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Mobutu, el estrafalario y corrupto líder africano: asesinatos, tortas en el Concorde y futbolistas torturados

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Mobutu se mantuvo en el poder en Zaire durante 32 años. Fue uno de los líderes más corruptos de la historia. Es recordado por su saqueo sitemático, crímenes y excentricidades

 

Sese Seko Mobutu fue uno de los líderes más corruptos de la historia. Gobernó Zaire durante más de 32 años. Fue sanguinario, estrambótico y ávido. Apoyado por las potencias occidentales en medio de la Guerra Fría, Mobutu aprovechó para quedarse con parte de cada empresa de su país. El saqueo de las arcas del Estado en beneficio propio convirtió a su tierra en una de las más pobres del planeta pese a tener una enorme riqueza de recursos naturales. Con gorro de leopardo, un llamado a los orígenes, buenas relaciones con las potencias no soviéticas y conductas extravagantes, Mobutu con su saqueo de tres décadas se transformó en uno de los líderes más corrupto del Siglo XX, pese a la nutrida competencia que enfrenta en esa categoría.

Por infobae.com

La República del Congo había dejado atrás años de dominación belga. Cuando parecía que a principios de la década del sesenta, el país recién independizado tomaría rumbo hacia la izquierda, Patrick Lumumba fue asesinado. Uno de los militares que participó de la acción fue un general de poco más de treinta años, Joseph Desiré Mobutu. Las luchas por el poder eran sangrientas. Mobutu fue más hábil y más sanguinario que el resto y logró imponerse. En 1965 llegó al poder en el Congo. Las luchas siguieron durante años. Pero el nuevo líder mostró mano dura, impiedad y una avidez de poder mayor al del resto de sus compañeros de armas. También una gran habilidad para conseguir apoyo externo. Aunque al principio las grandes potencias occidentales se mostraban cautos, cuando vieron que Mobutu llegó para quedarse lo apoyaron abiertamente. Era el garante de que el comunismo no ganaría la partida, de que el bloque soviético no echaría mano a las riquezas naturales del país. En esos años fueron muchos los regímenes dictatoriales y asesinados apoyados (y hasta prohijados) por alguna de las dos grandes potencias con la excusa del Guerra Fría. Uno de los derrotados por Mobutu fue Kabila que contaba con el apoyo del Che Guevara y sus hombres cubanos.

No habían pasado dos años desde su llegada al poder cuando decidió eliminar todo rastro republicano. Abolió el parlamento, se alejó de los preceptos constitucionales y acumuló todo el poder. Las excusas eran las de siempre. El apoyo exterior lo envalentonaba. Sus gestos paternalistas se acentuaban.

Pero Mobutu, en público, no se mostraba por norteamericano a pesar de las constantes ayudas económicas, políticas y diplomáticas. Podría haber cantado eso de “Ni Yanqui, ni marxista: mobutista”. Sin embargo no hace falta investigar demasiado para ver de qué lado se encontraba. Fue recibido con honores por los presidentes de Francia y Estados Unidos, por el rey belga y hasta por el Papa. Cuando su imperio se empezaba a desmoronar y cuando el apoyo de Occidente fue retaceado, Mobutu no dudó en acercarse a China para seguir recibiendo financiamiento externo.

La fortuna de Mobutu era incalculable. Y no se trata de un lugar común ni de una manera de decir. Nadie puede decir con precisión cuál fue el monto del saqueo. Algunos hablaban de 5.000 millones de dólares; otros de bastante más. En algún momento se dijo que su fortuna representaba el 20 % de las riquezas de la República del Congo. Otra referencia: su patrimonio llegó a ser mayor a la deuda externa de su país.

En 1971 puso en marcha un proceso de Autenticidad. Una vuelta a las raíces africanas. Cambió el nombre del país por Zaire. Y nadie podía tener un nombre que no fuera autóctono, africano. Se prohibieron los de procedencia cristiana. Él mismo cambió el suyo. Pasó a llamarse Mobutu Sese Seko Kuku Nbdengu Wa Za Banga que significaba algo así como El guerrero todopoderosos que va de conquista en conquista y que sólo deja fuego a su paso. También dejó las ropas occidentales y comenzó a llevar a todos lados ese gorro circular de leopardo que lo caracterizó.

