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‘La sociedad de la nieve’, de Juan Antonio Bayona, arrasa con 12 premios Goya

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‘20.000 especies de abejas’, de la debutante Estibaliz Urresola, se llevó tres galardones en una noche con tantos guiños al cine como a los conflictos sociales y políticos.

Por El País

“Mi casa es el cine español, y este éxito es el vuestro”. Así agradecía Juan Antonio Bayona el último de los premios Goya a La sociedad de la nieve, su recreación vigorosa, sensible, emocionante y de factura impecable del accidente en Los Andes, el 13 de octubre de 1972, cuando un avión se estrelló en la cordillera. A bordo, cinco tripulantes y 40 pasajeros. De allí salieron 16 supervivientes, “en un acto inmenso de solidaridad”, recordaba la productora Sandra Hermida, con el Goya a mejor película en la mano. Y así definió la labor de su equipo en una ceremonia en la que la Academia de cine dejó atrás sus miedos a las plataformas —el filme fue producido por Netflix, ante la imposibilidad de reunir el presupuesto (casi 60 millones de euros) por los cauces habituales— y premió a un largometraje con una N roja al inicio. También de paso reverenció la ambición de un creador que cada día busca más y más en su arte, sin mirar jamás atrás. Y apostó por un artista que apoya a sus equipos y reflexiona diariamente sobre el futuro del audiovisual nacional: “Hay que avisar sobre la salud del cine español. Cada vez los presupuestos son más exiguos, y cuanto menos dinero hay, menos espectadores van a las salas. Cuidado con esa relación directa”.

Con Un monstruo viene a verme, el equipo de Juan Antonio Bayona había alcanzado nueve premios Goya. Anoche, en un arranque impresionante, tras los primeros dos galardones, a los que no optaba, del tirón se llevó 10 estatuillas: a diseño de vestuario, montaje, maquillaje y peluquería (que también estará en los Oscar), dirección de arte, dirección de fotografía, dirección de producción, efectos especiales, sonido, música original (para Michael Giacchino, el compositor estrella del estudio Pixar) y, en una de las sorpresas de la ceremonia, actor revelación, para el argentino Matías Recalt, que da vida a Roberto Canessa.

En la segunda parte de la ceremonia, el cineasta solo subió a recoger el de mejor dirección, el cuarto que obtiene en esa categoría con el que empató con Fernando León como realizador más premiado por la Academia. Con ese trofeo, aseguró: “A 4.000 metros, delante de las tumbas de los fallecidos, les pedí permiso a las familias para contar esta historia. Espero haber estado a la altura”, dijo Bayona. “Durante 10 años nos dijeron que no se podía hacer una película de esta ambición en español”, apuntaba. “Doy las gracias al público”, y a él le dedicó el cabezón. Después, sí, después ya escaló una última vez al escenario a por el Goya grande. La sociedad de la nieve es la tercera película de la historia con más premios del cine español, tras Mar adentro y ¡Ay, Carmela!

Los votantes de la Academia decidieron aupar a dos visiones del alma humana, del amor y la solidaridad en momentos clave de la existencia. Los galardones a 20.000 especies de abejas llegaron al final de la ceremonia, empezando por el Goya a mejor dirección novel para Estibaliz Urresola Solaguren. Ella, entre pinceladas de denuncia social en su discurso, contra los abusos y la violencia en el cine y en el mundo, agradeció a los padres de Sofía Otero que la dejaran en sus manos, y a la actriz infantil, ganadora del Oso de Plata de interpretación protagonista, “su perseverancia por hacerse ver”. Porque Otero construye a esa niña, Aitor en los papeles, Coco para su madre, Lucía en su interior, con una verdad desarmante.

La alavesa es la séptima mujer que gana consecutivamente en esta categoría. También para su película fueron los reconocimientos a actriz secundaria (Ane Gabarain, que soltó un “viva la diversidad”) y guion original. Ese libreto nació de la impresión que le causó el suicidio, en febrero de 2018, de Ekai Lersundi a sus 16 años. El adolescente había solicitado un tratamiento hormonal que nunca le fue concedido, y tras luchar en vano por que se reconociera su identidad de género, se quitó la vida en su casa. Pero dejó una carta, que la cineasta ha definido en varias ocasiones como “esperanzadora, luminosa”, con un objetivo: “Que su drástica decisión tuviera sentido y se produjera un cambio en la sociedad”. De ahí hilvanó su drama.

En mencionada Un monstruo viene a verme, aparecía Sigourney Weaver, Goya Internacional, un icono del cine de los últimos 45 años. Como dijo Bayona, entregador del reconocimiento: “Ella hizo que millones de niñas soñaran con poder ser guerreras. Con ustedes, una leyenda, la reina Sigourney Weaver”. Emocionada, la neoyorquina usó al inicio de su discurso unas palabras en español: “Qué profundo honor estar aquí con vosotros”. Habló de la felicidad por ser parte de una “industria creadora de tantas obras maestras”. Recordó su pasión infantil por los mapas y los monstruos que en sus márgenes esperaban para comerse a los aventureros, y de ahí pasó a su carrera, en la que se ha encontrado monstruos y dado vida a otros. “He sentido afinidad e inspiración en el cine español, que ha explorado lo que significa ser humano en este mundo”, dijo. “Estoy orgullosa de ser actriz, y de haber trabajado en este país”, en referencia a sus seis rodajes en España, antes de alabar la labor de su actriz de doblaje en estas décadas, María Luisa Solá. Y con cara risueña, se llevó el cabezón.

Para Cerrar los ojos, la vuelta a un largometraje de Víctor Erice tres décadas después de El sol del membrillo, fue el trofeo a mejor actor secundario: José Coronado. No hubo más para el genio, al que los votantes no recordaron. En un guiño a otro grande del cine español, Pedro Almodóvar, el reparto de Todo sobre mi madre se reunió 25 años después alrededor del sofá de la película para repetir el diálogo entre Agrado, personaje interpretado por Antonia San Juan, y Huma Rojo (Marisa Paredes). “La de pollas que me habré comido yo en lugares públicos sin que el interesado se diera cuenta”, ha recordado San Juan. “El tiempo que hace que no me como yo una polla”, le replicaba en pantalla, y de nuevo en Valladolid, Paredes. A su lado, Cecilia Roth, Penélope Cruz (con quien acababa aquel momento) y Almodóvar. El quinteto volvió al final para dar el premio principal, cuando Almodóvar respondió al ataque del vicepresidente de Castilla y León, Juan García-Gallardo, de Vox, que el viernes había calificativo de “señoritos” a una parte del sector. “Le voy a decir lo obvio: el dinero que los cineastas recibimos como anticipo lo devolvemos con creces al Estado”.

No hubo sorpresas en la interpretación protagonista: David Verdaguer, por su Eugenio en Saben aquell, y Malena Alterio, por Que nadie duerma, subieron a por sus galardones.

Pablo Berger, candidato al Oscar, se llevó dos premios con Robot Dreams, el de guion adaptado (sorpresa que rompió quinielas), por su versión del cómic de Sara Varon, y el más previsible, el de largo de animación, en el que ha sido su debut en esta técnica. Los académicos perdieron la oportunidad hace unos meses de que también hubiera competido al Goya grande, el de mejor película.

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