Hay un pequeño tren de pasajeros en Latinoamérica que une dos países. Pero es una de las pocas excepciones en todo el continente.
Por BBC Mundo
El ferrocarril no es una forma corriente de viajar entre ciudades en una región de 19,5 millones de metros cuadrados acostumbrada al tránsito por carretera.
Muchos latinoamericanos miran con envidia los trenes de Europa, llenos de pasajeros y copados de turistas durante el verano, que unen las capitales europeas a velocidades de vértigo por unos precios asequibles para el ciudadano medio.
Además tienen unas frecuencias altas y se puede tomar el tren incluso los fines de semana.
Tiempo, precio, frecuencia y comodidad son las principales características de los trenes de alta velocidad en Europa.
El que une Madrid y Barcelona cubre los 620 kilómetros que las separa en apenas 2 horas y media.
El mismo trayecto por autopista llevaría en auto algo más de 6 horas.
Y dado que las estaciones se encuentran en el centro de la ciudad, el trayecto supone una fortísima competencia para el avión en comodidad y coste del billete.
A Londres y París también los une un ferrocarril de pasajeros.
Ir en tren de la capital francesa a la británica lleva 2 horas y 16 minutos a la máxima velocidad.
En Italia, los viajeros pueden pasar de Milán a Florencia en 1 hora 54 minutos en una de sus opciones más rápidas. Hay 320 kilómetros por carretera entre ellas.
Velocidades y trayectos que son imposibles de ver, de momento, en el continente latinoamericano.
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