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Ronnie Wood cumple 75: sus excesos, cómo venció al cáncer dos veces y cuando Keith Richards lo trompeó para salvarlo

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Ronnie Wood cumple 75 años. Y lo hará sobre un escenario. Una larga vida de música y excesos de un guitarrista ya convertido en leyenda.

 

Hoy a la noche, los Rolling Stones subirán al escenario en Madrid para iniciar su gira europea. En algún momento, seguramente, la multitud le cantará el feliz cumpleaños a Ronnie Wood. Cumple 75. Y es el menor de los miembros de la banda.

Por infobae.com

Ronnie Wood tuvo una vida salvaje, repleta de excesos. Entró al menos siete veces a rehabilitación. Pero allí está sobre el escenario. Dos veces le diagnosticaron cáncer. Pero él siguió. Keith Richards superó la operación en el cerebro y Mick Jagger la complicada intervención coronaria. Ahí van otra vez los tres, ya sin Charlie Watts, a tocar las viejas canciones, a sacudir a un público compuesto de padres e hijos, y seguramente de algunos abuelos también.

Ronnie Wood suele decir que él fue el primero de su familia en nacer en territorio seco. Su familia era de gitanos que navegaban y se ganaban la vida como podían, vivían sobre el Támesis y sus canales, comerciando, pescando, arriando otras embarcaciones. Él se crío en Londres y desde muy chico se mostró inquieto y poco propenso a obedecer, un espíritu nómade como el de su familia. De ella también tomó la música. Las celebraciones eran constantes y siempre había un adulto que sacaba una guitarra, que encontraba algo sólido con lo que hacer percusión y canciones populares para cantar hasta lastimar la garganta. Un hermano mayor le regaló su primera guitarra española. A partir de ahí participó de varias bandas de rock, de blues y hasta mod desde principios de los años sesenta. La primera fue The Birds (no, no es la de Roger McGuinn que era The Byrds y norteamericana). También participó en otras. En 1967 se cruzó con un cantante de voz rasposa y gran presencia escénica, Rod Stewart. Jeff Beck se llevó al guitarrista y al cantante a su nuevo conjunto, el Jeff Beck Group. En él Ronnie se hizo cargo del bajo dando muestra de su ductilidad con los instrumentos de cuerda.

Luego, ellos dos se unieron a Ronnie Lane, Ian McLagan y a otros miembros de The Small Faces. Pero ningún grupo con la incorporación de Wood y de Stewart puede ser small. Pasaron a ser los Faces. Su rock directo, crudo y potente los llevó a tener un gran éxito. Wood co-compuso algunos de los hits de la banda como Oh la la y Stay With Me. En 1974 tras años de buenas ventas, atención masiva y muchos recitales la banda comenzó a tener problemas internos. Los egos empezaban a colisionar. Cada uno de los miembros empezó su proyecto solista. Ronnie colaboró en los primeros discos de Stewart y hasta tuvo participación autoral en temas como Every Picture Tells a Story y Gasoline Alley.

Ronnie Wood en sus primeros años de carrera integró dos grandes bandas, el Jeff Beck Group y Faces. Pero nada se pareció a lo que vendría después, a lo que le aseguraría la inmortalidad.

Una noche de 1974, algunos de los Rolling Stones estaban en el vip de un boliche de moda. Actrices, músicos de rock, modelos, productores, groupies. Era el cumpleaños de Robert Stigwood, el manager de los Bee Gees, el productor de Jesucristo Superstar, el que en poco tiempo pondría en marcha Fiebre de Sábado por la Noche. Mientras tomaban unas copas, Mick Taylor se acercó a Mick Jagger y acercándose a su oído para que el mensaje llegara nítido y no lo tapara la música, le dijo: “Me voy de los Rolling Stones”. Y salió por la puerta del boliche para no volver. Mick Jagger no se mostró demasiado afectado. Se dio vuelta, miró a Ronnie Wood y le preguntó: “¿Venís a grabar unos temas para nuestro nuevo disco?’”. “Estaba esperando que dijeras eso”, respondió Ronnie.

Keith Richards no se tomó tan bien la partida de Taylor. Sabía que los equilibrios en la banda eran sensibles y que una nueva incorporación podía hacer peligrar todo. En sus memorias se queja de Mick Taylor y le reprocha haberse ido. “Me imagino que pensó que con las credenciales de haber tocado con los Rolling Stones podría ponerse a componer y a producir. Nunca hizo nada”, sentencia.

