino una solución sostenible para la agricultura y la salud.

Usados en exceso, los fertilizantes, pesticidas y otros químicos son una fuente de contaminación del medio ambiente. Si solo se hace un zoom sobre los plaguicidas y sus efectos, más de 1.000 variedades son empleadas en el mundo para evitar que los alimentos sean destruidos o dañados por plagas. No obstante, cada una de estas sustancias contienen diferentes propiedades y efectos toxicológicos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Zúñiga, quien durante años se ha sumergido en el estudio de la química y biología vegetal, está convencido de que el futuro debe ser lo más verde posible si se desea mitigar la crisis climática.

Lo dice porque, desde hace casi tres décadas ,ha visto los efectos del aumento de las temperaturas en la Antártica, a donde ha ido cada año para evaluar especies vegetales y su adaptación. Tras constatar el deshielo y así dejarlo sentado en sus últimos registros, el investigador ha intensificado la búsqueda de una solución dentro de la misma naturaleza.

La tecnología desarrollada en el Cedenna promete una reducción considerable de los costos y del impacto ambiental asociado a los fungicidas convencionales que comúnmente son empleados para eliminar o impedir el crecimiento de hongos y mohos perjudiciales para las plantas. Además, al disolverse en mayores volúmenes de agua, también disminuye la cantidad necesaria para tratar las mismas áreas de cultivos.

Zúñiga señala que el desarrollo de las nanopartículas verdes tiene múltiples potencialidades. Además de ser útiles para la agricultura, confieren propiedades adicionales que, incluso, podrían mejorar el combate contra bacterias multirresistentes en entornos hospitalarios. “Se podrían usar como limpieza de materiales quirúrgico, de mesones o de instalaciones hospitalarias para reducir o controlar bacterias, dado que se utilizan pocas cantidades y los resultados que tenemos muestran que son bastante eficientes en controlar, por ejemplo, Escherichia Coli, Pseudomonas y Estafilococos, entre otros”, detalla.

Tampoco descartan que se puedan utilizar en las industrias cosméticas y farmacéuticas, particularmente en la fabricación de productos dermatológicos; porque sus promotores dicen que las nanopartículas verdes han nacido para quedarse como una solución. “Buscamos en las plantas que cultivamos in vitro algunas moléculas con propiedades biológicas interesantes, y lo hacemos incansablemente”, concluye el investigador.

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