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Lenta respuesta del gobierno desespera a sobrevivientes y los lleva a salir como sea de Acapulco, tras el paso de Otis

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La lenta respuesta de las autoridades para hacer frente a la devastación que causó el huracán Otis, que dejó al menos 27 muertos, elevó la desesperación de muchos sobrevivientes que buscaban como sea salir de la ciudad turística mexicana de Acapulco donde impera el caos por la falta de alimentos y agua y las fallas que persisten en los servicios.

Por AP

Personas caminando entre tiendas arrasadas, decenas de turistas deambulando por las calles junto a sus maletas sin saber adónde ir ni qué comer, eran escenas que se repetían en cada rincón de la ciudad costera, que en el pasado era conocida por su glamour y donde ahora la mayoría de sus pobladores aprenden a vivir entre el caos.

Pese a los esfuerzos de los operarios por restablecer la electricidad, la mitad del medio millón de hogares de Acapulco continuaba el viernes sin servicio, mientras miles de militares intentaban avanzar en las labores de retiro de los escombros y lodo de las calles de la zona turística ahora convertida en un cementerio de hoteles y comercios destruidos.

En medio del desolador panorama, decenas de turistas, cansados de esperar autobuses para salir de la ciudad, comenzaron la tarde del jueves a caminar varios kilómetros con sus hijos pequeños y las maletas por las estrechas aceras de un túnel para abandonar como sea el caos en el que sea ha transformado Acapulco.

En un intento por aliviar la demanda de los desesperados turistas, las autoridades militares anunciaron el viernes el envío de más de un centenar de autobuses y de tres aeronaves comerciales para avanzar en el proceso de evacuación.

De igual forma, se activó un puente aéreo para agilizar el envío de alimentos y agua, que se ha convertido en la mayor prioridad de las autoridades.

Así lo expresó el secretario de Defensa, general Luis Cresencio Sandoval, al reconocer el viernes, en la conferencia presidencial matutina, que la situación del agua potable en Acapulco es “muy crítica”.

La tarea de reconstrucción parecía inabarcable y la frustración con las autoridades era generalizada. Aunque se enviaron unos 13.000 militares a la zona, no contaban con las herramientas para limpiar las toneladas de lodo y los árboles caídos de las calles, algunas de ellas convertidas en ríos.

En las zonas más pobres, los vecinos se quejaban de que nadie les hacía caso.

Flora Contreras Santos, un ama de casa de una zona humilde a las afueras de Acapulco, iba de soldado en soldado contando su historia de desdicha: una ladera se derrumbó sobre su casa de techo de lámina y la fuerza del lodo y del agua arrancó a una niña de tres años de los brazos de su madre. No la han vuelto a ver.

“El cerro se les vino encima. El lodo se la quitó de los brazos a la mamá”, relató Contreras Santos. “Necesitamos ayuda. La mamá está mal, toda raspada y no encontramos a la niña”.

Nadie parecía interesado.

Y aunque la prioridad parecía ser el turismo, que es el motor de una ciudad donde el 80% de los hoteles sufrieron daños por el azote de Otis, también los visitantes se quejaban de haber sido expulsados de sus alojamientos sin comida ni agua.

Otros, como la estadounidense Alina Callejas, de California, pedía ayuda médica para su madre que parecía haber sufrido un derrame cerebral, pero lo mejor que pudieron ofrecerle los funcionarios locales fue llevarla en camioneta hasta una base militar local para que comiera gratis.

Paula Ruiz Velasco, dueña de un restaurante en la Ciudad de México, no recibió ni eso. Contó que los soldados le dijeron que ya no tenían nada y que si necesitaba algo que lo robara.

Según el gobierno del estado de Guerrero, el 95% por de los comercios resultaron dañados por el huracán. Gente desesperada entraba en muchos de ellos para agarrar lo que les fuera posible, en especial, aunque no exclusivamente, artículos de primera necesidad.

Las autoridades y los militares parecían desbordados por la situación. “No hay capacidad para detener el saqueo, es mucha la gente”, dijo Luis Enrique Vázquez Rodríguez, jefe de la policía local.

Edith Villanueva, con su hija pequeña en brazos, expresó su preocupación por las secuelas que tendrían a largo plazo la destrucción y los saqueos. La mujer trabajaba en una tienda de teléfonos móviles y se quejaba de que los habían robado todos. No tenía claro si el negocio reabriría.

“Es una cosa que roben comida, pero hay gente que abusa”, indicó.

El presidente Andrés Manuel López Obrador le restó el viernes importancia a los reportes de saqueos en los comercios de Acapulco y dijo que esos eventos sólo se dieron “en algunos lugares” debido a la emergencia y que ya se instalaron retenes de la Guardia Nacional en las calles para mantener el orden, pero no aclaró si la situación se había superado.

López Obrador atribuyó el caos que se vive en la ciudad turística a que “fue muy fuerte el impacto del huracán” y anunció que el gobierno está trabajando en una propuesta para apoyar financieramente al sector hotelero y comercial que sufrió daños en más del 80% de la infraestructura.

Hasta el momento las autoridades no han informado sobre el impacto económico que tendrá para México los daños ocasionados por Otis ni el tiempo que se requerirá para levantar a Acapulco.

Mientras, a través de las redes sociales, los familiares de muchas personas que seguían incomunicadas se organizaban desde fuera de Acapulco para dar con los suyos. A lo largo del jueves los grupos de WhatsApp, Telegram o Facebook se multiplicaron.

“Desde la noche del huracán estoy muy preocupado por mi hijo recién nacido”, explicó Juan Pablo López, de 26 años, a The Associated Press por teléfono desde Cancún. Estaba hablando con su esposa, que fue a dar a luz a Acapulco para estar con su familia, cuando la comunicación se cortó de repente por el impacto de Otis.

Creó entonces el grupo “Pasando Info Acapulco Otis El Destructor” con conocidos en Guerrero y amigos migrantes en Estados Unidos para que invitaran a sus contactos y poco a poco todo fue creciendo.

Antonio Esparza, un experto en marketing, era uno de los pocos optimistas en medio de la sensación de caos.

“Esto va a mejorar Acapulco, porque va a obligar al gobierno a poner atención aquí”, afirmó.

Desde el Vaticano el papa Francisco en un mensaje al arzobispo de Acapulco, Leopoldo González, envió su pésame a las víctimas y pidió que Dios “incremente en la comunidad cristiana sentimientos de ardiente caridad para colaborar en la reconstrucción” de las zonas afectadas. El mensaje lleva la firma del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado.

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