Por: El País
El trumpismo se sienta por fin en la silla que ocupó Nancy Pelosi. Esta vez no es por la fuerza. Mike Johnson, un desconocido congresista de 51 años, es el nuevo presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el segundo cargo en el orden de sucesión a la Casa Blanca tras la vicepresidencia. Accedió al puesto como quinta opción, después de que candidatos moderados y radicales fueran cayendo ante la falta de acuerdo de los republicanos, con mayoría en la Cámara.
El currículo legislativo de Johnson para convertirse en speaker es nulo. Sus cualidades eran dos: tener un perfil público mínimo y, sobre todo, ser un colaborador principal desde dentro del Poder Legislativo en las maniobras de Donald Trump para revertir el resultado electoral de 2020, que desembocaron en el asalto a la misma institución que ahora preside.
El ascenso de Johnson a un puesto con tanto poder ha provocado el escrutinio inmediato de su perfil. Además de su apoyo activo a la conspiración golpista que investiga la Fiscalía, el retrato que emerge es el de un personaje ultrarreligioso, antiabortista, profundamente homófobo y partidario de un conservadurismo de corte fanático. Fue el apoyo expreso de Trump lo que inclinó la balanza hacia Johnson, lo que evidencia que el líder republicano considera al nuevo speaker alguien no solo de su cuerda, sino fácilmente influenciable en comparación con otros radicales que fracasaron.
A corto plazo, la consecuencia es más caos y parálisis. La primera decisión de Johnson fue bloquear la ayuda para Ucrania e Israel solicitada por la Casa Blanca con demandas de recortes presupuestarios. La política fantasiosa de la extrema derecha tiene un recorrido muy corto cuando hay que tomar decisiones críticas de las que dependen millones de personas.
En el ámbito interno, el primer gran choque con la realidad lo impone la fecha del 17 de noviembre, cuando se acabe la financiación del Gobierno, que tiene que renovar el Legislativo. Solo puede hacerlo con acuerdo de los demócratas. La parálisis está dejando al desnudo muy deprisa la inutilidad política del populismo, pero el daño colateral es demasiado grande. A pesar del trumpismo, los demócratas no pueden desaprovechar ninguna oportunidad para llegar a un acuerdo.
El aspecto más preocupante del ascenso de Johnson, sin embargo, está en el largo plazo. Revela que la batalla interna en el Partido Republicano se resuelve sistemáticamente a favor de Trump, a pesar de haber demostrado ser un lastre electoral. Sigue liderando las encuestas y cobra fuerza la posibilidad de que vuelva a ser el candidato. Está imputado por más de 90 cargos en cuatro jurisdicciones distintas. A estas alturas, solo la justicia parece en condiciones de sacarlo de la política estadounidense. Pero incluso en ese escenario, la pregunta es cuántos Mike Johnson ha dejado dentro de las instituciones y cuánto daño son capaces de hacer.
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