Sao Paulo – La Amazonía, el mayor bosque tropical del planeta, conmemora este sábado su día, acechada por los incendios, la creciente deforestación y las promesas del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, de abrir la selva al desarrollo comercial.
Un año después de que las impactantes imágenes del fuego en la Amazonía sembraran la alarma en la comunidad internacional, la selva brasileña sigue encarando las mismas amenazas que en 2019, pese a las acciones puntuales del Gobierno brasileño para calmar a los inversores extranjeros y revertir el deterioro de la imagen de Brasil en el exterior por sus políticas ambientales.
Los incendios en el mes de agosto registraron una tímida reducción frente a los del mismo mes del año anterior, mientras la tala ilegal avanza sin tregua en la Amazonía, que está en camino de cerrar 2020 con un récord de área devastada.
Todo ello pese a la decisión del Gobierno de desplegar desde el pasado mes de mayo tropas del Ejército a varias regiones de la mayor selva del planeta para ayudar a prevenir los fuegos y combatir la deforestación en medio de la presión internacional.
«La Amazonía está bajo amenaza debido a la política antiambiental del Gobierno Bolsonaro, que ha debilitado sistemáticamente los órganos que combaten el crimen ambiental», señaló en declaraciones a EFE Cristiane Mazzetti, portavoz de la campaña Amazonía de Greenpeace.
De acuerdo con Mazzetti, la «caída expresiva» en el número de fiscalizaciones ha aumentado el sentimiento de impunidad de invasores de tierra y mineros ilegales, lo que ha tenido un reflejo en las cifras de deforestación e incendios, cuya «intensidad fue tan severa como el año pasado».
«Los incendios continúan con la misma intensidad. En agosto fueron muy parecidos a los de 2019 y puede que sean mayores porque hubo algunos problemas en la recepción de datos», agregó.
LA EXPLOTACIÓN DE LA AMAZONÍA, EL SUEÑO DE BOLSONARO
Desde que llegó al poder, el 1 de enero de 2019, Bolsonaro ha reivindicado la soberanía de la Amazonía y reiterado su deseo de explorar y desarrollar comercialmente este paraíso medioambiental que es el refugio de alrededor de 40.000 especies vegetales y miles de animales, entre ellos más de 400 especies de mamíferos.
«Brasil es el país que más preserva el medioambiente. La Amazonía es nuestra y nosotros vamos a desarrollarla, a fin de cuentas existen más de 20 millones de brasileños que no pueden quedar desamparados», afirmó este sábado Bolsonaro, en un video publicado con motivo del Día de la Amazonía.
El líder de la ultraderecha brasileña firmó este año un proyecto de ley para reglamentar la exploración y la explotación de recursos minerales -incluso el garimpo (minería artesanal)- de petróleo y gas, así como la generación de energía hidroeléctrica, en reservas indígenas.
Según la medida, que depende todavía de la aprobación del Congreso, los indios brasileños no tendrán poder de veto sobre proyectos de minería en sus reservas pero serán indemnizados y tendrán participación en las ganancias.
El proyecto que busca abrir la selva al desarrollo comercial ha sido duramente condenada por entidades ecologistas, que aseguran que la Amazonía «vive uno de sus peores momentos» por el retroceso de las políticas tras años de avance.
«Desde la redemocratización (1985), es la primera vez que vemos una destrucción acelerada de las políticas (de preservación), de lo que ha funcionado hasta el momento», recalcó la portavoz de Greenpeace.
ONG, EL «CÁNCER» QUE BOLSONARO NO CONSIGUE «MATAR»
El sueño desarrollista de Bolsonaro en la Amazonía ha encontrado la resistencia de las ONG, las cuales se han convertido en el principal azote de su cuestionada política medioambiental.
El mandatario volvió a arremeter esta semana contra las organizaciones no gubernamentales, a las que llamó «cáncer», un año después de acusarlas de estar detrás de los incendios en la Amazonía.
«Ustedes saben que las ONG, en gran parte, no pueden conmigo, pero yo no consigo matar ese cáncer que, en gran parte, son las ONG», dijo Bolsonaro en una transmisión directa a través de sus redes sociales en la que abordó la cuestión amazónica.
La portavoz de Greenpeace calificó la declaración de Bolsonaro de «infeliz», «violenta» y «autoritaria» y acusó al presidente de querer transferir su responsabilidad por el deterioro medioambiental.
«El Gobierno busca culpar a terceros de los estragos de su propia política. Seguimos con nuestra lucha por la vida y no por la muerte», recalcó.
EFE