Tegucigalpa – Honduras enfrenta un momento crítico en sus relaciones con Estados Unidos ante el inminente vencimiento del Tratado de Extradición, una situación que ha generado preocupación entre analistas y observadores internacionales.
La decisión del gobierno hondureño de no renovar este acuerdo histórico ha desencadenado una serie de tensiones diplomáticas y debates sobre sus implicaciones para la seguridad regional.
Las fricciones diplomáticas se han intensificado con recientes declaraciones del vicecanciller Antonio García, quien afirmó que Estados Unidos debe solicitar autorización para realizar deportaciones masivas.
Esta postura, junto con cuestionamientos sobre la base militar de Palmerola en Comayagua, ha elevado la tensión entre ambos países.
El analista Kenneth Madrid ha señalado las consecuencias que ya se están materializando, incluyendo la exclusión de Honduras de una posible ampliación del TPS (Estatus de Protección Temporal).
Advierte que las repercusiones podrían extenderse a la suspensión de ayudas estadounidenses e incluso afectar el flujo de remesas, un pilar fundamental de la economía hondureña.
Paralelamente, la implementación de la nueva Comisión Internacional contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras (CICIH) enfrenta sus propios obstáculos.
Alex Navas, ex miembro de la MACCIH, señala que su establecimiento depende principalmente de la voluntad política del Congreso Nacional, donde algunos legisladores que anteriormente obstaculizaron iniciativas anticorrupción mantienen posiciones de influencia.
La situación actual genera incertidumbre sobre el futuro de la cooperación bilateral en materia de seguridad y la lucha contra el narcotráfico, mientras el plazo para renovar el tratado se acerca a su fin sin señales claras de negociación entre ambas naciones.