En ese tiempo Ron grababa su disco solista en la mansión inglesa que tenía junto a su primera esposa. En el subsuelo había construido un estudio de grabación. Por allí pasaron Keith Richards, Mick Jagger, Rod Stewart y George Harrison entre otros. I’ve got my own album to do (Tengo que hacer mi propio disco) fue el original título. Richards se instaló en la casona, aportó dos temas y salía de juerga con Wood.

Cuando se produjo la vacante de guitarrista en la banda Ronnie fue uno de los candidatos, pero no el único. “No fue nuestra primera opción”, escribió Richards. Woods tenía, sin dudas, varias virtudes: estaba acostumbrado a estar en una banda, conocía lo que era el éxito, sabía tocar, era dúctil y era muy gracioso. Las desventajas también eran evidentes: todavía estaba en Faces, en los Stones cumpliría un papel demasiado secundario para sus antecedentes, sus problemas con las drogas cada vez eran peores y su cercanía con Keith hacía prever que se arrastrarían mutuamente hacia los peores consumos.

Sin Mick Taylor, los Stones utilizaron la grabación de Black and Blue como banco de pruebas. Los candidatos a ocupar el lugar eran Wayne Perkins y Harvey Mandel, ex guitarrista de Canned Heat. Perkins era un reconocido sesionista norteamericano que también tocó en algunos temas de Black and Blue. Era muy melódico y a los Stones les gustaba su estilo. Fue un serio contendiente. Pero Ronnie les confirmó que los problemas internos en los Faces eran serios.

Unos meses después, la banda confirmó su disolución. Durante años pese a la gran relación que los siguió uniendo, Rod Stewart y Wood se culparon mutuamente por el final de Faces: entre la impresionante carrera solista de uno y el asentamiento del otro en la banda más grande del mundo se deben dividir las responsabilidades, sin olvidar el desgaste interno y la esclerosis múltiple de Lane que provocaría su muerte unos años después.

Ronnie Wood de inmediato se amoldó a los Rolling Stones. Había nacido para ser un Stone. Poco después dejó de ser invitado y se convirtió en miembro estable. Pero tuvo que esperar casi dos décadas para dejar de ser asalariado (de lujo). Recién integró la sociedad comercial tras la salida de Bill Wyman.

Esos primeros años en el grupo fueron tumultuosos. Las adicciones de los guitarristas estaban en su peor momento. Keith Richards estaba enganchado con la heroína y Ronnie tuvo serios problemas con el crack.

En su primer año en la banda Richards lo llevó a conocer a Freddie Sessler, un millonario amigo de los Stones. Sessler era conocido por conseguir frascos de cocaína pura, farmacéutica, de la marca Merck (se cree que en Argentina se conoce a la cocaína como Merca debido a que era la de esta marca era la que circulaba en las primeras décadas del siglo XX). Esa pureza garantizaba un efecto distinto, más duradero e intenso y, en especial, una resaca menor. Sessler desafió a Keith Richards a aspirar una gran línea de 8 gramos, él hizo lo mismo. Pero a Wood le prepararon una de “solo” 4 gramos porque era el novato. “Todavía te lo tenés que ganar”, le dijo Sessler. Milagrosamente, los tres sobrevivieron.

La amistad entre ellos dos era intensa y caótica. Solían recorrer los lugares más sórdidos en busca de droga, estar de juerga durante cinco días seguidos, entenderse como nadie sobre el escenario, y pelearse a las trompadas. Dos de esas peleas son más célebres que el resto.

En una ocasión estaban en un hotel y Keith ingresó a la habitación de Ronnie. Lo encontró con una chica que no era la esposa consumiendo crack. Richards se puso furioso (“Más por la infidelidad que por otra cosa: en el fondo es un moralista”, contó Wood tiempo después) y lo empezó a correr; cuando lo alcanzó acertó un preciso cross en la nariz. Ronnie empezó a sangrar mientras trataba de escapar de la furia de su amigo. Entró corriendo a la habitación de Mick Jagger. El cantante escribía una canción con Charlie Watts. “Mirá lo que me hizo este boludo”, le dijo Ronnie señalando su nariz sangrante. “Ok, Ronnie. Acá estamos trabajando”, respondió Jagger y siguió componiendo con el baterista.

