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De China a España: los países más endeudados del mundo al iniciar 2030

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Sudan, Japón y Singapur acumularán el mayor pasivo, según el Fondo Monetario Internacional. Madrid está en la posición decimotercera.

Por El País

Es un hecho: por lo que queda de década, los países seguirán luchando por llevar a límites aceptables su nivel de deuda. Incluso cuando la inflación y el resto de perspectivas económicas se están estabilizando, los Gobiernos de todo el mundo tendrán que hacer un esfuerzo a medio plazo si quieren tener unas cuentas públicas saneadas, según ha advertido esta semana el Fondo Monetario Internacional en su nuevo informe sobre las perspectivas de la economía global. Sus cálculos apuntan a que el pasivo mundial aumentará de manera consecutiva año tras años hasta rozar el 99% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2029, impulsado por China y Estados Unidos, donde superará los picos históricos registrados durante los años más duros de la crisis sanitaria. Esto supone justo el camino opuesto al sugerido por los organismos internacionales, que llevan años recalcando la necesidad de hacer ajustes para tener unas finanzas sostenibles.

Sudan (284%), Japón (251%) y Singapur (165%) acumularán, según las estimaciones, las mayores deudas brutas públicas del planeta al iniciar 2030. Justo después aparece Italia, con un pasivo que supondrá el 144% de su PIB. Entre la lista de los más endeudados figuran también Grecia, Francia y España, que ocupa la posición decimotercera con una tasa del 104% al cierre de la presente década. En caso de que estas proyecciones se concretaran, terminaría por ser un recuerdo muy lejano ese máximo que se alcanzó durante la crisis de la covid, pero en ningún caso se asemejarían a los niveles previos a la pandemia. La noticia alentadora es que incluso así España sería uno de los pocos Estados que mantendría la tendencia a la baja, a diferencia de la tónica global.

Los datos del FMI muestran que en 2021, el planeta registró una notable reducción del nivel de déficit y deuda pública —que en ese año apenas fue del 91% del PIB—. Pero un año después la tendencia cambió. El organismo dirigido por Kristalina Georgieva lo achaca a las paulatinas subidas de tipos, que elevaron el nivel de gasto por los intereses generados. A ello se sumó el desembolso hecho por los gobiernos para paliar los efectos nocivos de la pandemia y la crisis inflacionaria, en particular por los shocks de los precios de la energía. Muchas economías redujeron temporalmente los impuestos y las contribuciones sociales, a la vez que engrosaron los programas sociales, los salarios y las inversiones en la industria.

Todos estos gastos, que se traducen en la deuda del país, fueron solo parcialmente compensados por el aumento de ingresos derivados de la inflación y en el caso de España, de los impuestos temporales al sector energético y a la banca. No obstante, no han sido suficientes para compensar el saldo fiscal generado, por lo que, en opinión del Fondo, se ha detenido “el progreso hacia la normalización de las políticas fiscales”. Los casos más preocupantes son China y Estados Unidos, donde la deuda pública casi se duplicará para 2053. La forma en que estos dos gigantes gestionen sus políticas fiscales podría “tener profundos efectos en la economía global y plantear riesgos significativos para las proyecciones fiscales de referencia en otras economías”, según los expertos.

En otras latitudes, el pasivo también ha aumentado. La deuda de los mercados emergentes creció tres puntos porcentuales hasta el 58% del PIB en 2023 (en promedio) y se estima que siga así en los próximos años, con algunas excepciones. En Sudáfrica, por ejemplo, se espera que la relación deuda/PIB aumente en 12 puntos porcentuales, reflejando un crecimiento persistentemente débil y tasas de interés relativamente altas, alcanzando casi el 86 % del PIB en 2029. Donde sí ha mejorado la tasa es en las denominadas economías avanzadas. Ahí la deuda pública cayó poco más de dos puntos porcentuales —al entorno del 102% del PIB— en 2023. Además, se prevé que disminuya de a poco hasta alcanzar el 100% al cierre de la década.

El ajuste fiscal serviría, en opinión de los analistas, para mejorar las reservas en un momento en el que las perspectivas de crecimiento a medio plazo están desacelerando y las tasas de interés se mantienen muy altas. Además, facilitaría que la inflación alcanzara la última milla de la moderación. La tarea se antoja difícil: por un lado, hay que cortar de tajo las ayudas implementadas en la crisis inflacionaria y se necesitan reformas para contener las crecientes presiones sobre el gasto —en particular en los países más envejecidos— mientras se impulsa la transición verde. Según el Fondo, “una combinación de políticas fiscales bien diseñada que respalde la innovación en los sectores con mayores efectos de contagio y haga hincapié en el financiamiento público para la investigación podría impulsar el crecimiento a largo plazo de las economías en la frontera tecnológica”.

El organismo precisa que las economías emergentes y en desarrollo tienen un margen significativo para aumentar los ingresos mediante la mejora de los sistemas tributarios, la ampliación de las bases impositivas y la mejora de la capacidad institucional. Esto también podría ayudar a pagar las inversiones públicas estratégicas necesarias para facilitar la difusión de tecnologías verdes y digitales.

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