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Figura de la NBA, pero alcanzó el pico de la fama en la película junto a Adam Sandler, tras rechazar el papel durante cinco meses

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Juancho, en el rol de Bo Cruz, junto a Adam Sandler (SCOTT YAMANO/NETFLIX)

 

Ni siquiera en sus mejores momentos, cuando fue campeón mundial o jugó en algunos de los cinco equipos de la NBA que ya defendió, le pasó algo parecido. Ahora, de repente, le gritan por la calle. Aunque no por su nombre -menos por su apellido-, hay que aclararlo. Le gritan Bo. Sí, por Bo Cruz, su personaje en Garra (Hustle), la película de Adam Sandler en la que evoca lo que es él, un jugador de básquet, con algunas similitudes aunque también con unas cuantas diferencias con respecto a su historia.

Por Infobae

A diferencia de lo que pasa habitualmente en el cine, donde los actores hacen de deportistas, en este filme pochoclero, que tiene algunos buenos momentos y otros muy predecibles, el deportista hace de actor. Y no le va mal por cierto a Juan Alberto Hernangómez Geuer, más conocido como Juancho, un basquetbolista profesional español que, en el ambiente de su deporte, es muy conocido, porque hace seis temporadas está en la NBA y juega en la selección de su país, habiendo sido, por ejemplo, campeón mundial tras ser muy importante en aquel triunfo sobre Argentina en la final disputada en China hace tres años.

“Mi representante me llamó a fin del 2019 para que hiciera una prueba para una película de básquet que se hizo a filmar, pero yo estaba demasiado centrado en mi carrera. Por cinco meses le dije que no. Pero entonces llegó el Covid, el básquet entró en un parate y no tenía nada que hacer. Estaba demasiado tiempo en casa, con mi hermano, sin nada que hacer. Y fue mi hermana la que me empujó para hacer la audición. Creo que fue lo único bueno que trajo esta pandemia”, contó este ala pivote español de 2m06 y 26 años que en unos meses se hizo más conocido en el mundo por la película que por casi una década de carrera.

No tiene antecedentes de actuación en su familia, pero sí en el deporte y puntualmente basquetbolísticos. Su madre es Margarita Ivonne Geuer Draeger, mas conocida como Wonny, sevillana con raíces alemanas que fuera una las mejores jugadoras españolas en los años 90. Un alera de 1,85 metros que jugó 158 partidos oficiales con su selección -incluyendo los Juegos Olímpicos de Barcelona- y ganó el oro en el Europeo de 1993 disputado en Italia. Su padre, Guillermo Hernangómez, fue un pivote de 2m03 que creció en la cantera del Real Madrid y llegó a competir un año con el primer equipo. No es casualidad entonces que, por altura y talento, sus tres hijos hayan seguido ese mismo camino. El de Juancho ya lo conocemos, pero su hermano Willy, mayor (28), también esta en la NBA (New York Pelicans) y Andrea, la menor, es una ala pivote de 1m85 y 22 años que juega y estudia en la Universidad de Fairfield, en Connecticut.

“En casa se jugaba mucho, en familia, siempre. Hasta que los nenes se hicieron fuertes y competitivos. Recuerdo que un día Willy hasta me metió un codazo…”, recordó Wonny, quien precisó cómo fue una crianza “sin mucha TV, con bastantes juegos y actividades conjuntas, con nosotros agarrando el motorhome y recorriendo Europa en familia”. En una de esas actividades descubrieron su amor por el básquet, el mismo que habían tenido sus padres pero que habían decidido no inculcarles, “para no obligar a que hicieran lo mismo que nosotros”. De hecho, ambos hermanos habían comenzado jugando al fútbol. Incluso no les iba mal. Pero aquellos paseos en bici que terminaban en una plaza con aros de básquet generaron un antes y un después en los dos chicos…

Los dos hermanos, que parecen mellizos por su parecido, se formaron en las inferiores del Club Baloncesto Las Rozas, en su localidad natal. Willy, el que más rápido progresó y se desarrolló, captó la rápida atención del Real Madrid y, detrás suyo, casi de rebote, fue Juancho. Y como fue, tuvo que irse. En el club blanco no le vieron mucho potencial y Guillermo, gran conocedor de la cantera, lo sacó rápidamente, en 2010, para llevarlo al CB Majadahonda. Su primera temporada en el club fue destacada, pero una lesión en una rodilla estropeó sus buenas estadísticas. Ya en el segundo curso consiguió llamar la atención de diversos clubes de la comunidad de Madrid y terminó eligiendo el Estudiantes, archirrival del Real, club con un marcado hincapié en la formación.