La otra pelea la cuenta Richards en sus memorias. Era 1981 y otra vez estaban de gira. En el hotel alguien le cuenta a Keith que Ronnie estaba realizando una especie de gran orgía del crack. Estaba en su habitación junto a otros adictos. La discusión previa a ese tour fue entre los cuatro históricos de la banda: la mayoría quería reemplazar a Ronnie Wood. Su adicción estaba descontrolada y temían que afectara las fechas. Richards se impuso. Se ofreció como garante. Aseguró que él lo cuidaría. Así que cuando se enteró de lo del crack se sintió defraudado. Ingresó en la habitación y otra vez le pegó una trompada. Pero esta vez el cayó detrás de Wood. Los dos se fueron contra un sillón individual que giró y se dio vuelta despidiéndolos contra una ventana que estaba abierta. Pegaron contra el marco y se salvaron. Estuvieron a punto de caer desde diez pisos de altura al vacío. El incidente hizo que Ronnie tratara de enmendarse. “Cuando Keith Richards te dice que te estás excediendo es que ya se traspasaron todos los límites”, reflexionó Wood.

Después de este incidente, Keith Richards le pidió a Ronnie que lo acompañara a ver a su padre. Era el primer encuentro entre los Richards en veinte años. Keith confiaba en esos momentos importantes en el humor y la fortaleza de Ronnie, quería sentirlo cerca.

“Ronnie es el tipo más maleable que conocí. Es un camaleón. Siempre está buscando un hogar. Tiene una especie de desesperación por el amor fraternal. Necesita pertenecer a algo. Necesita una banda. Es muy familiero”, escribió Keith Richards en Life.

Mick Jagger también siempre se mostró dispuesto a ayudar y respaldar a Ronnie. En cada ocasión que pudo expresó públicamente su cariño hacia él y destacó sus habilidades musicales. Su entraba al a banda logró cambiar el humor interno. Fue el gran aglutinador. En los momentos más tensos fue el que acercó posiciones entre Jagger y Richards y, tema no menor, nunca trató de robarse la atención.

Lleva 47 años en el puesto. Pero para muchos, increíblemente, sigue siendo el nuevo. Sin importar que hay sido fundador, nadie puede dudar que Ronnie Wood tiene estirpe Stone.

Otra de sus amistades célebres fue John Belushi. Se conocieron en SNL y a partir de ese día, solían salir juntos cuando coincidían en la misma ciudad. Según Wood, Dan Aykroyd solía dejarlo a su cuidado cuando iban a Hollywood. “Dan venía a mi casa y lo dejaba. Decía que recién en ese momento se quedaba tranquilo”, contó Ronnie. Belushi quería seducir a Jo, la entonces esposa del guitarrista. “Dormido yo le decía que lo estaba escuchando. Que si no fuera tan feo y tan gordo tal vez tendría alguna chance”. Woods siempre se lamentó que la noche de la muerte de Belushi, el cómico estuviera en el Chateau Marmont y no en su casa. Cree que de haber estado con él, no se hubiera producido el desenlace fatal.

Hace mucho tiempo que se dedica a la pintura. Sabe de arte. Sus trabajos se han llegado a cotizar en más de 300.000 dólares. Sus motivos son musicales: jazzeros, colegas y principalmente sus compañeros de banda.

Se casó tres veces y tiene seis hijos y seis nietos. El último matrimonio fue con Sally Humpries, más de treinta años más joven que él. En la actualidad siguen casados. De esa unión nacieron las mellizas Gracie y Alice que hoy tienen 6 años. Ellas son más chicas que los seis nietos de Ronnie.

En 2017 le detectaron cáncer de pulmón. Lo intervinieron y le seccionaron parte de uno de los pulmones. Se negó de plano a realizarse tratamiento de quimioterapia: no quería perder su pelo. Logró superar la situación. En medio de la pandemia le descubrieron otro problema oncológico. Un cáncer de células pequeñas al que también derrotó.

Tanto es así que hoy a la noche se con su pelo renegrido y parado, los pantalones achupinados, una camisa colorida, una campera de cuero y su guitarra se parará ante una multitud en Madrid para empezar con una nueva gira europea de los Rolling Stones. Lo hará con la alegría de volver a hacer lo que le gusta, con la sensación de victoria de ponerse en marcha de nuevo, de seguir de pie, con ese orgullo que da la vigencia, con el sabor amargo de darse vuelta y ver otra cara en la batería. Y con la nostalgia anticipada de saber que se puede tratar del último gran tour de la banda.

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