El intérprete dejó la quimioterapia en pos de un tratamiento experimental que está funcionando, puesto que su enfermedad lleva 12 meses en remisión, pero los médicos le han advertido que dejará de hacer efecto.
Por El País
Desde los años ochenta, Sam Neill es un actor bien conocido para el gran público gracias a películas como La caza del Octubre Rojo, El piano, Thor y sobre todo desde mediados de los noventa por la saga de Parque Jurásico. Su pasión por el oficio le ha convertido en un nombre respetado en la industria, con 150 títulos a sus espaldas y sin ninguna intención, a sus 76 años, de dar un paso atrás en su carrera. Ni siquiera cuando, como se supo el pasado mes de marzo, se enfrenta a un cáncer de sangre raro en fase avanzada. Ahora, en una entrevista, asegura que está preparado para morir. Pero no para retirarse.
Neill dio a conocer su diagnóstico siete meses atrás en su libro de memorias, titulado Did I Ever Tell You This? (¿Te he contado esto alguna vez?) y que se convirtió en un gran éxito de ventas en Australia y Nueva Zelanda. En él explicaba que un año antes le habían detectado un linfoma angioinmunoblástico de células T, un cáncer poco común que le afectaba a la sangre y que estaba bastante avanzado. “El asunto es que estoy acabado. Posiblemente muriendo”, escribía entonces. Pero por el momento, y por suerte, su autodiagnóstico no es tan acertado.
El actor ha concedido este domingo una entrevista al medio Australian Story desde su rancho de Nueva Zelanda explicando que intenta olvidar siempre que puede su enfermedad. “Sé que lo tengo, pero no estoy interesado en él”, cuenta sobre su cáncer. “Está fuera de mi control. Si no puedes controlarlo, no te metas”, afirma, alegando que lo deja todo en manos de los doctores y que intenta pensar en ello lo menos posible, aunque reconoce que, obviamente, la enfermedad ocupa buena parte de sus pensamientos. “Me siento agradecido de despertar” cada mañana, afirma.
Durante la charla, el actor de origen británico explica que cuando fue diagnosticado de cáncer los médicos probaron a tratarle con quimioterapia durante tres meses, pero que esta dejó de funcionar y que el tumor crecía y crecía, por lo que decidieron cambiar a un tratamiento experimental. Ahí parece que acertaron, y durante este último año ha estado en remisión. Pero no es definitivo. Los médicos le han explicado que, en alguna de las fases, todavía por determinar, la medicación dejará de funcionar. Sus hematólogos buscan una tercera vía para la curación. “Es difícil de gestionar, día sí, día no, esperando a ver qué pasa”, concede.
De ahí que asuma lo que está por venir. “Estoy preparado para eso”, afirma el actor con calma, viviendo feliz entre sus animales, sus viñedos de pinot noir y sus hijos y nietos en su granja en el valle de Gibbston, en Otago. Está divorciado de la actriz, activista medioambiental y autora neozelandesa Lisa Harrow, con quien estuvo casado entre 1978 y 1989 y con quien tiene un hijo, Tim; y también de la actriz Noriko Watanabe, a quien conoció rodando Calma total en 1989 y con quien comparte una hija, Elena; se separaron en 2015. Ahora no tiene pareja y reconoce que, en ocasiones, le cuesta lidiar con la soledad. “Tuve algunos momentos muy solitarios el año pasado”, afirma. Y, aunque ha tenido algunas citas, no quiere ir demasiado lejos: “Ahora mismo vivo en un mundo muy incierto. Muy incierto. Nada está asegurado”.
No siente angustia por la muerte, la asumió tras conocer el diagnóstico. Le resulta “una molestia”, sí, porque le quedan muchas cosas por hacer, pero afirma no estar “ni remotamente asustado” de morir. Pero lo que no quiere es retirarse. “Me horroriza”, asegura. Neill estrenó The Twelve, una miniserie para televisión de 10 capítulos en 2022 (que también produjo), adaptación de la belga El jurado, y este 2023 ya ha participado en tres películas. Tiene una serie y una película a punto de estreno, y además está dirigiendo y coprotagonizará otra, Apples Never Fall (Las manzanas nunca caen), basada en el libro de la autora superventas Liane Moriarty.
Cada dos semanas, Neill tiene que acudir al hospital a recibir transfusiones. Por ahora continúa con el tratamiento de forma indefinida, y sus secuelas le hacen sentirse “fatal”, con malestar y tristeza durante un par de días; después, pasa otros 10 en los que se siente plenamente vivo, “feliz de respirar y de mirar el cielo azul”. Ahora ha recuperado su aspecto, pero tras los primeros meses de quimioterapia se quedó calvo “como un huevo duro mal cocido”, bromea. “No era una visión muy bonita: no tenía pelo ni barba”, asegura; además, los ha ido recuperando en estos meses y puede trabajar, ya sea como actor o en sus viñedos, algo que no podía hacer con la quimioterapia.
“Empecé a mirar mi vida y me di cuenta de lo inmensamente agradecido que estoy por tanto”, asegura en la entrevista. “Comencé a pensar que tenía que escribirlo, porque no estaba seguro de cuánto iba a vivir. Era una carrera contra el reloj”. Además, escribir, algo que sí podía hacer por entonces, le daba un propósito, y ordenaba su vida y su cabeza. Cuando se encontró con 50.000 palabras, decidió publicarlo. Así, además, le dejaba algo a sus hijos y nietos: “Pensé que sería estupendo que tuvieran algunas de mis historias. Podría no estar aquí en un mes o dos. Dejémosles algo”.