‘Resucitados’, ‘sansebastianes’ o ‘vírgenes’: el arte está lleno de obras que recurren a la sensualidad, un rasgo exaltado hasta por doctores de la Iglesia, pero que ha generado problemas a artistas durante siglos.
Por El País
Fray Bartolomé de San Marcos estaba tan harto de que le dijesen que no sabía hacer desnudos que se puso a prueba. El pintor renacentista (Savignano di Prato, 1472–Florencia, 1517) ideó un San Sebastián de tan “suave aire y correspondiente belleza” que sus compañeros frailes tuvieron que retirarlo de la iglesia, después de que varias mujeres confesasen que se sentían atraídas lascivamente “por la imitación del vivo”. La anécdota, relatada por Giorgio Vasari en su biografía sobre el artista, tiene más de 500 años, pero no dista demasiado de la polvareda levantada estos días por el cartel pintado por Salustiano García para anunciar la Semana Santa de Sevilla de 2024. Solo que ahora hay quienes lo critican o recogen firmas para su retirada amparados, además, en el supuesto subtexto gay que les evoca.
El profesor de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela, Francisco Prado-Vilar, contempla lo que se vive en estos días con la curiosidad de vislumbrar en el presente “la reacción que debió tener la sociedad del Renacimiento” a la eclosión humanista de cristos desnudos de rasgos delicados, sensuales sansebastianes asaeteados o vírgenes que amamantaban con el pecho descubierto. Aunque lo curioso es que, ni entonces ni ahora, la Iglesia mostraba oposición a la representación de la desnudez en el arte religioso. O al menos en teoría, como demuestran las referencias a la sensualidad divina del Cantar de los Cantares de la Biblia, la carne “como adorno” de la resurrección en los sermones de San Agustín o las poesías del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz.
La relación de la representación de la desnudez con el arte religioso bebe de forma directa del arte clásico griego y romano. Es ahí donde acuden los primeros artistas del Renacimiento para conseguir representar “el cuerpo idealizado” que requería una representación divina, como explica el historiador del arte y pregonero de la Semana Santa de Sevilla en 2013, Francis Segura. La resurrección, dogma de fe del catolicismo, se convirtió entonces en un tema tan habitual como complejo para los artistas. “¿Cómo representas a dios? ¿Cómo representas a quien después de la muerte, resucita? Es una combinación de hombre y dios. ¿Cómo visualizas algo así? Recurriendo a lo clásico, a las ideas de tu alrededor, a lo que consideras la divinidad”, apunta Prado-Vilar. Algo que el propio Salustiano asegura haber hecho, tras recurrir al recuerdo de su hermano fallecido y al modelo de su propio hijo.
“Es el ideal de belleza para alcanzar la verdad”, explica el historiador del arte y conservador sevillano José de León, famoso por sus hijos didácticos en la red social X. Es el objetivo que han intentando alcanzar muchos artistas, aunque de complejo que es, no todos lo han logrado. “La mayoría ha optado por un naturalismo esencialista. Pero diría que el 95% de los escultores han fracasado al representar la resurrección. De un crucificado hay modelos que seguir, en el siglo XVII colgaban cadáveres, pero nadie ha visto un resucitado. Lo tienes que inventar. Los pintores o escultores lo que han hecho a lo largo de la historia es depurarlo en belleza”, explica Andrés Luque, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla.
Distinto es cómo percibiese el público esas creaciones. Vasari cuenta la anécdota del San Sebastián que levantaba miradas lascivas de las devotas en el Quattrocento florentino, pero hay muchos más casos y más sonados. La muerte de la Virgen de Caravaggio (Milán, 1571-Porto Ercole, 1610) fue censurada después de que se corriese el rumor de que el atormentado pintor había usado como modelo a una prostituta ahogada. Aunque quizás el revuelo más conocido se produjo cuando el papa Pío IV encargó en 1564 a Danielle di Volterra cubrir con veladoras de paños las partes íntimas del Juicio Final pintado por Miguel Ángel Buonarroti (Caprese, 1475-Roma, 1564) en la Capilla Sixtina décadas atrás. “Son polémicas tan lejanas que no las vemos, pero ocurrieron. Como son cuadros del pasado, se dan por válidos, es como si fuese la sensualidad del pasado”, explica Miguel Ángel Cajigal, historiador del arte y divulgador científico en X bajo el pseudónimo El Barroquista.
Pero esos rifirrafes pretéritos tenían alcances muchos más limitados que ahora. “El arte estaba antes en colecciones privadas o en una capilla. El comitente se podía permitir ciertas licencias al encargar una obra y con eso se evolucionaba, ahí surgía la creatividad. La Semana Santa saca eso a la calle. El arte público es algo muy moderno. Antes no lo podía ver y ahora que lo veo, no lo entiendo”, apunta Segura. Con la obra de Salustiano García toda esa polvareda se ha magnificado y el cofrade e historiador del arte sevillano Jesús Romanov se pregunta el porqué de tanta ira: “No hay que menospreciar la opinión del pueblo, que dice que le gusta verse reconocido. Son personas acostumbradas al costumbrismo y el barroquismo. Lo que no me parece es el acoso y derribo para el cartel y cartelista. Pregunto que por qué lo tachan de gay y homoerótico y no saben responderme”.
El divulgador, famoso por sus hilos didácticos en la red social X, asegura no haber recibido nunca tanto odio en la red como estos días que también ha cerrado filas en defender el cartel: “Es lgtbifobia. No vamos a dejar nunca que el arte sirva de excusa para imponer ideologías reaccionarias”. León solo ve cómo en el resucitado de Salustiano, tan contemporáneo en ejecución como clásico en lo formal, actúa el ideal apolíneo actualizado. Segura cree que justo ahí puede estar el problema, después de que se hayan invertido los valores en la contemplación de una obra sacra con respecto al Renacimiento: “Antes, respondía a cánones de la escultura clásica. En el mundo de hoy, esos cuerpos son vulgares, es una realidad muy presente y ahora lo vulgar nos choca”.
En cualquier caso, los seis expertos consultados coinciden en señalar la mirada del que ve como la prejuiciosa, frente a una obra que tiene evidente calidad artística. “Y aquí, cuando ni siquiera eso está en la intención del artista, ven un subtexto gay que ni existe, y es totalmente proyectado”, denuncia Prado Villar. “Si vamos por esa línea, vamos a tener que volver al Romántico, donde los Cristos estaban vestidos. Hemos entrado en una línea bastante peligrosa venida del protestantismo y su puritanismo. Eso no es propio del mundo católico”, añade Romanov con tono molesto. Y de ahí que León arengue a los sevillanos a posicionarse. “La Semana Santa es tremendamente humana y conecta a gente de todo tipo. El orgullo es haber creado un rito que, con todos los avances y la secularización, siga siendo inspirador para crear cosas nuevas, de contar cosas antiguas hoy con artistas de diferentes estilos. Esa es la grandeza del rito, ¿lo vamos a cortar sin fundamento por la sinrazón? Es la hora de decidir”, zanja el historiador, convencido que las voces contrarias no son las “ni mucho menos” las mayoritarias.