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¿Cuán cerca está la ciencia de crear una vacuna que cure el cáncer?

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Aunque en los últimos años se han hecho extraordinarios adelantos en el diagnóstico y tratamiento del cáncer, y muchas personas tienen vidas prácticamente normales después de recibir un diagnóstico, lamentablemente para muchas otras el encuentro con el cáncer representa una grave amenaza para su salud.

Por Infobae

El médico oncólogo Elmer Huerta, experto de la Universidad George Washington y divulgador de temas científicos en CNN, repasó en su podcast En consulta con el Dr. Huerta, por CNN en español las investigaciones vigentes que apuntan a que la ciencia desarrolle un inoculante contra el cáncer.

En ese sentido, el sueño de la ciencia médica ha sido siempre desarrollar una vacuna contra esa enfermedad. Si bien es cierto que ya existen vacunas que pueden prevenir el cáncer de manera indirecta, por ejemplo las vacunas contra el virus de la hepatitis B (HBV) y los virus del papiloma humano (VPH), que protegen contra enfermedades que pueden causar cáncer de hígado y de cuello del útero respectivamente, la ciencia está trabajando febrilmente para desarrollar vacunas que puedan evitar el desarrollo del cáncer de una manera directa.

No es lo mismo inmunoterapia que vacuna contra el cáncer. En primer lugar, es importante aclarar que, en la actualidad, existen medicamentos llamados “vacunas terapéuticas”, que se vienen usando desde hace mucho tiempo para tratar el cáncer. A diferencia de las verdaderas vacunas, que se administran para prevenir una enfermedad, este grupo de medicinas, pertenecientes a una clase de medicamentos llamado inmunoterapia, se administran a pacientes que ya tienen cáncer para tratar la enfermedad.

Es por eso por lo que, desde el punto de vista estrictamente científico, al tratar la enfermedad ya producida o evitar que la enfermedad reaparezca, las vacunas terapéuticas no deberían ser llamadas vacunas.

Es muy probable que se les haya dado ese nombre por su modo de acción, el cual es estimular el sistema de defensa del paciente para que destruya el tumor. Dicho eso, hoy revisaremos brevemente ambos métodos: las vacunas que se usan como tratamiento de inmunoterapia, y las verdaderas vacunas, aquellas que tratan de prevenir la enfermedad en personas que no la han desarrollado.

¿Cómo funciona el sistema inmunológico?
De una manera simplificada, el sistema inmunológico o de defensa basa su funcionamiento en un concepto de sentido común. ¿Cuál es? El de poder reconocer al enemigo y saber responder de manera adecuada para destruirlo. En ese sentido, los microorganismos invasores, por ejemplo virus, bacterias u hongos, tienen en su estructura externa unas moléculas de proteína llamadas antígenos, que actúan como la firma del invasor.

Dichos antígenos proteicos son reconocidos por células especializadas llamadas linfocitos T, los que inmediatamente instruyen a que otro tipo de linfocitos (llamados B) produzcan una enorme cantidad de moléculas destructoras llamadas anticuerpos que tienen una característica fundamental: son específicos en destruir al antígeno invasor.

¿Cómo funcionan las vacunas?

Las vacunas tradicionales (por ejemplo, contra sarampión, polio o neumonías) son medicamentos que contienen los antígenos del virus o bacteria contra el cual se busca inmunizar, mientras que las vacunas modernas de ARN mensajero insertan códigos genéticos que instruyen a las células del sistema de defensa a producir los antígenos contra los cuales se desea inmunizar.

Es así que cuando el verdadero virus o bacteria ingresa al organismo, los linfocitos T de la persona vacunada reconocen sus antígenos y ordenan la producción de anticuerpos neutralizantes protectores contra ellos. Ahora sí, veamos cómo, usando esos principios, se están desarrollando vacunas terapéuticas y verdaderas vacunas contra el cáncer.

El concepto fundamental para entender cómo funcionan las vacunas terapéuticas y las vacunas contra el cáncer es que, al igual que los virus o bacterias, las células cancerosas también tienen antígenos en su superficie, por lo que estos pueden ser reconocidos por los linfocitos T y pueden estimular la producción de anticuerpos por los linfocitos B.

De tal modo que, al igual que cuando se vacuna a un niño contra el sarampión y el sistema de defensa produce una enorme respuesta para impedir el desarrollo de la enfermedad, una vacuna terapéutica o una verdadera vacuna contra el cáncer tendrían el mismo efecto: que los linfocitos T y los anticuerpos producidos contra los antígenos de las células cancerosas impidan el desarrollo del tumor.

Vacunas terapéuticas
En las vacunas terapéuticas, el concepto es que el cáncer ya se ha producido en un paciente, pero se desea usar una vacuna para que el sistema inmunológico del paciente impida que la enfermedad avance o recurra en el futuro. Es decir, la vacuna se usa como parte del tratamiento o para evitar la recaída en el futuro; es por eso que se llama terapéutica. Dos interesantes investigaciones nos ilustran esta estrategia.

Un reciente estudio, publicado en la revista JAMA Oncology del 3 de noviembre de 2022, presenta buenos resultados con una vacuna de ADN preparada contra el antígeno HER-2, que está presente en la superficie de múltiples células pero hasta en el 30% de los cánceres de seno. La presencia de ese antígeno HER-2 en el cáncer de mama hace que la enfermedad tenga un curso más agresivo y tenga mayor tendencia a la recaída en el futuro.