Cedido al Magariños, de la EBA (tercera división), promedió 8.5 puntos y captó la atención de los seleccionadores nacionales, llegando a quedar entre los 12 de la U18 que disputó el Europeo de la categoría. En la temporada 13/14 se dio su explosión en la EBA, promediando 14 puntos y logrando que Estudiantes lo repescara para su primer equipo. Jugando en ambos conjuntos, incluso dos veces en el mismo día, empezó a destacarse y terminó siendo quinteto ideal con el seleccionado en el Europeo U20, lo que determinó su invitación para ser parte de una experiencia con la selección mayor. Se veía claramente su enorme potencial…

La verdadera explosión llegó en la temporada 15/16, cuando trepó hasta los 24 minutos en la Liga ACB, la mejor competencia en Europa, siendo el mejor anotador (9.7 puntos) y el líder en valoración y rebotes de todos los jóvenes de menos de 22 años. El premio al Mejor Jugador Joven del torneo, por encima de un incipiente Luka Doncic, coronó una temporada soñada. Pero, claro, faltaba lo mejor. O lo más impactante: ser elegido en el draft de la NBA, en una alta posición (#15, primera ronda), por parte de los Nuggets. Con 21 años comenzó su experiencia en la mejor liga del mundo, jugando 62 partidos con un correcto promedio de 4.9 puntos y 3 rebotes, consiguiendo una gran marca de 27 puntos en un partido de enero ante los Warriors. Para completar una temporada muy especial tuvo su debut absoluto con el seleccionado (medalla de bronce en el Europeo) y en febrero a Juancho le tocó enfrentar a su hermano, en el Madison Square Garden, nada menos, siendo la segunda pareja de hermanos españoles que se enfrentaban en la mítica NBA.

Justamente, entre ellos, la relación es muy especial, casi simbiótica. “Hay pocas cosas en las que no estemos de acuerdo. Al revés, creo que cuanto más van pasando los años y nos hacemos mayores, estamos cada vez más unidos. Durante la temporada hablamos todos los días y, cuando podemos, nos juntamos en el parate del All Star o en Navidad, y en verano todos los días estamos juntos. Pensamos igual, trabajamos igual. Son nuestros valores. Tenemos el 99% de cosas en común; lo único que nos diferencia es que a él le gustan unas chicas y a mí, otras”, dijo. Unas chicas que, al menos de forma pública, no se le conocen aún a un Juancho tan poco dado a compartir su faceta íntima, que tan solo había compartido cuatro publicaciones en su muro de Instagram hasta que llegó Garra y puso tres más como para potenciar su momento y el de la película.

Según la madre, “Juancho tiene más del carácter de su padre, Willy se parece más a mí”. Por lo pronto, el menor admite que es parte de sus fortalezas. “La determinación y el carácter no se entrenan, es algo genético. Viene de la manera de ser de cada uno y se construye según vas creciendo. Es un don. La capacidad de pelear hasta el final quizá se puede ir construyendo con el tiempo, pero en mi caso viene con mi esencia. Soy muy competitivo, no solo en la cancha sino en la vida. No me gusta perder a nada. Eso me ha ayudado mucho aunque también tiene sus cosas malas, como el no saber perder. Aunque, claro, admito que eso me ayudó a exprimirme como jugador y a no bajar nunca los brazos”, reconoce.

Justamente a su temple tuvo que apelar Juancho en lo que vino a partir de su segunda temporada en la NBA, cuando una mononucleosis lo limitó a 25 partidos y detuvo su progreso. Tras un trabajo físico especial, para ganar masa muscular, y una mejora en el tiro, el ala pivote volvió para recuperar terreno. Consiguió lugar en la rotación, promediando 5.8 puntos y 3.8 rebotes en 70 partidos, con destacadas actuaciones en algunos juegos, como aquel ante los Spurs en el que igualó su mejor marca de puntos (27), uno contra Atlanta en que a los tantos (25) le sumó nueve asistencias y, en especial, en el debut de LeBron con la camiseta de los Lakers, en el que eclipsó al Rey anotando 19 puntos y dejando a la estrella en apenas 9.

