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Papa Francisco pide condonación de la deuda de los países más pobres por la crisis del coronavirus

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Ciudad del Vaticano. – “Este no es el tiempo del egoísmo”, aseguró el papa Francisco en la misa del Domingo de Resurrección en una Basílica de San Pedro vacía por las restricciones ante la emergencia provocada por el coronavirus.

Y haciendo foco en los más necesitados pidió a todos los países que afronten la pandemia unidos. Así sugirió que una buena manera de ayudar es “reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de los países más pobres”.

El Pontífice insistió: “Este no es el tiempo de la indiferencia porque el mundo entero sufre y debe unirse contra la pandemia.

En su mensaje pascual, además, pidió que se “permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”.

Además, pidió que se “relajen” las sanciones internacionales de los países afectados, «que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada a las grandes necesidades del momento. “Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar”, dijo.

En su homilía, el papa arremetió contra el “egoísmo”, la “indiferencia” y la “división” ante un mundo “abrumado por la pandemia” provocada por el Covid-19, al tiempo que ha pedido a Europa que deje a un lado las “rivalidades” y encuentre “soluciones innovadoras”.

“Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras”, señaló el pontífice tras la bendición ‘Urbi et Orbi’, a la ciudad y al mundo, que ha impartido este Domingo de Resurrección.

También instó a los países miembro de la UE a abandonar con “urgencia” las “rivalidades” que los enfrentaron en la Segunda Guerra Mundial y que se reconozcan como miembros de una “familia”.

“Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones”, ha añadido.

El papa ha hecho estas reflexiones desde el centro de la Basílica de San Pedro, que ha permanecido vacía debido a las restricciones por la emergencia del coronavirus. La bendición Urbi et Orbi ha permitido además a los más de mil 300 millones de católicos obtener la indulgencia plenaria, es decir, el perdón de sus pecados, en un momento tan difícil, con medidas de confinamiento que afectan a más de tres mil millones de personas.

En su alocución, el pontífice recordó a los que han sido afectados directamente por el coronavirus: “Los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas”, así como los que se encuentran en condiciones vulnerables, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles.

De este modo, pidió “fortaleza y esperanza” a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un “testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud”. “Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos”.

Por ello insistió con la obligación de los políticos de trabajar “activamente” en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos “puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas”.

Francisco aprovechó la bendición apostólica para pedir la paz en el mundo: “Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo”.

Manifestó que no es “el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”. Y ha continuación ha enumerado los conflictos abiertos en el mundo para pedir su fin comenzando por “la larga guerra que ha ensangrentado a Siria”, el conflicto en “Yemen” y las tensiones en “Irak”, como también en el “Líbano”.

“Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania”, ha aseverado.

El Papa también ha pedido que se terminen los «ataques terroristas» perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África. Así ha reclamado que no se olviden «otras situaciones de emergencia» que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas en Asia y África que están atravesando graves «crisis humanitarias», como en «la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique».

Y ha añadido: “Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados –muchos de ellos son niños–, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Y no quiero olvidar la isla de Lesbos. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”.

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