Ucrania cierra 2024 exhausta y maltrecha, pero resiste. La situación en el frente de un conflicto que ha devuelto a Europa el temido escenario de una guerra abierta es crítica.
Por El País
La superioridad en armas y tropas de Moscú ha permitido al invasor sumar avances territoriales, aunque no grandes victorias. Kiev, que no consigue renovar unas tropas ya agotadas tras casi tres años de invasión a gran escala por parte de Rusia y es absolutamente dependiente del armamento estadounidense, observa con incertidumbre la llegada inminente de Donald Trump, impaciente por cerrar el conflicto. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, que defendía luchar hasta el final para recuperar todo el territorio ocupado, ha asumido que tendrá que negociar. Se resiste, sin embargo, a cualquier acuerdo que no incluya garantías para Ucrania de seguridad a largo plazo.
La desconfianza frente al presidente ruso, Vladímir Putin, es total en el país invadido. Viktoria Kurepova, médica militar de 57 años, visitaba este jueves junto a su madre, sus hijas y su nieta el homenaje a los caídos en la plaza Maidán de Kiev, símbolo del primer levantamiento contra la injerencia rusa y a favor de la UE a finales de 2013. “Si congelamos el conflicto, Rusia volverá a atacar. No sabemos cuándo, pero sabemos que lo harán”, decía.
Este último año de guerra ha sido muy duro en Ucrania. El analista en defensa Mykola Bielieskov explica en una sala de reuniones del centro de iniciativas CBA, custodiado por soldados armados: “Hicimos un milagro en 2022, pero la guerra de desgaste se basa en armamento, dinero y personal”. En los tres ámbitos, Rusia supera a Ucrania. “Socialmente la confusión, la frustración y la ansiedad están en aumento”, añade.
Moscú no ha logrado su objetivo de ocupar todo el territorio de Donetsk, la zona clave de los combates, pero ha sumado algunos avances, a buen ritmo en los últimos meses. Controla ya más del 19% de Ucrania y somete a la línea del frente a una presión constante, con una correlación de fuerzas en algunos sectores de 10 soldados rusos por cada ucranio. Se aproxima a Pokrovsk, un cruce de caminos esencial desde el punto de vista logístico, y algunas fuentes dan Kurájove por prácticamente tomada. La lucha es encarnizada.
En el balance militar de 2024 algunos expertos critican la incursión ucrania en la región rusa de Kursk en agosto, donde las fuerzas de Kiev están perdiendo terreno. Oleksii Melnik, codirector del Centro Razumkov de estudios de relaciones internacionales y política de seguridad, defiende la operación: “Rusia está gastando bombas en Rusia [para tratar de repeler a las tropas ucranias en su territorio], está destruyendo casas rusas y hay desplazados internos rusos, no ucranios”. “Ucrania necesita el mayor número posible de acciones asimétricas”, defiende, y recuerda otra “humillación”: la victoria sobre la flora rusa en el mar Negro.
A medida que se acerca la toma de posesión de Trump del 20 de enero, los dos bandos intensifican las operaciones para llegar fuertes a la mesa de negociación. En las últimas semanas los enfrentamientos en el frente no bajan de 200 al día y en muchas ocasiones superan los 250, frente a los 150 de media de antes. Rusia no escatima en medios. Ha lanzado 13 ataques masivos contra las infraestructuras energéticas este año y castiga a diario con bombardeos a todo el país. En noviembre lanzó un mensaje a Occidente en forma de misil balístico experimental, el Oréshnik, y el pasado 20 de diciembre desafió las defensas de Kiev atacando el centro de la ciudad.
Ucrania urge a los socios a que envíen más armas para lograr una paz a través de la fuerza en el frente. El presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, dio luz verde en noviembre al lanzamiento de misiles de largo alcance en suelo ruso, una decisión que había eludido hasta entonces para evitar una escalada bélica. Los expertos coinciden en la escasa capacidad de estos ataques para cambiar el curso del conflicto. “En una guerra de desgaste, lo más importante es el suministro constante y masivo de recursos y sistemas”, señala Bielieskov. “Tenemos unos 50 ATACMS y entre 50 y 60 Storm Shadow. Su uso es eficaz, pero hay alrededor 100. Solo esta mañana Rusia ha enviado el mismo número [para atacar a Ucrania]”, dice Melnik pocas horas después de un ataque a gran escala el día de Navidad.
En una guerra de atrición, que requiere tropas en una cantidad suficiente para librarla, Ucrania presenta una de sus grandes dificultades: la carencia de soldados. La Fiscalía ha registrado cerca de 100.000 casos de abandono de posiciones o de deserción en lo que va de guerra, a lo que se suman las bajas. Se trata de un dato del que Kiev no suele informar pero que Trump cifró hace unos días en 400.000 (y Zelenski redujo después).
“Hay un claro problema y el Gobierno no ha sido capaz de solucionarlo”, afirma Melnik, con más de dos décadas de trayectoria militar. En abril, se rebajó la edad de reclutamiento de 27 a 25 años, pero no se solucionó el asunto de la desmovilización de quienes han servido un tiempo, una de las demandas de la población: “La gente está extremadamente cansada, física y psicológicamente; no son militares de carrera, son civiles movilizados”. Estados Unidos presiona a Kiev para que rebaje el reclutamiento a los 18 años, pero Ucrania se resiste. “Nos piden hipotecar nuestro futuro. No es justo. Lo que necesitamos son más armas, más formación”, se queja Bielieskov.
