Bonn. –El tamaño del agujero de la capa de ozono fluctúa: normalmente se forma cada año en agosto, alcanza su máximo en octubre y vuelve a cerrarse hacia finales de noviembre o diciembre, según la European Space Agency (ESA).
En 2019, sin embargo, no solo se ha cerrado antes, sino que ha alcanzado el menor tamaño de los últimos 30 años, debido a unas condiciones atmosféricas poco comunes.
Los pronósticos del Servicio de Vigilancia de la Atmósfera de Copernicus (CAMS), que emplea las mediciones de ozono totales de la misión Sentinel-5P de Copernicus procesadas en el Centro Aeroespacial Alemán, prevén que este año el agujero de ozono se cerrará antes de lo habitual.
Antje Inness, científica senior de CAMS, comenta: “El tamaño máximo del agujero de ozono este año fue de unos diez millones de kilómetros cuadrados, menos de la mitad de lo que el agujero solía alcanzar en las últimas décadas. Así, se trata de uno de los agujeros más pequeños desde los años ochenta. Los pronósticos de ozono de CAMS prevén que el agujero se cerrará en una semana”.
El responsable de misión de Sentinel-5P, Claus Zehner, apunta: “Este agujero tan pequeño, que ha batido récords en cuanto a tamaño y duración en 2019, se debe al calentamiento de la estratosfera sobre el polo sur. No obstante, es importante señalar que se trata de un evento inusual y que no indica que la recuperación del ozono global se esté acelerando”.
Las grandes fluctuaciones en los vórtices polares y las temperaturas de la estratosfera hacen que los agujeros de la capa de ozono varíen en tamaño. Este año, la estratosfera polar más cálida causó una ralentización de los campos de viento alrededor del polo sur (o vórtice polar) y se redujo la formación de “nubes estratosféricas polares”, que provocan las reacciones químicas que aceleran la pérdida de ozono.
Josef Aschbacher, director de programas de observación de la Tierra de la ESA, comenta: “El agujero de la capa de ozono es un ejemplo paradigmático de que las pruebas científicas pueden llevar a cambios políticos y, como consecuencia, a cambios en el comportamiento humano. El agujero de ozono fue descubierto en los años setenta, se sometió a vigilancia continua desde el espacio y con dispositivos sobre el terreno y, finalmente, en los ochenta condujo al Protocolo de Montreal, que prohíbe el uso de los clorofluorocarbonos (CFC)”.
“Hoy, el agujero se está recuperando gracias a una acción política clara. Este ejemplo debe servir de inspiración para el cambio climático”.
En la estratosfera, el ozono actúa como escudo que nos protege de la nociva radiación ultravioleta del Sol, asociada al cáncer de piel y a las cataratas, así como a problemas medioambientales.
En los años setenta y ochenta, el uso indiscriminado de clorofluorocarbonos en productos como frigoríficos y aerosoles provocó daños en el ozono de las capas superiores de la atmósfera, causando un agujero en la capa de ozono de la Antártida.
En respuesta, en 1987 se redactó el Protocolo de Montreal para proteger la capa de ozono eliminando gradualmente la producción y el consumo de estas sustancias nocivas, lo que ha llevado a una recuperación de la capa de ozono.
Esta recuperación continuará durante los próximos años. Los datos de la Evaluación científica del agotamiento de la capa de ozono 2018 muestran que, en parte de la estratosfera, la capa de ozono se ha ido recuperando a un ritmo de un 1-3 % por década desde 2000. A estas velocidades, el ozono del hemisferio norte y a latitudes medias podría recuperarse alrededor del año 2030; el del hemisferio sur, hacia 2050, y el de las regiones polares, hacia 2060.
La ESA participa desde hace muchos años en la vigilancia del ozono. El satélite Sentinel-5P de Copernicus, lanzado en octubre de 2017, cartografía distintos contaminantes del aire en todo el mundo. Gracias a su avanzado instrumento Tropomi, es capaz de detectar gases atmosféricos para generar una panorámica de estos contaminantes más precisa y a mayor resolución espacial que nunca antes desde el espacio.