La compra de Twitter por parte de Elon Musk pone fin al gran culebrón empresarial del año, pero abre toda una serie de incógnitas en torno a la red social y sobre cómo será su futuro en manos del hombre más rico del mundo.
LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Musk ha dicho desde el primer momento que uno de sus objetivos es ampliar la libertad de expresión en Twitter, que considera coartada por las políticas de moderación de contenidos de la red social. Ahora está por ver hasta dónde llegará.
El empresario de origen sudafricano se declara un “absolutista de la libertad de expresión”, pero esta semana ya ha tratado de tranquilizar a los anunciantes avisando de que Twitter “no puede convertirse en un infierno” en el que todo vale y donde “puede decirse cualquier cosa sin consecuencias”.
La plataforma, aseguró en un mensaje, debe convertirse “en un lugar cálido y acogedor para todos, donde cada uno puede elegir su experiencia deseada según sus preferencias” y donde se respeten “las leyes”.
Mientras que en Estados Unidos hay una concepción más maximalista de la libertad de expresión, en otras regiones como en Europa existen más restricciones y desde Bruselas ya se advierte a Musk que el pájaro azul “volará” allí según las normas comunitarias.
Por lo pronto, se espera que la nueva Twitter vaya a una moderación de contenidos mucho menor, dando marcha atrás a las medidas que ha puesto en marcha en los últimos años para, por ejemplo, actuar contra quienes difunden noticias falsas o promueven discursos de odio.