Cuando Luis Har fue secuestrado por milicianos liderados por Hamás la cálida mañana del 7 de octubre de 2023, fue trasladado a Gaza vistiendo solo pantalones cortos y una camiseta. A medida que su cautiverio se prolongaba por semanas y meses, llegó el frío y húmedo invierno, trayendo consigo un temor que nunca había experimentado.
Por AP
“Sentí un frío penetrante en los huesos”, dijo Har, de 71 años, rescatado a mediados de febrero en un operativo militar israelí. Sin calefacción en el apartamento donde estaba retenido, el frío del suelo penetraba su delgado colchón por las noches. Los combates en el exterior rompieron las ventanas del apartamento, dejando entrar la lluvia y el viento.
Mientras Har pasa este invierno abrigado y libre, docenas de rehenes siguen en cautiverio. Sus familias y simpatizantes están desesperados por un acuerdo de alto al fuego que ponga fin a su pesadilla de 15 meses.
“El invierno lo hace mucho más difícil, mucho más complicado”, dijo Har. “Deben regresar lo más rápido posible”.
Los rehenes suelen experimentar las mismas penurias que cientos de miles de palestinos en Gaza, ya sea escasez de alimentos, los peligros de los bombardeos israelíes o el invierno. La guerra en Gaza, desencadenada por el ataque de Hamás, ha desplazado a la mayoría de la población del enclave, de 2,3 millones de personas, muchas de los cuales pasan un segundo invierno en tiendas de campaña que apenas resisten el viento, la lluvia y temperaturas que pueden ser de menos de 10 grados Celsius (50 grados Fahrenheit) por la noche.
Israel y Hamás consideran la posibilidad de un acuerdo que liberaría a algunos rehenes a cambio de varios palestinos encarcelados por Israel y un alto al fuego en Gaza. Pero a pesar de los informes de avances, las familias de los rehenes han quedado destrozadas por prometedoras rondas de conversaciones anteriores que, de repente, fracasan. Temen que pueda suceder lo mismo ahora.
“Es un puñal en nuestros corazones”, dijo Ofri Bibas Levy, refiriéndose a la montaña rusa de esperanza y desesperación que las familias han vivido a lo largo de la guerra. El hermano de Bibas Levy, Yarden Bibas, junto con su esposa Shiri y sus hijos Ariel, de cinco años, y Kfir, de uno, están retenidos en Gaza. “O sucede ahora o no sucede en absoluto”, dijo a la Radio del Ejército Israelí.
En su ataque en el sur de Israel, Hamás mató a 1.200 personas y secuestró a unas 250, más de 100 de las cuales fueron liberadas en un breve alto al fuego en las primeras semanas de la guerra. Desde entonces, Israel ha matado a más de 45.000 personas en Gaza, más de la mitad de ellas mujeres y niños, según el Ministerio de Salud de Gaza, que no distingue entre combatientes y no combatientes en su conteo.
De los cerca de 100 rehenes que quedan en Gaza, se dice que un tercio ha muerto, algunos asesinados durante el ataque inicial de Hamás, mientras que otros fueron asesinados o murieron en cautiverio. Israel ha rescatado a ocho rehenes y ha recuperado los cuerpos de docenas más.
Los rehenes tienen edades comprendidas entre 1 y 86 años, y se cree que están dispersos por toda la Franja de Gaza. Han sido retenidos en apartamentos o en la red de túneles de Hamás, que son estrechos, húmedos y sofocantes, según el testimonio de rehenes liberados.
Muchas familias no tienen idea de las condiciones que enfrentan sus seres queridos, una incertidumbre que aumenta su preocupación.
“Ves un día lluvioso, o un día frío o lo que sea que esté sucediendo afuera, una tormenta, y te mata”, dijo Michael Levy, cuyo hermano, Or, de 34 años, fue capturado en un festival de música al aire libre después de que su esposa fuera asesinada por milicianos, dejando sin sus padres a su hijo, Almog, ahora de tres años.
Yehonatan Sabban, portavoz del Foro de Familias de Rehenes, dijo que éstos están desnutridos, con reservas bajas de grasa y sistemas inmunológicos debilitados, lo que los hace más vulnerables a complicaciones por enfermedades en invierno.
“Todos están en una situación que pone en riesgo su vida y que exige su liberación inmediata”, dijo Sabban.
Har dijo que las condiciones de su cautiverio empeoraron en el invierno. Durante semanas, estuvo retenido con cuatro miembros de su familia que también habían sido secuestrados, junto con un perro shih tzu introducido de contrabando por uno de ellos. Tres de ellos y la mascota fueron liberados en el primer y único acuerdo de alto al fuego a fines de noviembre. Eso dejó a Har y a su familiar, Fernando Marman, solos con sus captores en un apartamento en el segundo piso en la ciudad de Rafah, en el sur de Gaza.
Har suplicó a sus captores, que llevaban abrigos pesados, que les trajeran ropa más abrigadora. Lo hicieron, aunque estaba llena de agujeros. Cada 10 días o así, se lavaban con agua de un balde. Una ventana rota fue sellada con una lona.
En las primeras semanas de cautiverio, había comida. Les entregaban los ingredientes y Har asumía el papel de chef. Cuando había tomates, hacía sopa de tomate con algo de arroz. Con guisantes enlatados, hacía sopa de guisantes. Pero a medida que la guerra se prolongaba y la temperatura bajaba, la comida escaseaba. Se alegraron cuando un captor llevó un huevo para compartir. Durante semanas, él y Marman dividieron un solo pan de pita al día.
Cuando fue rescatado en una operación nocturna a mediados de febrero, salió descalzo del apartamento y corrió hacia un invernadero cercano. Los soldados le dieron un par de zapatos y un abrigo y lo llevaron a casa. En la incursión murieron unos 70 palestinos, según las autoridades locales.
Las familias de los rehenes restantes han puesto sus esperanzas en la última ronda de conversaciones de alto al fuego.
“Lo único que me queda es rezar para que de alguna manera esté bien”, dijo Levy sobre el destino de su hermano, “y saber que el espíritu humano es más fuerte que cualquier cosa”.