Río de Janeiro alcanzó el lunes su temperatura más alta desde 2014: los termómetros marcaron 44 grados en el barrio de Guaratiba, según el sistema de medición municipal.
Por El País
La sensación térmica, agravada por la humedad, es aún peor: oscila entre los 50 y casi los 70 grados, dependiendo de los baremos que usa cada institución. Todo se agrava por la falta de lluvias. En Río no llueve desde hace semanas, algo inusual para el mes de febrero, cuando son frecuentes las tormentas tropicales al final de la tarde. Pero la ola de calor no se limita a Río: la noche del domingo, en 44 ciudades brasileñas la temperatura no bajó de los 30 grados, y siete estados entraron en alerta por temperaturas extremas.
Las noticias sobre las olas de calor suelen acompañarse de imágenes de las playas de Río abarrotadas de sombrillas, pero el común de los mortales no tiene esa suerte, aún menos entre semana. En el centro de Río, el martes, oficinistas de traje y corbata con cara de pocos amigos y calles algo más vacías de lo habitual. En Saara, el gran bazar donde comprar artículos baratos y disfraces para el carnaval, no había ni rastro de las multitudes que suelen abarrotar sus calles en esta época del año. Los vendedores culpaban al calor mientras se refugiaban en el aire acondicionado o acercaban el rostro a los numerosos ventiladores, muchos apuntando a la calle para atraer a los potenciales clientes.
Empujando un carrito lleno de agua, refrescos y cerveza helada, el vendedor ambulante Silvio Frutoso da Silva sobrellevaba con buen humor las altas temperaturas, gritando por las esquinas “agua para dentro, abanicos para fuera”. Su pronóstico, nada halagüeño: “Esto sólo va a empeorar, es imposible que mejore, sólo si se acaban todas las personas en el mundo, porque el ser humano no tiene educación”, decía resumiendo a su manera el impacto de la mano del hombre en el calentamiento global. Los expertos no culpan sólo al cambio climático, sino también a la propia configuración de las ciudades, cada vez más plagadas de “islas de calor”, zonas enteras cubiertas de asfalto y sin apenas árboles. Es el paisaje que predomina en buena parte de Río, a excepción de la fotogénica y turística zona sur de la ciudad.
El calor abrasador de Río en verano no es ninguna novedad, y está ampliamente retratado en la cultura popular. La película ‘Rio, 40 graus’ (1955) del precursor del ‘Cinema Novo’ Nelson Pereira dos Santos y la canción del mismo título que Fernanda Abreu popularizó en los 90 dibujaban una ciudad caótica y ardiente, pero como dice Frutoso, “cada año es peor”. Las tres palabras que resumen la metrópolis del eterno verano estampan camisetas y souvenirs, pero en breve quizá haya que actualizar la hipérbole: el Río de 50 grados es una realidad a la vuelta de la esquina.
Después de que en 2023 otra fuerte ola de calor provocara la muerte de una fan durante un concierto de Taylor Swift en la ciudad, el ayuntamiento puso en marcha un sistema de alertas dividido en cinco niveles. En estos días, la ciudad está en el estado 4, que se activa cuando las temperaturas varían entre 40 y 44 grados y hay previsión de que permanezcan así o aumenten en tres días consecutivos. Si se llega al nivel cinco podrían suspenderse eventos al aire libre, como conciertos o los multitudinarios desfiles de los blocos (comparsas callejeras) de carnaval que desde hace varios fines de semana ya llenan las calles de la ciudad. De momento las autoridades han abierto más de 50 puntos de descanso e hidratación en equipamientos municipales donde cualquiera pueda entrar a refugiarse en el aire acondicionado y beber agua.