Rusia aprieta las tuercas en varias localidades de las provincias de Donetsk, Zaporiyia y Járkov para ampliar los combates y obtener victorias estratégicas este verano.
Por El País
El ejército ruso ha pisado el acelerador para conseguir victorias estratégicas en Ucrania este verano. El objetivo principal, según indicó el pasado abril Oleksander Sirski, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias, es tomar Chasiv Yar, en la provincia de Donetsk. Pero las fuerzas invasoras tienen otras cartas sobre la mesa. Además de Chasiv Yar, se han producido modestos avances esta primavera en dirección a la localidad de Pokrovsk, también en la provincia de Donetsk, en Robotine, en el frente de Zaporiyia y en las ciudades de Vovchansk y Kupiansk, ambas en la provincia de Járkov.
El progreso ruso es lento pero constante, siguiendo una táctica de desgaste de las defensas ucranias. Su superioridad en el número de tropas y de armamento, además de su control del espacio aéreo, ha permitido a Moscú ampliar el frente de guerra en 70 kilómetros, según dijo Sirski este viernes, y poner al límite los recursos ucranios. “El enemigo busca que utilicemos más brigadas en la reserva [en la zona norte de Járkov]”, escribió en un comunicado el comandante en jefe ucranio. Los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio (GUR) advierten de que el enemigo puede también abrir nuevos frentes en el norte, en la provincia de Sumi.
Kirilo Budanov, jefe del GUR, ha reiterado en los últimos días que Rusia quiere aprovechar una ventana de oportunidad, hasta junio, para poner en marcha una gran ofensiva de verano, las semanas que las Fuerzas Armadas Ucranias tardarán en recibir de forma fluida y en grandes cantidades el nuevo armamento estadounidense. El presidente, Volodímir Zelenski, insiste en que sus socios en la OTAN le aportan el suficiente armamento para resistir, pero no para expulsar al invasor.
EL PAÍS visitó a principios de mayo la región fronteriza de Sumi con Rusia y comprobó los trabajos contra el reloj para construir nuevas fortificaciones kilométricas de defensa. También en Kozacha Lopan, en la frontera de Járkov con Rusia, la artillería del invasor está intensificando su fuego y crecen las alarmas ante un posible ataque terrestre. Estos territorios fueron ocupados por Rusia al inicio de la invasión, en febrero de 2022, y no fueron liberados hasta la contraofensiva ucrania en septiembre de aquel año.
Este 2024 ha estado marcado por un déficit grave de munición de artillería y de tropas en el bando ucranio. Dependiendo del frente, Rusia ha contado con entre seis y 10 veces más proyectiles que Ucrania. No solo esto: un cambio significativo respecto a 2023 es el dominio aéreo ruso, tanto en número de drones como en la mayor libertad con la que bombardea su aviación contra las posiciones ucranias. El principal síntoma de ello fue la conquista rusa de Avdiivka, en Donetsk, el pasado febrero. Desde este bastión próximo a la ciudad de Donetsk, las fuerzas rusas han avanzado 15 kilómetros en dirección a Pokrovsk, municipio que sirve de capital de la retaguardia en el sur de la provincia. Para el Kremlin es prioritario terminar de conquistar la mitad de Donetsk que no controla, para tener ya el total dominio de la región de Donbás. La captura de Chasiv Yar todavía sería más determinante, ya que amenazaría con cortar en dos las defensas ucranias en Donetsk.
Pese a haber lanzado a decenas de miles de soldados rusos hacia las fortificaciones rivales, el presidente Vladímir Putin ha sorprendido a los suyos al asegurar que no se plantea tomar la segunda mayor ciudad de Ucrania. “En cuanto a Járkov, hoy no existen tales planes”, ha declarado el jefe supremo de las Fuerzas Armadas rusas en su viaje oficial a China esta semana. Según Putin, se trata de crear una supuesta “zona sanitaria” para evitar los ataques ucranios a la vecina ciudad de Bélgorod, separadas ambas por 80 kilómetros.
“Esta es la primera guerra de la historia en la que los planes no prevén el asalto de ciudades estratégicamente importantes del enemigo”, ha ironizado en Telegram el exdiputado de la Duma Estatal y coronel soviético Víktor Alksnis. “¿Cómo, sin ocupar Járkov, se pueden lograr los principales objetivos de la operación declarados por Vladímir Putin el 24 de febrero de 2022: la desnazificación y desmilitarización de Ucrania?”, agrega Alksnis antes de subrayar que estas declaraciones dejan entrever “serios problemas con la capacidad de nuestras fuerzas para asaltar Járkov y otras ciudades de Ucrania”.
EL PAÍS fue testigo el pasado miércoles y jueves de recurrentes ataques aéreos de los cazas rusos en la zona de Vovchansk, también de su uso de munición de racimo. El alcalde de esta localidad cercana a Járkov, Tamaz Gambarashvili, confirmó el miércoles a este diario ambas informaciones. Un día después, en un punto de evacuación de civiles, fue herido por una bomba de racimo.
El Estado Mayor ucranio informó de que en Liptsi, la otra localidad a la que los invasores están intentando acceder en esta zona gris de Járkov, las bombas guiadas aéreas habían causado estragos. El progresivo déficit de sistemas antiaéreos es el mayor problema defensivo de Ucrania, según subrayó esta semana Zelenski en su reunión con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.
