En una decisión que ha sacudido la comunidad diplomática internacional, el Departamento de Estado estadounidense ha implementado una paralización masiva de sus programas de ayuda exterior, siguiendo una orden ejecutiva del presidente Donald Trump.
Esta medida, que tendrá una duración inicial de 90 días, representa un giro radical en la política exterior estadounidense y podría afectar a millones de beneficiarios en todo el mundo.
El secretario de Estado, Marco Rubio, ha emitido un memorando a toda la red diplomática estadounidense, ordenando el cese inmediato en la distribución de fondos y la suspensión de nuevas asignaciones.
Esta decisión afectará directamente a los programas administrados por el Departamento de Estado y la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID), dos de los pilares fundamentales en la asistencia humanitaria global.
La justificación oficial de esta medida se basa en la percepción de la actual administración de que los programas de ayuda exterior no están alineados con los intereses nacionales estadounidenses. Trump ha llegado a describir estos programas como «la antítesis» de los valores estadounidenses, marcando así un distanciamiento significativo de décadas de política exterior bipartidista.
La magnitud y rapidez de esta decisión ha tomado por sorpresa incluso a funcionarios del gobierno. Fuentes internas, citadas por CNN, han expresado preocupación por el alcance «amplio e inmediato» de la medida, especialmente considerando el papel crucial de Estados Unidos como el mayor donante humanitario del mundo.
Expertos en ayuda internacional, como Abby Maxman, han advertido sobre las graves consecuencias de esta decisión. «Esta medida no solo amenaza la vida de comunidades en crisis, sino que también representa un abandono del compromiso histórico de Estados Unidos con la asistencia humanitaria basada en necesidades reales», ha declarado.
La congelación de fondos mantiene dos excepciones significativas: la asistencia alimentaria de emergencia y el financiamiento militar para Israel y Egipto, lo que sugiere un enfoque selectivo en la distribución de la ayuda exterior basado en consideraciones estratégicas más que humanitarias.
Esta medida marca un punto de inflexión en la política exterior estadounidense y podría tener repercusiones duraderas en la influencia global del país, así como en la vida de millones de personas que dependen de la asistencia estadounidense para su supervivencia y desarrollo.
