Por: Elisa Trotta | Infobae
Transitamos días donde mucha gente se prepara para celebrar con seres queridos, iluminar sus casas y compartir momentos de alegría. Es precisamente por eso que, hoy, es inevitable reflexionar sobre un 2023 que nos ha dejado hondas huellas de dolor, y recordar a aquellos que hoy faltan en tantos hogares. No son ausencias por elección propia, sino resultado de circunstancias a menudo olvidadas en medio del bullicio festivo, y en algunos casos, lamentablemente, por la decisión deliberada de no darle importancia.
En diferentes rincones del mundo, existen seres humanos que no tendrán la oportunidad de cenar con sus familias, ni de disfrutar de la calidez de un hogar. Ni siquiera podrán ver al cielo cuando millones de personas en el mundo estén celebrando la llegada de un nuevo año. Son los presos políticos, víctimas de regímenes autoritarios que coartan la libertad y la democracia. En países como Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia y Rusia, el derecho a la disidencia se castiga con celdas oscuras y torturas silenciadas.
Rusia, esa que ya hace casi dos años intentó invadir Ucrania y ha causado tantas muertes. Sin embargo, la resistencia persiste, y los ciudadanos valientes enfrentan esta invasión criminal con determinación y coraje, recordándonos que la lucha por la libertad es un esfuerzo constante.
Este 2023, como el 2022, ha dejado cicatrices imborrables, y la más devastadora de ellas fue la barbarie ocurrida el 7 de octubre en Israel a manos de los terroristas de Hamás. Eso significó, sin lugar a dudas, un antes y un después. Ahora mismo más de cien almas inocentes permanecen secuestradas por los bárbaros de Hamás, lejos de la paz y la seguridad que todos merecemos. Entre ellos, los pequeños Kfir y Ariel Bibas, de 11 meses y cuatro años respectivamente. Bebés que han pasado semanas en cautiverio por el solo hecho de ser judíos.
Hay miles de personas en el mundo que enfrentan la crudeza de calabozos y cuevas, privados de sus derechos fundamentales y con el temor perenne de la muerte por decisión del criminal de turno. Y hay muchas personas y organizaciones que hacen silencio cómplice ante ello.
En este momento crítico, los autócratas y terroristas se han unido de manera inquietante, pero la única forma de cambiar el rumbo de las cosas es que nosotros, los defensores de la democracia, también nos unamos. No podemos permitirnos mirar hacia otro lado, ignorar las voces que claman por justicia y libertad.
El mundo enfrenta una compleja época de la cual solo podremos salir si volvemos a defender la libertad y los derechos humanos sin peros, sin medias tintas, sin doble vara, entendiendo la importancia de alzar la voz contra la opresión en todas sus formas. Es nuestro deber no solo recordar a aquellos que sufren, sino también exigir a nuestros líderes mundiales que no dejen de luchar por la democracia. La paz solo será real cuando se respeten inalienablemente los derechos humanos, cuando no exista un solo preso político, cuando se ponga fin a la barbarie.
En estos días, que son también de reflexión, hagamos un compromiso colectivo: iluminar no solo nuestras casas, sino también las vidas de aquellos que están en la oscuridad de la opresión. Que no sea solo una celebración, sino también el recordatorio de nuestra responsabilidad hacia la humanidad y un llamado a construir un mundo donde la libertad y la justicia sean el regalo para todos. Que el 2024 nos encuentre unidos en este camino y, dentro de un año, veamos las mesas de los hogares completas.
“El mayor enemigo de la verdad no es la mentira, sino la indiferencia”. Vaclav Havel.
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