Zelenski también constató que tras la primera embestida rusa en Járkov, la situación, pese a ser “extremadamente difícil”, se ha estabilizado y se ha frenado el avance. Así lo ha podido constatar EL PAÍS en visitas a Vovchansk y Liptsi, donde las posiciones rusas incluso han retrocedido. “Hace unos días esto era el infierno, ahora los estamos poniendo en apuros”, explicaba el jueves, a dos kilómetros de Liptsi, el soldado Maxim, miembro del Batallón Sich.
El apoyo internacional de Ucrania se mantiene firme. Como han reiterado esta primavera mandatarios como el francés Emmanuel Macron o el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, Europa no puede permitirse que Putin gane la guerra. Pero al mismo tiempo, según admite el Gobierno ucranio, cada vez será más difícil convencer a los aliados europeos y estadounidense de que le suministren grandes partidas de asistencia militar. Más de medio año tardó el poder legislativo estadounidense en aprobar los 57.000 millones de euros en armamento que prometió el presidente Joe Biden. Aportarán incertidumbre las elecciones al Parlamento Europeo de este junio, donde partidos populistas de izquierdas y de derechas cuestionan el apoyo a Ucrania, y sobre todo las presidenciales en Estados Unidos en noviembre, en las que el posible candidato republicano, Donald Trump, es partidario de cerrar el grifo para Kiev alegando que es una guerra imposible de ganar. También Biden, según han informado medios como Politico, quiere que el debate sobre la guerra en Ucrania pase a un segundo plano durante la próxima campaña electoral.
Causó revuelo en Ucrania una información publicada el 12 de mayo por el diario The Times en la que fuentes del Gobierno británico aseguraban que su ministro de exteriores, David Cameron, planteó a Trump en una reunión en abril la necesidad de apoyar a Ucrania hasta 2025, para que en ese año se sienten los dos bandos y acuerden la paz.
Por su parte, el transcurso de la guerra ha estrechado la dependencia de Moscú con Pekín, la principal tabla de salvación económica del régimen de Putin pese a que a la hora de enviar munición ha titubeado más que los aliados incondicionales de Rusia, como Irán.
En clave interna, Putin ha reforzado su poder con la persecución de toda la oposición, tanto liberal como ultranacionalista. Ejemplo de ello es que apenas nadie se ha atrevido a criticar al mandatario tras su última purga en el Ministerio de Defensa, donde apartó al ministro Serguéi Shoigú y fueron detenidos dos importantes altos cargos por corrupción masiva. La elección de un economista al frente de la defensa es un indicio de que Putin quiere prolongar la guerra los próximos años.
Zelenski tampoco tiene amplio margen a nivel interno. Las encuestas indican que su popularidad va a la baja y que una gran mayoría de los hombres están en contra de ser movilizados para sumarse al ejército. Este sábado entró en vigor la nueva ley de movilización de civiles. Con esta norma se espera poder incorporar al ejército a cerca de 400.000 nuevos soldados, una medida impopular en la sociedad, pero fundamental para renovar regimientos diezmados de personal tras más de dos años de guerra. Los nuevos contingentes podrían empezar a combatir a partir de la segunda mitad del verano. La duda es si será posible una movilización igual en el futuro sin provocar una crisis política en el país.
Ambos bandos tienen actualmente unos números parejos de combatientes en el campo de batalla, alrededor de medio millón de tropas para cubrir unos 2.000 kilómetros de frente, según los datos del Centro para el Análisis de las Tecnologías y las Estrategias ruso, que advierte de que el potencial de las Fuerzas Armadas rusas en 2024 estará absolutamente determinado por la disposición del Kremlin para ejecutar una nueva movilización.
Pese al paso dado por Kiev para reforzarse, el nuevo ministro de Defensa de Rusia, Andréi Belóusov, ha descartado que el Kremlin también vaya a proceder a realizar un alistamiento forzoso de la la población, aunque no ha sido muy convincente. “Hay ciertos problemas con el reclutamiento del ejército, pero no estamos hablando de hacer una movilización”, afirmó esta semana Belóusov.
Fuera de la burbuja de Moscú, en los graneros de soldados en los que se han convertido las provincias pobres de Rusia, los cementerios están repletos de tumbas de soldados muertos en Ucrania. El Ministerio de Defensa ha logrado capear por ahora las pérdidas con su movilización de 2022 y el flujo masivo de voluntarios gracias a un salario muy atractivo para el ciudadano medio: más de 200.000 rublos al mes —unos 2.000 euros— por alistarse, e indemnizaciones a la familia por volver herido o muerto. En Rusia, un 59% de la población ganó menos de 450 euros al mes el año pasado, según Rosstat, y solo un 10% era más que mileurista.
Sin embargo, el flujo de voluntarios se está secando en Rusia. Los más convencidos ya se alistaron en estos dos largos años de conflicto, la fatiga de la guerra es visible también entre los rusos, y las protestas por una nueva movilización podrían ser mayores que las vividas en 2022. El margen para el Kremlin es escaso y el Comité de Defensa de la Duma Estatal ha rechazado esta semana eximir de un futuro reclutamiento a los padres de tres hijos.
Además de los frentes abiertos, Moscú podría forzar más al ejército ucranio con un despliegue militar en Bielorrusia, país fronterizo con Ucrania y el camino más corto hacia Kiev. La Comunidad de Trabajadores del Ferrocarril de Bielorrusia y el centro de análisis militar bielorruso Gayun informan de preparativos en sus líneas de tren para transportar material pesado y soldados rusos a aquel aliado de Moscú, hasta ahora “neutral” en la guerra de Ucrania. Bastaría con realizar unos entrenamientos en aquel país, como en las semanas previas a la invasión en 2022, para provocar otra amenaza sobre la capital ucrania.