El ‘factor Trump’
El relevo en la Administración estadounidense tiñe de incertidumbre el año que viene. Ucrania ya experimentó las consecuencias del cierre temporal del grifo de la ayuda militar, con el bloqueo republicano en el Senado durante meses. “Permitió a Rusia tomar la iniciativa”, subraya Melnik. El círculo de Trump ha abogado por terminar con la ayuda millonaria al país invadido.
Keith Kellogg, futuro enviado especial estadounidense para Ucrania y Rusia al que se espera con ansia en enero en Kiev, ha dado señales ambivalentes en este ámbito. En abril planteó condicionar la ayuda para forzar un alto el fuego que congele la línea del frente, que contempla la cesión de los territorios ocupados a Moscú. A cambio, planteaba ofrecer garantías de seguridad a Kiev, pero descartaba su ingreso en la OTAN.
Zelenski ha abandonado este año sus posiciones maximalistas, pero insiste en que lo único que permitirá una paz justa y duradera es la vía de la Alianza Atlántica. “Ucrania está traumatizada por Minsk 1 y 2. Hay que asegurar que Putin cumple con los acuerdos”, subraya el experto en defensa del centro de iniciativas CBA, colaborador estrecho del Ministerio de Defensa ucranio, en referencia a los acuerdos que se impulsaron en la capital de Bielorrusia tras la toma de Crimea por parte de Rusia en 2014. “Si no, en cinco, siete o diez años, nos enfrentamos a la desaparición”, insite Bielieskov.
Ante las dudas que genera la llegada de Trump, la UE arropa a Ucrania mientras estudia garantías de seguridad alternativas a la Alianza, como la propuesta francesa de diseñar una misión de paz con tropas europeas. Pero como dijo el presidente ucranio en Bruselas el pasado 19 de diciembre, sin EE UU “es muy difícil mantener el apoyo a Ucrania”. “La UE tiene dinero, pero no capacidades: misiles, munición, proyectiles de artillería. Estados Unidos todavía es indispensable”, explica Bielieskov.
Aunque no está claro que la irrupción del magnate republicano en la guerra le vaya a salir bien a Ucrania, después de tres años en los que muchos consideran que la ayuda de Biden ha llegado tarde y mal, hay una cierta esperanza en el factor Trump como elemento disruptivo. Según una encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS), publicada este viernes, el 45% de los ucranios opina que la victoria de Trump acerca la paz, frente al 14% que cree que la aleja.
Los expertos descartan que pueda haber resultados tangibles de una posible negociación antes del verano. Vadim Denisenko, director Instituto Ucranio para el Futuro, recuerda que incluso Trump “ya no habla de solucionarlo en un día”. “En 2025 hay varias elecciones: Canadá, Alemania… Y Polonia y Dinamarca ocuparán la presidencia de la UE. La clase política ucrania espera capitalizar esto”, explica Ivan Gomza, director del departamento de Política Pública de la Kyiv School of Economics. Pero como dice este politólogo, “Rusia ha dado señales de no querer parar. Quiere cambiar el orden mundial, no un trozo de Donbás. Si puede, quiere morder también partes de la UE”.
Muchos ven al dirigente republicano como el único líder capaz de torcerle el brazo a Putin. No así Gomza. En un café del barrio de Podil de Kiev, recuerda que el hombre de negocios millonario tendrá enfrente a un exagente del KGB acostumbrado a moldear voluntades. El presidente ruso ha dicho este viernes que está dispuesto a mantener conversaciones en Eslovaquia, pero nadie se hace ilusiones sobre su intención real de negociar. Con su superioridad militar en el frente, no le hace falta.
Lo único que puede parar a Putin, según Denisenko, es la maltrecha economía rusa. Ucrania sueña con que colapse en un futuro cercano. El analista señala que la bomba definitiva sería una rebaja del precio del petróleo, que “representa el 40% del presupuesto ruso”. “Está a unos 70 dólares (67 euros) el barril. Si cayese a 50, ya sería un gran problema”. Su esperanza es que Trump, con Arabia Saudí, haga lo posible por rebajarlo durante unos meses, pero esto no es más que un deseo. “Basta con que Putin crea que es posible”, dice.
El año de la extenuación se agota en pocos días. Las Kurepova, de Járkov, lo apuran con una visita en Kiev. Preguntarles cómo están tras el ataque de Navidad, que se cebó con la ciudad, activa lágrimas inmediatas en el grupo, que tiene a la otra mitad de la familia en el frente. Quieren que 2025 sea el año de la paz, como todos, pero no a cualquier precio: “Tenemos que seguir luchando hasta el final. Toda esa gente que ha dado su vida por nuestra libertad… no podemos dejar que sea para nada”, dice la madre, médica militar. “Mucha gente está exhausta. Hay mucha incertidumbre. Pero en el fondo, nos mantenemos fuertes”, confía.