Tegucigalpa. – El cardenal hondureño, Óscar Andrés Rodríguez, recordó a los refugiados, los inmigrantes, los afectados en el país por los efectos de las tormentas tropicales Eta y Iota, y la guerra en Siria, un conflicto que ha dejado miles de muertos, durante la celebración de la misa navideña.
“Realmente Dios no tiene casa ahora en los campos de refugiados, en los que sufren hambre, el odio, la guerra en el Medio Oriente, en Libia, Irak, Sudán, los niños de Siria, un país que esta arrasado por la guerra hace años”, subrayó el prelado en su mensaje de Navidad durante una homilía celebrada en la Basílica Menor de Suyapa.
Aseguró que Dios “tampoco tiene casa en tantísimos que sufrieron la pérdida de todo” tras el paso devastador de las tormentas tropicales Eta y Iota, en las primeras dos semanas de noviembre.
Más de 3.5 millones de hondureños fueron afectados por las lluvias e inundaciones que dejaron ambas tormentas en Honduras, principalmente el norte y occidente, donde fallecieron alrededor de un centenar de personas, todo tipo de infraestructura resultó dañada y cultivos agrícolas destruidos.
“Qué triste que en este mundo no hay sitio para los refugiados, inmigrantes, ancianos que viven solos y para los más necesitados”, lamentó el religioso, quien pidió a Dios que “nos ayude a ser cada día más humanos”.
Reflexionó que es “más trágico si Dios no tiene casa en nuestro propio corazón, cuando no lo queremos recibir o dar cobijo”.
“Qué triste es, si Dios es el gran ausente en la fiesta de la Navidad”, indicó Rodríguez, quien pidió por la paz en Libia, Siria y Sudán.
El purpurado hondureño destacó que el nacimiento de Jesús “no es un simple hecho histórico, es mucho más, él viene a nuestro encuentro, nos recibe a todos acepta nuestra condición humana frágil y limitada”.
En Navidad se celebra la “vida de Dios en nosotros, en cada uno de los que estamos reunidos”, subrayó el líder religioso.
“En todos nosotros esta esa capacidad de rechazar el amor, de poder elegir el camino que lleva a la vida o el camino en que podemos malograr nuestra vida”, añadió.
Señaló además que la libertad que Dios dejó significa también “nuestra propia ceguera, podemos confundir la luz con la oscuridad y podría ser que Dios no encontrará casa en nosotros”.