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Romper el silencio, un reto para las víctimas de violación en Ucrania

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Una mujer ucraniana, en un campamento de refugiados en Polonia – EP

 

Las denuncias de violencias sexuales vertidas en Ucrania contra los soldados rusos parecen llegar de todos lados (políticos, asociaciones y ciudadanos anónimos) salvo del de las víctimas, que en general suelen quedarse calladas.

A mediados de abril, unos quince días después de que las tropas rusas se retiraran de la región de Kiev, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, denunció los “centenares de casos de violación” ocurridos en las áreas recientemente liberadas, algunos cometidos contra “chicas menores y niños pequeños”.

El lunes, la fiscal general Iryna Venediktova anunció el proceso en ausencia contra un soldado ruso, acusado de haber matado a un hombre y violado a su esposa junto a otros militares.

A principios de abril, una mujer que había conseguido salir de la ciudad de Jerson, ocupada por las fuerzas rusas desde principios de marzo, contó a AFP -pidiendo permanecer en el anonimato- que dos soldados rusos la violaron en su casa, después de que alguien la hubiera denunciado como esposa de un soldado ucraniano.

Sin embargo, ese tipo de testimonios no dejan de ser inusuales. En Bucha, a las puertas de la capital, donde se descubrieron centenares de cadáveres tras la retirada de las tropas rusas -a finales de marzo-, los habitantes se refieren a ese tipo de tragedias con medias palabras.

“Un médico me dijo que, durante meses, la ambulancia solo transportaba a mujeres con ese problema”, comenta a la AFP Volodimir Strilets, un fontanero de 45 años, vecino de Bucha.

Por su parte, el padre Andriy Galavin, de la Iglesia ortodoxa Ucraniana, considera que es mejor no abordar el tema “para que esas mujeres puedan retomar sus vidas”. El religioso se limita a indicarles a sus fieles que “ser violada no es ningún pecado”.

– Estereotipos –

En Ucrania “todavía existen unos estereotipos enormes en torno a la violación”, apunta Yulia Sporysh, fundadora de la organización “Divchata” (“Muchachas”). Según ella, “la sospecha de que las víctimas quizá hayan provocado a su agresor” todavía no ha desaparecido totalmente y muchas de ellas acaban guardando silencio.

Su asociación ha abierto una línea para ayudar a las personas violadas desde que empezó la guerra, el 24 de febrero. “De momento, recibimos sobre todo peticiones de familiares, o de voluntarios, pero no de las víctimas directamente”, explica.

La oenegé especializada “La Strada” también ha puesto en marcha un número similar. A finales de mayo solo había recibido 13 llamadas, relativas a 17 personas, una de ellas, varón. “Decía que tenía tanta ‘vergüenza’ que se negaba incluso a ir a ver al médico”, asegura Yulia Anasova, una jurista que trabaja para la organización.

De esas víctimas -todas violadas por soldados rusos, y a menudo en su domicilio, según Anasova-, solo tres pusieron una denuncia.

“Están incluso menos dispuestas a ir a ver a la policía que a recibir tratamiento médico”, destaca la abogada.

En los últimos tiempos se han registrado avances pero, aún así, los investigadores siguen estando poco formados para tratar ese tipo de casos. Además, suelen hacer que las víctimas pasen por unos interrogatorios y unos exámenes médicos a menudo difíciles, al contrario de lo que dictan las recomendaciones internacionales, apunta Anasova.

En un mes, una unidad especial de la policía solo logró identificar a “13 víctimas de crímenes sexuales” en la región de Kiev, según cifras publicadas por la viceministra de Interior, Kateryna Pavlichenko.

– Demasiado pronto –

Para la psicóloga militar Natalia Zaratska, todavía es demasiado pronto para recoger los testimonios de las víctimas. “Sería más realista hablarles dentro de seis meses, controlarán mejor sus memoria”, afirma. “Para una investigación criminal se necesita información, no emociones”.

En cambio, sí que cree que es urgente proporcionarles apoyo psicológico lo antes posible. “Pero ellas no vendrán a nosotros así que nos toca a nosotros ir hacia ellas”.

Al menos tres veces por semana, Zaratska visita Bucha, donde también trabajan otros tres psicólogos, pese a que se necesitarían “12 o 16”, según ella.

Las víctimas de violaciones, a las que Zaratska se refiere como “supervivientes”, solo hablan “cuando están en presencia de alguien que entiende que, en tiempos de guerra, la violación es una forma de tortura”, señala la psicóloga.

Además, las víctimas necesitan estar seguras de que su testimonio será confidencial, añade.

No obstante, varias personalidades han publicado detalles sórdidos, como la exencargada de Derechos Humanos en el Parlamento, Liudmyla Denisova -destituida el martes- quien publicó en redes sociales la historia de una chica que fue violada “con una cucharilla”.

“Esto es algo totalmente contrario a la ética” que “puede provocarle [a las víctimas] un segundo trauma”, recalca la especialista.

AFP

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