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Presidente Trump extiende a todo el mundo aranceles al aluminio y el acero

La medida no fue una sorpresa para nadie, porque Trump había avanzado el domingo por la tarde su intención de cambiar las reglas del comercio de ambos productos

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Con el anuncio de que impondrá aranceles del 25% a las importaciones de aluminio y el acero de todo el mundo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, escaló este lunes un peldaño en las hostilidades de la guerra comercial, ya global, que ha declarado en su regreso a la Casa Blanca. Trump adoptó esa medida ―que se suma a los gravámenes contra China de la semana pasada y supone una considerable ampliación del campo de batalla de su proteccionismo― mediante un decreto, que firmó en el Despacho Oval.

Por El País

Los nuevos aranceles afectan sobre todo a países aliados de la primera potencia, y en el caso de sus socios norteamericanos, Canadá y México, suponen una ruptura de facto del tratado de libre comercio que les une (T-MEC)

Los cinco principales proveedores de acero a EE UU fueron en enero Canadá (11.200 millones de dólares), seguido de Brasil, México, Corea del Sur y Alemania. Así que el vecino del norte ―que también encabeza, con 9.500 millones, la lista de exportadores de aluminio, con, por ese orden, Emiratos Árabes Unidos, Rusia y China a una considerable distancia― es el principal damnificado por esta medida, que llega solo una semana después de que Trump amenazara con aranceles del 25% a sus importaciones. Finalmente, los acabó aplazando por un mes después de que se desplomaran los mercados y de las amenazas recíprocas de Ottawa.

Los gravámenes no solo perjudicarán a esos países; también prometen aumentar los costos para las empresas y los consumidores estadounidenses, un grupo de afectados que incluye desde la industria automovilística a los aficionados a los refrescos y la cerveza en lata. La nueva Administración considera que los beneficios de los gravámenes anunciados serán mayores para la industria nacional de acero y aluminio que sus perjuicios para el resto.

La medida no fue una sorpresa para nadie, porque Trump había avanzado el domingo por la tarde su intención de cambiar las reglas del comercio de ambos productos, como ya hizo durante su primera presidencia, cuando decretó en 2018 impuestos del 25% al acero y del 10% al aluminio. También, porque durante la campaña que lo devolvió a la Casa Blanca, el candidato repitió en sus mítines que “aranceles” era su “palabra favorita” del diccionario.

El avance lo escenificó a bordo del Air Force One, ante un puñado de periodistas que lo acompañaban a Nueva Orleans a la final de la liga de fútbol americano (NFL). Mientras un ayudante sostenía un mapa algo tosco con el nuevo nombre del golfo de América, que Trump ha decretado que pase a llamarse de América, en lugar de México, el presidente también prometió que anunciará aranceles recíprocos “el martes o miércoles” sobre otros productos, con los que ya había amenazado la semana pasada y que entrarán en vigor casi de inmediato. “Es muy simple: si nos cobran, nosotros les cobramos”, dijo.

La secuencia de acontecimientos ―el bombazo previo y el lunes en vilo― hizo que la semana en la Casa Blanca, la cuarta de la segunda vuelta de Trump, empezara como la anterior, con la escalada de una guerra comercial de consecuencias impredecibles para la economía global. El lunes pasado, jornada de la que, vista la hiperactividad presidencial, cuesta creer que hayan pasado solo siete días, Canadá y México lograron un aplazamiento de un mes en la aplicación de aranceles del 25% con las que Trump les había amenazado el sábado anterior.

Un mes para negociar

Una llamada con la presidenta Claudia Sheinbaum bastó para que México parara el embate arancelario. A cambio, Sheinbaum prometió reforzar la presencia militar en la frontera y otra serie de medidas en gran parte ya en marcha. Canadá, cuyo primer ministro, Justin Trudeau, y otras autoridades provinciales, habían respondido con una lista detallada de aranceles a productos estadounidenses, especialmente escogidos para hacer daño a los Estados republicanos del vecino del sur, obtuvo un respiro similar, con parecidas promesas destinadas a controlar el tráfico de personas y de fentanilo en la linde entre ambos países.

Ese mes, confía Trump, le servirá para arrancar concesiones que permitan equilibrar la balanza comercial con sus dos socios del T-MEC, renegociado por él mismo. México es, tras desplazar a China en 2023, el principal proveedor de Estados Unidos. Las importaciones procedentes del vecino del sur marcaron el año pasado un máximo histórico de 505.851 millones de dólares. Aunque las exportaciones estadounidenses también aumentaron, el déficit comercial entre ambos países también marcó un nuevo récord, de 171.189 millones de dólares. El de Canadá ascendió a 63.336 millones, un 1,5% menos que el año anterior, según los datos de la Oficina de Análisis Económico, dependiente del Departamento de Comercio.

La última vez que Trump impuso aranceles al acero y al aluminio, lo hizo con la mayoría de los países en el punto de mira y en virtud de una ley permite al presidente elevar los gravámenes sobre las importaciones que supongan una amenaza para la seguridad nacional sin la aprobación del Congreso. Entonces, China y la Unión Europea respondieron con aranceles de represalia contra las exportaciones estadounidenses, especialmente enfocadas a los productos agrícolas. Después llegaron las exenciones a países y bloques aliados, entre ellos Canadá, México y Brasil, que ahora, al menos de momento, no se contemplan. Durante su mandato, el demócrata Joe Biden (2021-2015) amplió estas cuotas a la Unión Europea y al Reino Unido.

La ausencia de salvedades aumenta esta vez considerablemente el club de los damnificados por el proteccionismo de la nueva Administración estadounidense, decidida redoblar la apuesta por el proteccionismo de su primer mandato. En ese club llevaba desde la semana pasada China, a cuyos productos Trump anunció que les impondría aranceles del 10%, con el argumento, usado también con Canadá y México de que Pekín no hace lo suficiente para detener el tráfico ilegal de fentanilo, potente opiáceo al que se responsabiliza de alrededor de las tres cuartas partes de las cerca de 100.000 muertes por sobredosis que se registran cada año en el país. Tras esa estrategia, culpar a otros de la crisis de drogas más grave de la historia de Estados Unidos, es esconde la insistencia en ignorar quién y dónde se genera la demanda de fentanilo.

China ―que respondió al embate de la semana pasada con aranceles recíprocos por valor de unos 14.000 millones de dólares que entraron en vigor este lunes― domina el comercio global de aluminio y acero, pero no exporta grandes cantidades, ni de uno ni de otro, a Estados Unidos. El pasado mes de septiembre, Biden subió el gravamen a ambos productos hasta el 25%. La mayor parte del aluminio y acero chinos se queda dentro de sus fronteras, destinado a abastecer el bum inmobiliario y a la industria automovilística. Una llamada entre Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, anunciada la semana pasada, aún está pendiente, mientras este lunes ya entraron en vigor los aranceles de represalia de Pekín.

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