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Michael J. Fox: cuando ser un eterno optimista se convierte en la gran tragedia de tu vida

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El documental de Davis Guggenheim para Apple TV+ sobre el ascenso al éxito del actor de ‘Regreso al futuro’ también aborda su obstinada forma de negar la realidad del párkinson.

Por El País

La historia de ascenso al éxito de Michael J. Fox bien podría ser un guion de una película juvenil de los años ochenta, el cine que él dominó y que le encumbró. Así es como Davis Guggenheim, responsable de otros documentales de relumbrón como Él me llamó Malala y Una verdad incómoda, con el que ganó un Oscar en 2007, propuso a Apple TV+ un documental sobre el actor que se saltara las reglas del género. “Quería construir un relato juvenil, aventurero, con muchos altos y bajos y una gran banda sonora (de Guns N’ Roses a Beastie Boys), para que la gente se olvidara de que era un documental”, recordaba el director en el mes de marzo durante una conversación telemática. Su esposa, la actriz Elisabeth Sue, fue uno de los rostros de esa particular forma de hacer cine y una de las compañeras de reparto de Fox.

Pero, continúa explicando Guggenheim, cuando ruedas no ficción no puedes hacerte una idea predeterminada de cuál será el tono de tu película, porque la realidad siempre se impone. Tras meses compartiendo tiempo con el actor, el dolor emocional y físico comenzó a ganar terreno en La vida de Michael J. Fox. La película tuvo su estreno mundial en el festival de cine de Sundance y ahora está disponible en el catálogo de la plataforma de contenidos a la carta.

“Su optimismo, que puede parecer un de sus fortalezas, puede terminar siendo una de sus debilidades. El tío lo lleva demasiado lejos”, cuenta sobre el protagonista de su película. Ese carisma a punto estuvo de arruinar el tono de su narración. En su última entrevista para el documental, el director pudo enseñar a Fox algunas cosas que ya estaba montando. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que nunca habían abordado de manera clara ese dolor tan presente en su día a día. “Me sentí incluso un poco estúpido por no haberle preguntado antes por ello. Pero es que Michael es una persona que está programada para parecer siempre alegre. A su edad, sigue manteniendo esa actitud de ‘soy un chico bajito que va a conquistar el mundo’ y hace que te olvides de los aspectos menos luminosos de su vida, por muy evidentes que sean”, argumenta el experimentado cineasta. “Estuve a punto de dejar que se saliera con la suya, hasta que me di cuenta de que tenía que quitarle esa máscara y contar esa parte de él ante la cámara”.

“Su optimismo, que puede parecer un de sus fortalezas, puede terminar siendo una de sus debilidades. El tío lo lleva demasiado lejos”, cuenta sobre el protagonista de su película. Ese carisma a punto estuvo de arruinar el tono de su narración. En su última entrevista para el documental, el director pudo enseñar a Fox algunas cosas que ya estaba montando. Y fue entonces cuando se dio cuenta de que nunca habían abordado de manera clara ese dolor tan presente en su día a día. “Me sentí incluso un poco estúpido por no haberle preguntado antes por ello. Pero es que Michael es una persona que está programada para parecer siempre alegre.

A su edad, sigue manteniendo esa actitud de ‘soy un chico bajito que va a conquistar el mundo’ y hace que te olvides de los aspectos menos luminosos de su vida, por muy evidentes que sean”, argumenta el experimentado cineasta. “Estuve a punto de dejar que se saliera con la suya, hasta que me di cuenta de que tenía que quitarle esa máscara y contar esa parte de él ante la cámara”.

Y, aunque La vida de Michael J. Fox efectivamente aborda con la épica propia de la época cómo un chico sin hechuras de estrella de cine, criado en una base militar de Canadá, se convierte en la gran estrella de Hollywood de los años ochenta, también explica cómo su existencia cambia por la llegada de una enfermedad inesperada y sin cura, el párkinson. El diagnóstico apareció cuando ni siquiera había cumplido los 30 años. Ya entonces era un marido y un padre ausente, más preocupado por alcanzar la fama, desvela él mismo en sus confesiones grabadas para esta producción.

Sin querer caer en la tragedia, Guggenheim desvió ligeramente el prisma hacia un lugar en el que el espectador y él mismo pudieran sentirse identificados. El estadounidense admite que, a pesar de los éxitos cosechados como documentalista, cuando llegó este proyecto a sus manos se encontraba en un punto de su carrera en el que había perdido la sensación de disfrute con su trabajo. “Hacerse mayor es una faena. Y también es algo que contamos en la película a través de Michael. Llega un momento en que dejas de correr para alcanzar ciertas metas y comienzas a correr para alejarte de ciertas cosas”, confiesa el director, a unos meses de cumplir los 60 años, solo un par menos que el protagonista de la saga Regreso al futuro. “Yo también viví esa sensación de sentirte invencible, de pensar que ibas a vivir para siempre, que tu siguiente película iba a ser mejor que la anterior… A veces lo era, pero llegó un momento en que dejé de creerlo”, confiesa. Por eso, esta no es la historia “de ese tío heroico que batalla contra el párkinson, sino de alguien que hace justo lo contrario… intenta huir y no enfrentar el problema”. Y ahí es donde Guggenheim encontró un relato que le resultaba “verdaderamente interesante… y cercano”, dice.

Antes de comenzar a trabajar con Fox no era un gran admirador de su trabajo, solo disfrutaba de su carrera de forma casual. “Digamos que conocía sus grandes éxitos. Y, cuando no conoces bien a alguien, a veces caes en ese cliché de creer que si una persona es divertida no puede ser profunda al mismo tiempo. Poco a poco, fui descubriendo su inteligencia y sabiduría y desvelándola en la película”.

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