Las sanciones impuestas a Rusia tras la invasión a Ucrania afectaron las ventas de las grandes marcas en Rusia después de la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Vladimir Putin en 2022.
Por Infobae
Sin embargo, los ricos han buscado mecanismos alternativos para poder tener acceso de forma ilegal a prendas de lujo que definen la moda europea.
A través de una red de revendedores, compradores personales y contrabandistas, los bolsos de diseñador y las prendas de alta gama continúan llegando a ciudades como Moscú, desafiando las restricciones internacionales.
Desde 2022, la Unión Europea limitó la venta de artículos de lujo a Rusia, restringiéndola a productos con un valor inferior a 300 euros (312 dólares). Sin embargo, esta medida ha generado una industria paralela que alimenta la demanda de las élites rusas. Plataformas como Instagram y Telegram se han convertido en puntos de contacto clave para los revendedores, quienes ofrecen mercancías exclusivas traídas desde Europa o los Emiratos Árabes Unidos.
Un ejemplo de esto es Lliyenish, un comprador personal con más de 10.000 seguidores en redes sociales que promete cumplir cualquier pedido. En paralelo, registros aduaneros muestran cómo países como China y Dubái funcionan como intermediarios para que los productos lleguen finalmente a territorio ruso. En septiembre, por ejemplo, un cargamento con más de 300 bolsos de Bottega Veneta, fabricados en Italia y con un precio promedio de 1.800 dólares, fue enviado desde Dubái a Rusia por un revendedor con base en China.
Mientras tanto, algunas marcas han encontrado formas de seguir operando dentro de las restricciones. Canali, una firma italiana de trajes, ajustó los precios de sus productos para ubicarlos justo por debajo del límite permitido, aunque la empresa sostiene que cumple plenamente con las normativas. Sin embargo, estas estrategias son vistas por analistas como intentos evidentes de esquivar las sanciones, lo que refuerza el flujo de bienes de lujo hacia Rusia.
Por otro lado, los revendedores independientes han experimentado un auge en su actividad. Un comprador italiano, conocido como Mikhail, relató que envía hasta 20 paquetes por semana desde su apartamento lleno de bolsos de diseñador, ganando comisiones de hasta 6.000 euros (6.240 dólares). Según Mikhail, los comerciantes europeos saben perfectamente que sus productos terminan en Rusia, pero priorizan las ventas por encima de cualquier implicancia política.
El impacto de estas prácticas no es uniforme en la sociedad rusa. Para la clase media, que solía permitirse algún lujo ocasional, la situación ha cambiado drásticamente. Una diseñadora web de 28 años en Moscú explicó que los altos márgenes de los revendedores hacen que estos productos sean inaccesibles para ella. “Los ricos siguen obteniendo todo a través de compradores personales, nada ha cambiado para ellos. Pero para los demás, ya no es posible. Antes trabajaba más para darme estos gustos, pero ahora siento que he bajado de clase social”, dijo al Financial Times.
Este comercio paralelo no solo mantiene el acceso de las élites a productos exclusivos, sino que también tiene un efecto político. Según Vitali Volovoi, de la organización Squeezing Putin, el flujo continuo de bienes de lujo refuerza al régimen de Vladimir Putin al alimentar la idea de que las sanciones no logran aislar al país. Yuliia Pavytska, del Instituto de Economía de Kiev, advirtió que estas prácticas reducen la efectividad de las sanciones, debilitando su impacto económico y político.