Pero una de las consecuencias más notables de ese proceso de Autenticidad no sólo el rebautismo del país y de sus ciudadanos. Sino que se llevó a cabo un proceso de nacionalización de todas las empresas y riquezas nacionales. Esas expropiaciones fueron la excusa perfecta para que Mobutu, su familia y unos pocos personajes cercanos a él se quedaron con gran porcentaje de todas esas empresas. Eso implicó dos cosas en simultáneo: un enriquecimiento obsceno de Mobutu y el progresivo deterioro en el funcionamiento de las empresas y en la explotación de los recursos.

Mobutu no se privaba de ningún lujo. El culto a su imagen llegó a niveles casi religiosos. Fotos de él en cada despacho y oficina oficial, lugares públicos con su nombre, el borramiento de cualquiera que no fuera él, infalibilidad de sus dichos, su perfil en los billetes. Este sistema sólo se podía mantener con censura, poderío militar, silenciamiento de la oposición y asesinatos a mansalva de cualquiera que mostrara la menor disidencia.

En algún momento el culto a la personalidad fue tan inmenso que en los medios estuvo prohibido llamar a cualquiera por su nombre propio. El único nombre permitido, el único que era nombrado era Mobutu. El accionar suyo y de sus hombres eran temibles. Reinaba el pánico. Lo único que tenía débiles eran sus escrúpulos.

Zaire tenía una enorme riqueza en recursos naturales: petróleo, uranio, carbón, minas de diamantes, estaño, oro, plomo y zinc. Y la reserva de cobalto más grande del mundo. Pese a esta enorme riqueza natural, el país durante el (largo) periodo de Mobutu era el cuarto más pobre del mundo. Pero no pasaba lo mismo con su dictador.

En el momento de su caída los diarios publicaron la lista de algunas de sus posesiones: castillos en Bélgica (allí además tenía otras ocho casas de campo), Suiza (en él contaba con 25 mayordomos permanentes), Portugal, España, Costa de Marfil, Corea del Sur y hasta en Brasil. Su preferido era el palacio majestuoso de varios siglos de antigüedad que poseía en Marruecos y el que eligió para ir a morir tras su caída del poder en 1997. A esto hay que sumarle campos en una decena de países. Algunas de estas transacciones las pagó con recipientes desbordantes de diamantes.

De esas posesiones tal vez la más impactante sea Gbadolite, no sólo su majestuoso palacio presidencial, sino toda la ciudad.

Hasta su asunción era sólo una pequeña aldea con unos centenares de chozas y 1.500 habitantes. Como había sido su lugar natal, allí decidió instalar la mansión más lujosa de África. Hizo traer mármol de Carrara, la vajilla era Limoge, los muebles originales Luis XV, huevos de Fabergé, pinturas de maestros europeos de siglos pasados. Tenía helipuerto, dos piletas olímpicas, sauna, salones de baile inmensos. A un costado construyó la pista de aterrizaje más larga del continente. Pero no le alcanzó con eso. Hizo tirar las construcciones de adobe y erigió ministerios, escuelas, museos y hasta un hotel cinco estrellas.

En la pista de aterrizaje carreteó alguna vez el Concorde, en el que hizo venir desde París al más reputado chef europeo del momento con su torta de cumpleaños.

Tras la caída del poder de Mobutu, Gbadolite fue olvidada. No recibió más aportes estatales, los edificios fueron saqueados, y todo se deterioró. Retrocedió en el tiempo, como si el esplendor de los años setenta y ochenta hubiera sido un espejismo. Sólo quedan estructuras derruidas, escombros, como si nunca hubiera habido una puerta o una ventana en toda la ciudad. Algún maestro bienintencionado alfabetiza a sus alumnos entre las ruinas de lo que fue un edificio público. Y si alguien se enferma ni siquiera puede reconocer cuál de esos hierros retorcidos, paredes carcomidas y estructuras vacías y sucias fue el hospital de la ciudad modelo soñado por el dictador africano.

Una de las obsesiones de Mobutu era el prestigio en el exterior. Rápidamente se dio cuenta de que el deporte era un gran camino para promocionarse en otros lugares del planeta. Los dos hechos de mayor repercusión sucedieron en 1974.