Pero, en la siguiente, que podía ser la de su despegue, resultó la de su mudanza, de equipo y de ciudad. Una mala noticia que lo tendría demasiado de protagonista hasta estos tiempos… Denver lo traspasó a Minnesota, en febrero de 2020. En noviembre firmó un nuevo vínculo y pareció que los Wolves serían su nueva casa. Pero no. En agosto del 2021 lo canjearon a Memphis, que un mes después lo traspasó a Boston. Ya parecía demasiada mala suerte cuando los Celtics lo mandaron, en enero de 2022, a San Antonio. No había llegado a encontrar casa (solo 5 partidos) cuando, 21 días después, los Spurs lo enviaron a Utah. Cinco cambios en dos años. Casi un récord. Para colmo de males, tras apenas 17 partidos, el Jazz le rescindió el contrato, justo durante los días de mayor fama tras la salida de la película. Ni tiempo para disfrutar de la buena. Hoy está sin contrato aunque al menos cobrará los 5 millones del acuerdo, llegando así a los casi 22 millones en salarios que ha ganado en la NBA.

Lo mejor, en estos años, lo ha vivido sin dudas con su seleccionado. Desde aquel debut en 2017, lo mejor se le dio en el Mundial 2019, en el que se transformó en una pieza valiosa para lograr el título. Incluso en la final, ante Argentina, fue esencial, defendiendo a Scola y agarrando varios rebotes importantes. “Nadie contaba con nosotros luego de que los veteranos del equipo anunciaran que no se sumarían. Todos nos subestimaron y fue realmente una motivación extra para nosotros”, declaró. Luego, en todo lo que ha venido en la NBA, han sido más decepciones que alegrías, incluida aquel duro momento que pasó en la preparación para los Juegos Olímpicos de Tokio, cuando sufrió una lesión y los Wolves lo obligaron a renunciar, cuando él sentía que podía jugar igual.

Tal vez por todos estos obstáculos que ha superado no le costó tanto personificar a Bo Cruz en Garra, el filme más visto del mundo en Netflix, hasta fines del mes pasado, llegando a 100 millones de visualizaciones. Sandler, actor y productor, es un amante del básquet. Lo juega y lo consume, como hincha de Los Ángeles Clippers. Por eso decidió alejarse de la comedia, su genero preferido, para armar un guión para un drama deportivo, que si bien no se aparta de lo convencional, tiene interesantes giros narrativos y cuenta, por su fama dentro de la NBA, con un roster impresionante de jugadores y ex míticas estrellas.

Sandler encarna a un cazatalentos en la industria del básquet (Stanley Sugerman) que, viajando por el mundo, descubre en España a un jugador amateur al que ve como un diamante a pulir, un chico humilde de 22 años que se gana la vida como puede, tras un pasado muy difícil. El scout, al no contar con la aprobación de la gerencia de los Sixers, decide llevarse por su cuenta el talento para darle una soñada chance en la NBA. Puntualmente a Filadelfia. Tras muchos entrenamientos tipo Rocky, corriendo de madrugada y haciendo ejercicios novedosos que muestran los progresos del jugador, consigue una prueba en el campus mas famosos para novatos (Combine de Chicago), donde se dirimirá la suerte del chico. Y de Sugerman, quien ya había renunciado a su puesto en la NBA.

La película tiene relaciones con Argentina. Primero en el relato, ya que en un momento uno de los principales directivos de la franquicia (hijo del dueño) hace una referencia a Manu Ginóbili. “A veces hay que hacer sacrificios por el bien del equipo. Vos volvés a viajar, Manu salió del banco de suplentes”, le dice cuando le pide que siga siendo un scout por el mundo, en vez de aceptar su sueño, ser asistente del primer equipo. La otra conexión tiene que ver con un compatriota que participó de la grabación. Se trata de el actor Santiago Kuster, nacido en Paraná, quien llego a la película a través de un casting y fue parte de las escenas de cuando Sandler está en España y presencia partidos de Hernangómez en unas canchas callejeras. “Tuve la suerte de compartir set con Adam y hasta regalarle una camiseta de Marcelo Milanesio, aquel crack argentino de los 80 y 90 que fue el ídolo de mi adolescencia, en especial cuando me mudé a Córdoba para estudiar actuación. Por suerte nunca estuve nervioso en el rodaje y pude disfrutar mucho el momento”, contó el actor de 38 años que hoy reside en Mallorca, España.

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