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El adiós de Löw o el melancólico fin de una era de tres lustros

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Berlín – Joachim Löw ha dicho adiós a su cargo de seleccionador alemán, que ocupó durante 15 años, tras la eliminación en la Eurocopa a manos de Inglaterra, con lo que se pone fin a una era que empezó en 2006 y que tuvo su punto culminante en la conquista del Mundial 2014.

La marcha de Löw estaba anunciada -había dicho que éste sería su último torneo- y su sucesor ya estaba designado, es Hansi Flick, por lo que lo que vendrá ahora será una transición ordenada.

La figura de Löw quedará sin duda asociada al Mundial 2014, con el se coronó un proceso que había apuntado desde el comienzo hacia el éxito. Ahora, sin embargo, queda la sensación de un adiós melancólico, aunque sin dramatismos.

El segundo de Klinsmann

Löw llegó a la selección alemana como asistente de Jürgen Klinsmann en 2004. Antes tenía una carrera respetable, pero no excepcional como entrenador.

En Alemania lo más importante que había logrado era una Copa de Alemania con el Stuttgart. También había sido campeón austríaco con el FC Tirol y había ganado una Copa de Turquía con el Besiktas.

Klinsmann lo escogió como asistente porque, dijo, necesitaba alguien en quien pudiera confiar ciegamente no solo en lo profesional sino también en lo personal. Los dos eran amigos y en su trabajo en conjunto en la selección Löw fue algo más que su segundo.

Eran un equipo y como tal aparecían públicamente.

A la saga de España

Cuando Klinsmann, tras el tercer lugar en el Mundial 2006, anunció que no renovaría la Federación Alemana de Fútbol (DFB) quiso apostar por la continuidad y optó para ello por ascender a Löw.

En 2008 la Alemania de Löw llegó a la final de la Eurocopa, que perdió con España por 1-0.

Ese equipo tenía todavía mucho de la herencia de Klinsmann y su apuesta por un fútbol rápido y vertical. El sello de Löw empezó a verse en el Mundial 2010 y, en parte, fue fruto de una serie de contingencias.

Jugadores claves, empezando por el capitán Michael Ballack y Torsten Frings, se perdieron por lesión el torneo. En 2009 Alemania ya había ganado la Eurocopa sub-21, y Löw había llamado para la absoluta a varios jugadores de ese equipo entre quienes estaban Manuel Neuer, Sami Khedira, Mesut Özil y Toni Kroos, aunque este último no tuvo mucho protagonismo en 2010.

Además, en el Bayern había un tal Thomas Müller que había hecho una temporada excelente y que terminaría de titular y de goleador en Sudáfrica.

El equipo llegó a semifinales y se estrelló otra vez con España. Otra vez 1-0. Pero otra vez con la impresión de que se había perdido ante un equipo superior que Löw decidió convertir en su modelo.

La última oportunidad

En la Eurocopa 2012 la estación final fue otra vez la semifinal pero en esa ocasión el verdugo fue Italia, la bestia negra tradicional de Alemania, y después empezó a haber cierta impaciencia. Era hora de un título. Y hubo quienes decían que 2014 era la última oportunidad para Löw.

En el camino hacia la final hubo dos huesos duros de roer que fueron Francia en cuartos y Brasil en semifinales. Ante Francia Alemania ganó por un apretado 1-0 y a Brasil le pasó por encima con un 7-1 para la historia. Después vino la final ante Argentina y el gol de Mario Götze para el 1-0.

El capitán, Philipp Lahm, optó por decirle adiós a la selección el mismo día de la final. Sabía, dijo, que ya no podía llegar más alto. Löw hubiera podido optar por el mismo razonamiento pero no lo hizo.

El espejismo y la decadencia

En la Eurocopa 2016 fue como si la historia volviera a empezar, con una eliminación en semifinales con un 2-0 ante Francia.

Después vino un periodo curioso. Alemania, entre el fin de la Eurocopa y el 27 de abril de 2018, cuando cayó ante Brasil por 0-1, no perdió un solo partido. En esa fase ganó la Copa Confederaciones con un equipo que no contaba con la mayoría de titulares habituales y que Löw quería usar para probar con jugadores con perspectiva.

Esa fase generó un espejismo. Incluso Löw empezó a plantear públicamente objetivos curiosos, con el de aprender a defender sin entrar al choque con el rival, anticipando siempre. Y la idea de la posesión de balón se le convirtió en una obsesión.

Tras la eliminación en la fase de grupos en Rusia 2018 Löw reconoció que había caído en la arrogancia. «Llegamos a creer que podíamos llegar a jugar como si el rival no existiera».

Hubiera ido otro momento para irse pero, así como no quiso irse su momento de máxima gloria, tampoco quiso irse en su momento más bajo e intentó un nuevo comienzo que a la postre resultó llenó de decisiones erráticas.

En la Eurocopa al menos sobrevivió a la fase de grupos. El partido contra Inglaterra, aunque la derrota fue justa, hubiera podido ser distinto si Timo Werner y Müller marcan las dos ocasiones que tuvieron.

Pero de momento hay la sensación de que a Alemania le falta algo para volver a estar en la elite. Y eso no solo es responsabilidad de Löw.

«Cuando terminó el partido -dijo el meta y capitán Manuel Neuer- miré al centro del campo y pensé en Joachim Löw. Es el momento de darle las gracias por una era maravillosa. Todos le debemos mucho».

Todos los que estaban en el campo habían debutado con él como internacionales, lo que es normal tras 15 años en el cargo.

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