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Testimonios de los sobrevivientes de las catacumbas de Mariúpol bajo el bombardeo ruso: Todo temblaba

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Pálidos y agotados, los últimos civiles que se refugiaron en los búnkeres bajo la gigantesca planta siderúrgica de la diezmada ciudad portuaria ucraniana de Mariúpol llegaron el domingo por la noche a Zaporiyia, la primera gran ciudad ucraniana más allá de la línea del frente.

Por AP

La acería, donde se calcula que unos 2.000 combatientes ucranianos están librando lo que parece ser su última batalla, es la única parte de la ciudad que no está bajo control ruso. Gracias a su laberinto de túneles y búnkeres en el subsuelo, muchos civiles la habían elegido como el lugar más seguro para resguardarse del incesante cañoneo ruso contra Mariúpol, otrora una próspera ciudad portuaria que ha quedado en gran parte reducida a escombros.

Los sobrevivientes demacrados hablaron de cañoneos constantes, escasez de alimentos y un moho omnipresente. Debieron emplear desinfectante para manos como combustible para poder cocinar.

Diez autobuses entraron lentamente en las calles desiertas y oscuras de Zaporiyia, trayendo 174 evacuados del área de Mariúpol. Entre ellos había más de 30 de los 51 civiles evacuados durante el último día de la acería Azovstal, donde unos 2.000 combatientes ucranianos están haciendo lo que parece ser su última resistencia. Tanto funcionarios ucranianos como rusos han dicho que estos civiles son los últimos no combatientes del complejo industrial.

“Fue terrible estar en los búnkeres”, relató Lyubov Andropova, de 69 años, quien se había refugiado en la planta Azovstal desde el 10 de marzo. “El agua corría desde los techos. Había moho por todas partes. Estábamos preocupados por los niños, por sus pulmones”.

El cañoneo era constante y temíamos “que nuestro búnker se derrumbara”, aseguró. “Todo temblaba. No salimos”.

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