Lo que hicieron los investigadores de la Universidad de Washington, en Seattle, es que prepararon una vacuna que inserta un código genético de ADN para que el organismo de la mujer vacunada produzca parte de la proteína HER-2, la cual sirve como un antígeno. De eso modo, al producir grandes cantidades de esa proteína HER-2, el organismo de la mujer vacunada crea una gran cantidad de anticuerpos contra las células cancerosas que contienen el antígeno HER-2, destruyéndolas en el proceso.

En un estudio de fase 1, se vacunó a 66 mujeres con tres dosis diferentes de la vacuna y tras un seguimiento de 10 años el 80% de ellas aún estaban vivas, comparadas con solo 50% en los seguimientos históricos. La respuesta inmune más fuerte fue en pacientes que recibieron una dosis media, y los efectos secundarios fueron muy leves, muy parecidos a los de la vacuna contra la gripe. Ahora los autores han empezado estudios de fase 2 que, de ser exitosos, llevarán a estudios de fase 3 y su aprobación.

Otro estudio, aún no publicado en una revista científica, fue dado a conocer por las compañías farmacéuticas Moderna y Merck, quienes usaron una vacuna de ARN mensajero en combinación con un medicamento de inmunoterapia llamado Keytruda. Lo que hicieron los científicos fue identificar 30 mutaciones genéticas en las células cancerosas de un tipo de cáncer de la piel llamado melanoma maligno, y luego prepararon 30 códigos genéticos de ARN mensajero para cada uno de ellos.

Al inyectar la vacuna, el organismo produjo las proteínas responsables de cada una de las 30 mutaciones genéticas, lo que originó que el sistema de defensa de los pacientes produjeran anticuerpos contra ellos. En el estudio, se dividió al azar a 157 pacientes en dos grupos. Uno recibió la vacuna junto al medicamento Keytruda que ataca directamente al tumor, mientras que el segundo solo recibió la medicina Keytruda. Los resultados indicaron que, en comparación con el grupo que solo recibió la medicina Keytruda, la recaída del tumor fue 44% menor en el grupo que recibió la vacuna y la medicina.

Vacunas contra el cáncer
Veamos ahora las verdaderas vacunas contra el cáncer que, como dijimos, son aquellas que se dan a personas que no tienen cáncer para evitar el desarrollo de la enfermedad. Un reciente artículo de revisión, publicado el 7 de abril de 2022 en la revista Science, describe los esfuerzos para desarrollar una vacuna contra el cáncer.

Un grupo de personas que necesita ese tipo de vacunas es aquel que tiene una alta carga genética para desarrollar algún tipo de cáncer, es decir, tienen una fuerte carga hereditaria. Algunos ejemplos incluyen las personas con historia familiar de un tipo de cáncer de colon o intestino grueso llamado síndrome de Lynch, que tienen 70% de probabilidad de desarrollar ese tipo de cáncer en algún momento de su vida, generalmente a edad temprana.

Otros ejemplos de grupos de alto riesgo incluyen mujeres con cambios genéticos hereditarios del grupo BRCA, que tienen alta tendencia a desarrollar cáncer de mama o de ovarios, y personas con mutaciones del gen KRAS que tienen muy alta predisposición a desarrollar cáncer de páncreas y de colon. Estos estudios en personas susceptibles están aún en su etapa muy inicial y son muy difíciles de evaluar por los muchos años que se requieren para evaluar los resultados.

Por ejemplo, en el primer estudio de una vacuna preventiva en personas sanas, investigadores de la Universidad de Pittsburgh usaron como antígeno la proteína mucina-1, muy abundante en células cancerosas del cáncer de colon.

La vacuna, probada en 39 personas con pólipos precancerosos de colon, y por tanto con alto riesgo de desarrollar cáncer en el futuro, demostró que algunos voluntarios produjeron niveles altos de anticuerpos dirigidos contra la mucina-1, y que la vacuna fue capaz de prevenir la formación de nuevos pólipos del colon, demostrando que se pueden fabricar vacunas preventivas contra el cáncer.

Por último, gracias al moderno análisis genómico, se ha visto que los tumores presentan un cierto tipo de antígeno, llamado neoantígeno, que solo se encuentran en las células cancerosas, y cuyo conocimiento podría llevar al desarrollo de vacunas específicas para la prevención de varios tipos de cáncer.

En ese sentido, la iniciativa Moonshot de la Casa Blanca ha llamado a usar vacunas de ARN mensajero para adiestrar al sistema inmunitario para que sea capaz de reconocer 50 mutaciones genéticas comunes a varios tipos de cáncer, de modo que se puedan preparar vacunas que eliminen el cáncer apenas empiece a aparecer.

En conclusión, las vacunas contra el cáncer, que incluyen a las vacunas terapéuticas y a las verdaderas vacunas que puedan administrarse a personas sin cáncer, se encuentran aún en etapas experimentales, pero sin duda que su impacto en el futuro será muy grande. Mientras esos adelantos lleguen y antes de que tengamos vacunas que eviten el cáncer es nuestro deber recordarte que, si debido a la pandemia postergaste tus exámenes de detección precoz, ponte al día inmediatamente. Recuerda que un cáncer detectado a tiempo tiene mucha mayor probabilidad de ser curado que uno descubierto en una etapa avanzada.

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