El oro en el antiguo Egipto no solo era un material valioso, sino que servía como un puente hacia lo divino. Según National Geographic, el oro era asociado con la inmutabilidad, lo que lo ligaba con los dioses.
Por Infobae
La luz dorada del oro evocaba al Sol, el cual no solo era la fuente de vida, para los egipcios, era la manifestación misma de la divinidad. La creencia de que los dioses tenían cuerpos de oro subrayaba esta conexión entre el metal y lo eterno.
Además, estuvo estrechamente vinculado con el poder de los faraones, la protección espiritual y el culto solar, representando la carne de los dioses y la brillantez del Sol, el astro rey identificado con el dios Ra.
El oro como símbolo de estatus y poder
La relación del oro con la divinidad se reflejaba en las joyas que portaban faraones, sacerdotes y nobles. Según National Geographic, estas piezas no solo cumplían una función estética, tenían un profundo significado religioso y protector.
El oro, al ser percibido como un conducto para la protección divina, era utilizado para representar a diversas deidades y símbolos sagrados, tales como el ojo Udyat de Horus, el nudo tyet de Isis o el pilar djed de Osiris, todos símbolos protectores esenciales en el ámbito funerario y religioso egipcio.
La extracción del oro en Nubia
La extracción del oro en el antiguo Egipto se realizaba principalmente en las tierras desérticas de Nubia, conocida como “el país del oro”. En este entorno inhóspito, los egipcios establecieron campamentos mineros donde prospectores y trabajadores extraían el oro de los desiertos, un proceso arduo que requería maquinaria primitiva y técnicas específicas de molienda y fundición.
National Geographic detalla que la mena de oro se procesaba en el lugar, aplastándola, tirándola y lavándola, para luego ser fundido en hornos y convertido en lingotes.
Los orfebres egipcios, altamente respetados, jugaban un papel crucial en la elaboración de joyas de oro. National Geographic detalla que, estos artesanos no solo forjaban piezas en el metal, sino que dominaban técnicas complejas como el repujado, el grabado y el esmaltado.
El oro, como material sagrado, estaba destinado a transformarse en símbolos de poder divino y social, por lo que el trabajo de los orfebres era esencial tanto para la vida cotidiana como para las ceremonias religiosas. Su destreza les aseguraba un lugar privilegiado en la jerarquía social egipcia.
En un contexto más práctico, el oro también se utilizaba como recompensa por los servicios prestados al Estado faraónico. Según National Geographic, el faraón, como representante de los dioses y dueño legítimo de todo el oro de Egipto, podía otorgar piezas de oro como distinción a aquellos que habían demostrado su lealtad o valor.
Ejemplos de estas recompensas se encuentran en diversas tumbas de oficiales y funcionarios, como la tumba de Parennefer en Amarna, donde se representa al faraón Akhenatón junto a su esposa Nefertiti entregando oro a su servidor más fiel como reconocimiento a su dedicación.