Washington. – El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha planteado este jueves a través de su cuenta de Twitter la posibilidad de aplazar las elecciones presidenciales del 3 de noviembre “hasta que las personas puedan votar de forma adecuada y segura”, alegando sospechas infundadas de que el aumento del voto por correo debido a la pandemia provocará fraude electoral. Se trata de la primera vez que el presidente plantea esta posibilidad, algo que los demócratas temían desde que empezó la crisis del coronavirus.
La fecha de las elecciones presidenciales (el martes después del primer lunes de noviembre cada cuarto año) está fijada por la legislación federal desde 1845, y el presidente carece de competencia para cambiarla unilateralmente. Una reforma de la ley, con la Cámara baja del Congreso en manos de los demócratas, sería poco menos que imposible, y además podría ser impugnada ante la justicia.
El margen de desplazamiento, en cualquier caso, tampoco sería muy amplio, ya que la Constitución establece que el nuevo Congreso (también hay elecciones legislativas en la misma fecha) debe constituirse el 3 de enero y el mandato del presidente debe empezar el 20 de ese mismo mes.
Pero el solo hecho de plantear un aplazamiento constituye una acción insólita para un presidente, en un país que presume de modélico en el traspaso pacífico del poder, y abre la posibilidad de que el propio Trump o sus seguidores más fieles cuestionen la legitimidad de unas elecciones para las que, desde hace unas semanas, los sondeos dan una clara ventaja a su rival demócrata, Joe Biden.
“Con el sistema universal de voto por correo (no el voto para los ausentes, que va bien), las de 2020 serán las elecciones más fraudulentas e imprecisas de la historia. Sería una gran vergüenza para Estados Unidos. ¿Aplazamos las elecciones hasta que las personas puedan votar de forma adecuada y segura?”, ha tuiteado el presidente estadounidense.
Su caótica gestión de la crisis del coronavirus, el deterioro de la economía y su impermeabilidad al clamor por la justicia racial que recorre el país desde la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía a finales de mayo, han erosionado sustancialmente la popularidad del presidente. Desde hace semanas, Biden viene aumentando su ventaja respecto a Trump en los sondeos. La media que elabora el portal Real Clear Politics señala 8.4 puntos porcentuales de ventaja media a escala nacional para el exvicepresidente de Barack Obama. Biden se impone en los sondeos no solo a nivel nacional, sino en algunos de los Estados llamados a ser decisivos en las presidenciales.
Trump, sin embargo, ha asegurado que el voto no presencial constituye “el mayor riesgo” para su reelección. En sus tuits de este jueves, sostiene que el voto por correo “se está demostrando un desastre catastrófico” y acusa a los demócratas de agitar el espectro de injerencias extranjeras en los procesos electorales en Estados Unidos, pero no querer afrontar esta cuestión.
No existen datos que sustenten las sospechas lanzadas por el presidente sobre que el voto por correo implique fraude. Pero en el proceso de las primarias presidenciales que se ha llevado a cabo durante estos meses de pandemia, se ha visto que en los Estados donde se facilitó el voto por correo la participación fue considerablemente más elevada que en los que solo se votó en persona.
El contraste de las críticas de Trump al voto por correo con la actitud de los demócratas de animar a sus votantes a solicitarlo, ha producido ya, según los expertos, una ventaja de los demócratas en esta modalidad de sufragio.
A diferencia de la fecha de las elecciones, establecida a nivel federal, la regulación de los procedimientos de voto es competencia generalmente de los Estados, lo que ha dado lugar a una compleja variedad normativa en el país. La pandemia ha obligado a varios Estados a facilitar el voto por correo y eso ha provocado algunos problemas.
En Nueva York, por ejemplo, debido al aluvión de solicitudes de voto por correo, aún no ha concluido el escrutinio de las elecciones primarias celebradas hace más de un mes. Eso hace temer que, a no ser que haya un ganador claro en las presidenciales de noviembre, podría demorarse la proclamación de un ganador. Eso no implica que tuviera que ser “inexacta y fraudulenta”, como vaticina el presidente Trump en sus tuits.
Avanzada la tarde, después de la tormenta desatada por sus tuits de la mañana, el presidente ha vuelto sobre el tema, alimentando de nuevo la posibilidad de desafiar la legitimidad de los comicios. “¡Debemos conocer el resultado de las elecciones en la noche electoral, no días, meses o incluso años después!”, ha tuiteado.
La sugerencia de Trump ha sido recibida con críticas de las filas demócratas y también de las republicanas. El propio Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, se ha desmarcado de la idea: “Nunca en la historia del país, a través de guerras, depresiones y la contienda civil, hemos dejado de celebrar en tiempo unas elecciones programadas federalmente. Encontraremos una manera de hacerlo de nuevo este 3 de noviembre”, ha dicho en una entrevista televisiva”.
“El día de las elecciones será el 3 de noviembre de 2020. Señor presidente, por favor no pretenda siquiera enredar con esto. Es una idea dañina”, ha tuiteado el republicano Ari Fleisher, que fue secretario de prensa del presidente George W. Bush. “Habrá elecciones, serán legítimas, serán creíbles, será lo mismo que ha sido siempre”, ha dicho a los periodistas en el Capitolio el senador Marco Rubio, rival de Trump en las primarias de 2016 y hoy fiel seguidor del presidente.
La demócrata Nancy Pelosi, líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, se ha limitado a tuitear el artículo de la Constitución que entrega al Congreso la competencia de fijar la fecha de las elecciones.
Los tuits de Trump planteando un aplazamiento de los comicios llegaban en la mañana en la que el Departamento de Comercio ha hecho públicos los terribles datos sobre el impacto de la pandemia en la economía.
El PIB cayó un 32.9 por ciento en el segundo trimestre del año, en tasa real anualizada, un colapso de la economía sin precedentes, tanto en envergadura como en velocidad.
El golpe de la pandemia ha arrebatado a Trump el que era el principal argumento para su reelección: un ciclo de crecimiento económico ininterrumpido extraordinariamente largo que el presidente esperaba que le serviría en bandeja un segundo mandato, y que el coronavirus ha hecho saltar por los aires.