Por: Paul Krugman | The New York Times
Para hoy, me pareció bien descansar de mi tema usual de las crisis actuales y mejor analizar un poco cómo podría cambiar la tecnología el paisaje económico en los años venideros, en especial en un tema que, a pesar de su relevancia, no ha recibido mucha atención: ¿cómo podría cambiar la IA las previsiones del presupuesto estadounidense?
A partir del otoño pasado, observamos que la IA generó un gran alboroto, tanto positivo como negativo. Ese alboroto parece haber amainado hasta cierto punto, pues el uso de ChatGPT, la aplicación más famosa de esta tecnología, ha decaído un tanto en los últimos meses. Además, muchos más observadores se han percatado de que lo que hemos llamado IA (o lo que las personas más minuciosas llaman “IA generativa”) no es en realidad inteligencia. Más bien, es una extrapolación del reconocimiento de patrones o, como lo explican algunas personas con las que he hablado, en esencia es un corrector automático mejorado.
Claro que eso no significa que no sea importante. Después de todo, podría decirse que gran parte de lo que hacen los trabajadores humanos, incluso aquellos muy capacitados, también es corrección automática mejorada. ¿Cuántos trabajadores le dedican tiempo con regularidad al pensamiento creativo? Incluso entre los trabajadores creativos, ¿cuánto tiempo invierten en ser creativos y no en actividades de reconocimiento de patrones?
No lo digo por faltarles al respeto a quienes trabajan en el ámbito del conocimiento, sino para explicar por qué me parece que lo que llamamos IA podría ser una tecnología muy significativa para la economía, incluso si no nos lleva a crear a HAL 9000 o Skynet.
¿Pero cuán significativa? ¿Y en qué sentido?
Obviamente, nadie lo sabe en realidad. Algunas personas interesadas en calcular ese impacto comenzaron sus observaciones a partir de los niveles jerárquicos más bajos, en distintos tipos de trabajo, y así formaron conjeturas sobre la proporción de ese trabajo que quizá remplace o aumente la IA. Los cálculos de mayor circulación son los que realizó Goldman Sachs, cuyo caso base considera que la IA elevará la tasa de crecimiento de la productividad (la producción por hora hombre) casi 1,5 puntos porcentuales al año durante una década, por lo que alcanzará en ese periodo un total de alrededor del 15 por ciento.
¿Es posible? La verdad es que sí. Un paralelo, para quien ha estudiado la relación histórica entre la tecnología y la productividad, es el auge en la productividad observado entre 1995 y 2005, que se suscitó tras décadas de poco crecimiento en la productividad.
Para la época en que se disipó ese aumento en la productividad, esta era aproximadamente un 12 por ciento más alta de lo que se habría esperado con base en la tendencia de las dos décadas anteriores. Puesto que podría decirse que la IA es una innovación todavía más profunda que las tecnologías que impulsaron el auge de 1995 a 2005, un 15 por ciento no parece inaceptable.
Pero otra pregunta es si esta mayor productividad nos hará más ricos o más bien reducirá el número de empleos. El temor al desempleo tecnológico (término inventado por nada menos que John Maynard Keynes en 1930) se remonta por lo menos a principios del siglo XIX. Incluso inspiró la excelente novela de Kurt Vonnegut titulada “La pianola”. Sin embargo, aunque la tecnología sí ha eliminado algunos empleos, históricamente siempre ha sido, según escribió Keynes, “una fase temporal de desadaptación” seguida del surgimiento de otras formas de empleo para remplazar los perdidos. Por ejemplo, al parecer el sobresalto de Excel de Microsoft (la aparición de programas de hoja de cálculo) eliminó muchos trabajos de contabilidad, pero, luego, fueron remplazados por más empleos, incluso en el área de análisis financiero.
No obstante, aunque no existen motivos para creer que lo que llamamos IA producirá un desempleo masivo, sí podría afectar a las personas que resulten desplazadas de su trabajo y tengan problemas para encontrar otro o se vean obligadas a aceptar un salario más bajo. ¿Quiénes podrían ser los perdedores?
Lo más probable es que la respuesta sea que las consecuencias más notorias se observarán en las personas con empleos administrativos relativamente exclusivos, muchas de quienes en este momento perciben salarios elevados, pero la mayoría de los trabajos manuales no se verán afectados.
Ahora bien, aunque esta predicción parece acertada en el caso de la IA generativa, hay otras aplicaciones de macrodatos que quizá afecten al trabajo manual. Por ejemplo, con todo el alboroto por ChatGPT, se le ha prestado relativamente poca atención al hecho de que, después de años de despliegues publicitarios fallidos, los vehículos autónomos ya han comenzado a entrar en servicio. De cualquier manera, en este momento parece más probable que la IA, en contraste con los avances tecnológicos de los últimos 40 años, sea un factor más influyente para la desigualdad en el sector de ingresos bajos que en el de los ingresos altos.
Por último, quizá valga la pena considerar los efectos de la IA generativa en un tema que ha vuelto a destacar: las inquietudes en torno a la deuda del gobierno.
Hasta hace poco, muchos economistas, entre los que me cuento, afirmaron que la deuda pública era menos preocupante de lo que muchos imaginaban, porque las tasas de interés aplicadas a la deuda estaban por debajo de la tasa de crecimiento a largo plazo de la economía, “r<g”. Así que estaba equivocada la idea común de que la deuda se inflaría tremendamente porque los pagos de intereses incrementarían la deuda y, por lo tanto, elevarían todavía más los pagos de intereses: en realidad, la razón de deuda a producto interno bruto, la cifra que en realidad importa, más bien tiende a fundirse que a inflarse.
Eso sí, el rápido aumento en las tasas de interés ha provocado que la deuda sea una causa de preocupación mucho mayor. Los cálculos convencionales de la tasa de crecimiento sostenible a largo plazo de la economía, como los de la Reserva Federal, por lo regular indican que será de alrededor del 1,8 por ciento. Y las tasas de interés real sobre la deuda federal ya se encuentran por arriba de esa cifra.
Sin embargo, extrañamente, las conversaciones sobre la sostenibilidad de la deuda no tienen ninguna relación con el discurso sobre la IA generativa. De hecho, estoy casi seguro de que no faltan personas que hayan advertido acerca de una crisis de deuda y desempleo masivo a causa de la IA, aunque no he hecho ningún esfuerzo por encontrarlas. Pero si los cálculos optimistas sobre el auge producido por esta tecnología son correctos, el crecimiento estará muy por arriba del 1,8 por ciento en la siguiente década y la deuda no causará tanta preocupación, después de todo (en especial porque si el crecimiento es más acelerado, impulsará las ventas y reducirá el déficit presupuestario).
Por supuesto, todas estas son meras especulaciones. Nadie sabe en realidad cuál será el impacto de la IA. Pero, repito, no tiene que ser “verdadera” inteligencia artificial para que tenga mucha influencia en la economía y, si nos aventuramos a hacer un pronóstico, lo más probable es que sí importe mucho.
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