Con el apoyo de Mobutu, sobornos, presiones y condiciones infernales cada vez que le tocó ser local, Zaire clasificó por primera vez a un Mundial. Alemania 74 los esperaba. El dictador nombró a los jugadores como embajadores de la nación. Tenía mucha expectativa puesta en ellos. Los colmó de honores y de promesas. Casas, millones y autos importados si lograban buenos resultados. Pero la realidad fue imposible de enmascarar. No sólo fue un desastre futbolístico sino que Zaire y sus excentricidades y torpezas los convirtieron en el hazmerreír del campeonato. El debut fue con Escocia. Perdieron 2 a 0. Un resultado digno contra un rival europeo. Pero a Mobutu no le gustó. Exigió cambios y pidió castigos para el segundo encuentro. Las presiones del poder de Zaire hicieron que el DT cambiara al arquero (dicen que el suplente era amigo de un ministro) en medio del partido. Yugoslavia los vapuleó: ganó 9 a 0. La furia de Mobutu se escuchó desde Kinshsha hasta Alemania. Y, para colmo, todavía les faltaba Brasil. Pero los cariocas les hicieron precio. Consiguieron los tres goles que necesitaban para pasar de ronda.

Ese partido tuvo una de las escenas más curiosas de la historia de los mundiales, cuando ante los amagues de los brasileros en un tiro libre, un jugador de Zaire salió disparado de la barrera y de un puntinazo despejó la pelota antes que la tocara algún rival. Ese jugador, Mwepu Ilunga, debió haber sido expulsado el partido anterior por zarandear al referí, pero este le sacó la tarjeta a otro porque para él los hombres de color eran todos iguales (no fue el único gesto racista contra ellos: en el primer partido fueron varios los escoceses que escupieron a sus marcadores y les gritaban con desprecio “¡Negros!”). Al volver a su país varios jugadores fueron encarcelados por el dictador. En prisiones clandestinas los torturaron como castigo a su floja performance en el Mundial y por el escarnio al que sometieron a su país: tal vez lo que le molestaba a Mobutu fue que no pudo aprovechar la atención mundial para mejorar su imagen y realizar nuevos negocios. De Zaire en Alemania 74 tal vez el hito más memorable haya sido que Mukombo, uno de sus defensores, fue la figurita difícil, deseada por miles de niños, en el álbum de figuritas argentino del Mundial.

El otro gran hecho deportivo fue la pelea de Muhammad Ali y George Foreman por el título del mundo de los pesos pesados. Don King había prometido una bolsa de cinco millones de dólares a cada púgil. El promotor hizo una gira por África hasta reunirse con Mobutu que se encontró dispuesto a financiar el evento. Su fortuna lo permitía. Y consideraba que un par de decenas de millones de dólares era barato para promocionar a su país (además de las bolsas construyó un gran estadio para el evento). A los boxeadores y a la prensa no le importó que la pelea la organizara un dictador, omnipresente en cada rincón de Zaire. Todo está representado (también la hazaña de Ali) en el documental When We Were Kings.

La caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética desperdigaron sus efectos por todo el planeta. Con la Guerra Fría finiquitada, Mobutu ya no fue necesario ni garante de nada en el continente para las potencias occidentales. El apoyo (y en especial el financiamiento) cada vez fue menor. Por otro lado, las décadas de corrupción y de ineficacia habían agotado al país. No había dinero, la pobreza era galopante, la inflación anual superaba los tres dígitos (los años que no había hiperinflación) y ya nada funcionaba. Los recursos estaban subexplotados. Toda la riqueza natural no servía para nada. Mientras tanto, Mobutu lograba mantener el poder generando algunos opositores débiles y fulminándolos cuando obtenían notoriedad para seguir metiendo miedo en su pueblo. Pero el malestar, las necesidades y el cansancio eran tan evidentes que los militares que le habían respondido durante las últimas tres décadas comenzaron a organizarse para derrocarlo. Llevó varios años porque el dictador manejaba todos los resortes del poder. Poseía casi todas las instalaciones e industrias que importaban. Pero la caída, ya inevitable, se produjo en mayo de 1997, hace 25 años.

Mobutu tuvo que escapar junto a su familia (tuvo al menos 33 hijos: acá también los números son inciertos). Se instaló en su palacio marroquí. No iba a pasar necesidades. Se sabía que la de él era una de las más grandes fortunas del mundo. Pero poco pudo disfrutarla. Tres meses después murió a causa de un cáncer de próstata. No se sabe con certeza si su derrocamiento aceleró los efectos de la enfermedad. O si el avance del cáncer, su debilidad, posibilitó que después de 32 años fuera expulsado de la primera magistratura de Zaire.

Mobutu fue el arquetipo del dictador africano de las primeras décadas después de la liberación del colonialismo del continente. Opulento, dictatorial, profundamente corrupto e inescrupuloso. Aún en un elenco con personajes como Idi Amin, Haile Selassie o Bokassa, él se logró destacar. Posiblemente haya sido el más ladrón e inclemente de todos.

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