José y Mariana*, hermanos originarios de Guatemala, habitan en la Casa del Migrante de Saltillo, en México, por varias semanas ya.
Por OHCHR
Su trayecto hacia Estados Unidos de América comenzó con sueños de una mejor vida, pero cerca de la frontera con EU, sus esperanzas se convirtieron en una pesadilla. Fueron secuestrados por un grupo del crimen organizado que casi les causa la muerte. En total desesperación, contactaron a su familia en Guatemala, que vendió todo para pagar un rescate de 7,000 dólares estadounidenses. En libertad, pero abandonados, José y Mariana eventualmente llegaron al albergue, encontrando consuelo temporal entre sus muros.
Ahora, su único deseo es volver a casa. Sin embargo, como muchas personas migrantes, no tienen los recursos necesarios para el viaje de regreso. Historias como la suya son muy comunes. Miles de personas migrantes arriesgan todo para atravesar México y escapar de la violencia, la pobreza y la persecución, enfrentando a menudo peligros que les cuestan la vida.
En la Casa del Migrante, los coloridos muros son más que un santuario; son un faro de dignidad y derechos humanos. Por más de 20 años, el albergue ha servido como salvavidas para personas migrantes, proveyendo apoyo fundamental en una ruta migratoria muy peligrosa.
Ubicado en Saltillo, capital de Coahuila, un estado del noroeste mexicano, la Casa del Migrante se encuentra en un punto crítico de la ruta migratoria. Saltillo, a menudo referido como “el Detroit de México” por su preminencia industrial, es cruzado por el notorio tren conocido como La Bestia o el Tren de la Muerte.
El director del albergue, Alberto Xicoténcatl, ha dedicado su vida a defender los derechos de las personas migrantes, a pesar de los riesgos.
“La injusticia tiene una raíz en estructuras que explotan vulnerabilidades. Pero es una estructura que no es inamovible. Podemos cambiarlas”, dijo Xicoténcatl. “Quienes defendemos derechos humanos no hablamos de personas ilegales. Al final, a nosotros no nos toca calificar a una persona de buena ni de mala, ni de legal o no ilegal.”
La Casa del Migrante trabaja para proteger y defender los derechos de las personas migrantes en su trayecto hacia los Estados Unidos, ya que a menudo enfrentan serios peligros, incluyendo desapariciones, asesinatos, secuestros, ejecuciones, tráfico y otras graves injusticias y violaciones.
Defendiendo los derechos de las personas migrantes
“Esa capacidad que tenemos como seres humanos de construir y reconstruir la realidad fue lo que me motive a asumir que una de las formas es la herramienta que son los derechos humanos”, dijo Xicoténcatl.
Xicoténcatl dijo que siempre ha querido luchar contra las injusticias y hacer algo por las personas más vulnerables. Se dio cuenta que a través de los derechos humanos podía impulsar la manera en la que funcionaba el albergue.
“[Al inicio] se veía en las casas de migrantes espacios de asistencia que no defendíamos derechos humanos. Fue la teoría de los derechos humanos que me hizo primero entenderme como una persona defensora de derechos humanos”, dijo Xicoténcatl. “Estábamos luchando por defender los derechos humanos de las personas migrantes y de las personas refugiadas. No importaba si era el trabajo de los o las abogadas o de la persona que se encargaba de la cocina. Lo hacíamos de manera conjunta”.
La lucha no se ha dado sin costos. La Casa del Migrante ha enfrentado amenazas y riesgos, al punto que tienen medidas de protección del Mecanismo de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas en México.
“Cuando empezaron varios ataques a la Casa del Migrante de Saltillo, me di cuenta de que el trabajo que estábamos haciendo estaba dañando intereses económicos, de instituciones y de sujetos que violan derechos humanos o que cometían delitos en contra de las personas migrantes”, dijo Xicoténcatl.
Pero ¿por qué dañar un albergue dedicado a los derechos humanos y el trabajo humanitario por las personas migrantes? De acuerdo con Xicoténcatl, la razón es simple: dinero. Las organizaciones criminales han encontrado en las personas migrantes una fuente de ingresos. Toman de ellas todo lo que tienen con la promesa de ayudarles a llegar a EU, estos grupos tiene poca o nula capacidad de garantizar la seguridad de las personas a lo largo de México, dijo Xicoténcatl.
“Hemos tenido casos de personas migrantes, por ejemplo, que han sido obligadas a trabajar para la delincuencia organizada, que les hacen preparar comida para los grupos delictivos, mujeres que han tenido que ser parejas sexuales de sicarios. Esto pasa porque las personas migrantes están en estado de vulnerabilidad”, dijo.
Entonces, cuando las casas de migrantes empiezan a garantizar protección, dañan los intereses de las organizaciones criminales, añadió.