La imagen de la monarquía británica en Estados Unidos ha quedado en manos del príncipe Harry y el príncipe William, hermanos, hijos del rey Carlos III y con dos posiciones encontradas sobre su rol y su futuro. Dos relatos muy diferentes en una familia Real en ruinas.
Por Clarín
El último enfrentamiento que divide a la Casa de Windsor y la ha sumergido en una de sus peores crisis tendrá a los norteamericanos de jueces y testigos, cuando idolatraban a la princesa Diana, la madre de los dos hijos hoy en conflicto. Pero las repercusiones ya han comenzado en Gran Bretaña, que denostan el premio a los Sussex por atacar el racismo de la monarquía. Los llaman “oportunistas”.
La batalla por la imagen
Con una diferencia de cuatro días, Harry y Meghan, Wiliam y Kate se disputarán las simpatías o el rechazo de los norteamericanos a un modelo u otro de la Casa Real.
Los duques de Sussex, que viven en California tras su autoexilio británico, serán premiados el 6 de diciembre en Nueva York por su “posición heroica” contra el racismo estructural en la monarquía, según la hija de Robert Kennedy, asesinado en California, que les entregará el premio Ripple of Hope.
William y Catherine, los príncipes de Gales y futuros reyes, con un vínculo quebrado con su hermano Harry y su esposa Meghan, llegarán a Estados Unidos cuatro días después.
Buscan reparar la imagen de la Casa Real, que Harry y Meghan destrozaron en una histórica entrevista con Oprah. Allí acusaron a la Casa de Windsor de racismo y de preguntarse cuál sería el color de la piel de Archie, hijo de la primera duquesa mestiza de la historia de la casa real. Es la primera visita de la “Familia Real trabajadora” a Estados Unidos desde la entrevista.
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