En su séptima visita a América Latina como jefe de la diplomacia europea, el español habla con EL PAÍS de los retos del continente.
Por El País
El jefe de la diplomacia de la Unión Europea ha llegado al corazón de la selva guatemalteca, en el departamento del Petén, para anunciar una inversión de 50 millones de euros en apoyo a la transición verde durante los próximos años y conocer un proyecto que ya está en marcha de manejo sostenible del bosque que recibe fondos europeos. Pero más allá del protocolo, se nota que está disfrutando de la visita.
Durante el recorrido, habla con comunarios como don Jorge, que escala un árbol para mostrarle la manera tradicional de extraer la resina; se pone unas gafas de realidad virtual para ver las imágenes aéreas del dron con el que monitorean ese bosque donde habita el gran felino americano, el jaguar; y prueba el té frío hecho con hojas del árbol de la pimienta de doña Neria, una bebida que no conocía, pero que tanto le gusta que repite varias veces. “¿Pero cómo es que en Europa esto no existe?”, le pregunta fascinado.
Un panorama muy distinto al del domingo cuando el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad tuvo que echar mano de las herramientas de la diplomacia durante la atropellada jornada de investidura del presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, que estuvo a punto de verse obstruida por un sector del Congreso. “Hubo un momento en el que temimos que las maniobras obstruccionistas pudiesen evitar que el presidente pudiese prestar juramento y, por lo tanto, tomar sus funciones”, confiesa en entrevista con EL PAÍS. “Por eso, inmediatamente que se vio este peligro, todas las delegaciones allí representadas tomamos la decisión de hacer clara nuestra posición: que la democracia tenía que ser preservada y la voluntad del pueblo guatemalteco respetada y que el presidente tenía que tomar posesión en el mismo día”.
Ahora cree que es un buen momento para trabajar con el Gobierno de Guatemala, un aliado en una región que ha visto un auge del autoritarismo en los últimos años, con casos muy preocupantes como el de Nicaragua, donde el Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo han acallado a la fuerza, con cárcel y represión a todas las voces críticas. Centroamérica también está pendiente de otras elecciones este año: los comicios de El Salvador, en los que el presidente Nayib Bukele busca su muy probable reelección tras un cambio en la Constitución que se lo impedía. Pese a su gran popularidad, el mandatario ha recibido fuertes críticas de organizaciones de derechos humanos por su polémico plan para desarticular la violencia de las pandillas por el que ha conseguido reducir notoriamente los índices de inseguridad del pequeño país centroamericano, pero ha cosechado múltiples denuncias de violaciones a los derechos humanos en las prisiones, detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas de corta duración.
Pese a los señalamientos de autoritarismo, Borrell no cree que, por el momento, los casos de Nicaragua y El Salvador puedan compararse. “La democracia es escuchar la opinión y la voluntad de los ciudadanos, y parece que que Bukele tiene un amplio respaldo social. Uno puede estar más o menos de acuerdo con determinadas políticas, pero es a los ciudadanos a los que corresponde emitir su veredicto. En el caso de Nicaragua, no pueden emitir su veredicto porque en Nicaragua no hay elecciones que puedan considerarse libres”, dice.
Lo que más parece preocuparle a Borrell en estos momentos en la región es la ola de violencia impulsada por el crimen organizado que está sembrando el caos en Ecuador. “La situación ha alcanzado un nivel crítico y, en consecuencia, hay que darle respuestas urgentes, pero siempre respetando el estado de derecho”, dice. “La mejor manera de defenderlo es respetarlo y nosotros —ya se lo he dicho al presidente de Ecuador— le apoyaremos en lo que él estime necesario porque no podemos permitir la desestabilización política de un país como Ecuador en manos del crimen organizado que se financia con el tráfico de drogas”.
En ese sentido, la UE estaría dispuesta a apoyar a Ecuador “en lo que sea”, según dice el alto representante. “La Unión Europea no es una potencia militar, ni creo que la solución sea intervenciones militares desde el exterior que Ecuador no pide, pero sí que tenemos una expertise importante en materia de seguridad ciudadana. Somos una parte del mundo donde la seguridad ciudadana se ejerce con muchos recursos, con políticas se han demostrado su eficacia”.
Si hay una crisis en la región a la que Borrell no ha perdido el pulso en los últimos años es a la de Venezuela, un país que debería celebrar este año elecciones, si bien todavía no hay fecha asignada, y donde se mantiene la incógnita de si la ganadora de las primarias de la oposición, María Corina Machado, tendrá el visto bueno de la justicia para presentarse —la dirigente está a la espera de una respuesta a la demanda que introdujo al Tribunal Supremo para reclamar su inhabilitación a ejercer cargos políticos.
El jefe de la diplomacia europea ve “progresos” en las negociaciones que han mantenido Gobierno y oposición, mientras Estados Unidos ha flexibilizado su posición al levantar sanciones, al igual que la UE. “A la hora de renovar nuestras sanciones, las hemos renovado, sí, pero por un periodo más corto de lo habitual. En vez de renovarlas para 12 meses, las hemos renovado para seis meses, que es un camino intermedio entre no renovarlas o hacer como siempre. Pensamos que estamos mandando una señal de voluntad de contribuir a la distensión, pero, claro, eso dependerá de que el Gobierno venezolano quiera organizar unas elecciones democráticamente homologables”.
Por eso, dice que la pelota está ahora en el tejado del Gobierno. “Si se convocan elecciones y se impide que se presenten los candidatos de la oposición, es difícilmente aceptable como procedimiento electoral. Pero nada está dicho todavía”, afirma. “Esperamos que sea posible hacer unas elecciones y deseamos que puedan ser homologables. Es lo que necesita Venezuela para salir del impasse político en el que está ya durante demasiado tiempo. Otras elecciones presidenciales que no cumplieran con los estándares democráticos y no pudieran ser aceptadas como tales por la comunidad internacional, no sería el mejor camino para lo que los venezolanos necesitan”.
En este viaje a Guatemala —el séptimo a América Latina en sus cuatro años de mandato pese al freno que puso la pandemia—, Borrell se muestra orgulloso de la “intensidad” de sus relaciones con la región. Dice que se propuso ponerla en el radar de la Unión Europea, un acercamiento que se escenificó el año pasado con una cumbre en Bruselas en las que los jefes de Estado de los dos continentes se hablaron de tú a tú y en la que la UE prometió 45.000 millones de euros para la región en planes de financiación a través de su herramienta Global Gateway.
“Hemos conseguido un acuerdo con Chile. No ha sido posible todavía con México, pero tampoco están perdidas las esperanzas”, dice el alto representante europeo al hacer balance. También está pendiente de resolución el tratado comercial de la UE con Mercosur, un pacto inicialmente alcanzado hace cinco años y que sigue pendiente de finalización. “Hay que buscar en los dos próximos meses, antes de las próximas elecciones en Europa, un posible acuerdo de última hora al que los amigos latinoamericanos parecen hoy más dispuestos que nunca”, dice Borrell. Y reconoce que, en este caso, la pelota está del lado de los europeos después de que el nuevo presidente argentino, Javier Milei, se mostrara favorable al pacto, al contrario que su predecesor. “En este momento está más en el lado de los europeos demostrar que realmente este acuerdo es algo que queremos. Lo queremos, pero hay que demostrar la necesaria flexibilidad negociadora”.