San Pedro Sula. – Muchos niños de familias damnificadas en el norte de Honduras se bañan en aguas pestilentes, aún estancadas, de las severas inundaciones que en noviembre dejaron las tormentas tropicales Eta y Iota.
Efe pudo constatar entre las comunidades de Omonita y La Guadalupe, a lo largo de la autopista que lleva hacia las ciudades de La Lima y San Pedro Sula, momentos en que niños pequeños, no mayores de 10 años, hacen de las aguas estancadas y putrefactas una piscina, a la vista de sus padres.
“Hemos tenido un incremento de enfermedades gastrointestinales, porque quiérase o no, los niños pueden tragar un poco de esa agua”, dijo a Efe el médico internista Manuel Merlo, del hospital público de la ciudad de El Progreso, cercana a Omonita y La Guadalupe.
Agregó que en el mismo nosocomio se han registrado, en menos de una semana, ocho casos de adultos con leptospirosis, dos de ellos conocidos hoy por él, mientras que la semana pasada llegaron seis.
Largos tramos sobre la mediana de la autopista están ocupados por miles de damnificados que dejaron las tormentas Eta e Iota, que en marzo, en menos de dos semanas, causaron descomunales precipitaciones que desbordaron ríos y quebradas en todo el país, con mayores daños en el occidente y norte.
Los damnificados han levantado campamentos con palos, plásticos y unos pocos con lonas, la espera de que bajen las aguas estancadas y alguna ayuda que les pueda brindar el Gobierno para vivir en otro sitio, porque sus casas han quedado inhabitables.
Aunque del paso de Eta e Iota ya se cumplieron tres semanas, por las inundaciones que todavía se registran en el norte de Honduras, pareciera que los dos fenómenos naturales salieron ayer del país.
El día en los campamentos de damnificados transcurre entre los que se dedican a la «limpieza» de las pocas cosas que han rescatado a medida que bajan los niveles del agua sucia, que en algunas partes se están convirtiendo en lodillo, los que levantan más carpas y las mujeres haciendo comida, entre otras actividades.
En esa tarea de “limpiar” algunos muebles y electrodomésticos recuperados, hecha en su mayoría por mujeres, se usa el agua estancada a orillas de la autopista.
En muchos casos, los niños se bañan en el agua sucia, sin que sus madres, afanadas en quitarle el lodo a sus pertenencias rescatadas, se los impidan.
“No les pasa nada, todos los días se bañan allí, yo los cuido y les digo que no se metan a lo hondo porque se ahogan”, dijo a Efe una de las mujeres en La Guadalupe que, a orillas del pavimento, lavaba una refrigeradora y otros muebles de cocina con el agua estancada que extraía con un pequeño recipiente de plástico.
Algunas niñas, muy pequeñas, emulando a sus madres, también «lavan» sus prendas de vestir que luego tienden al sol sobre lozas de concreto o asfalto que fueron arrancadas por las torrenciales lluvias que dejaron Eta e Iota, en las primeras dos semanas de noviembre, o en los palos que sostienen los plásticos de sus carpas improvisadas.