Los ucranianos comienzan sus celebraciones de Pascua, una semana después que los católicos romanos, con la festividad en torno al Domingo de Ramos ortodoxo, aunque sus pensamientos se dirigen a apoyar a familiares, amigos y soldados que combaten en el frente.
En Leópolis, familias vestidas de fiesta acudieron masivamente a las iglesias de la ciudad para asistir a misas, con sus ramos de sauce para recibir el agua bendita.
En Ucrania, el sauce simboliza la hojas de palma utilizadas para saludar a Jesucristo a su llegada a Jerusalén. Es una de las plantas que antes brota tras el invierno, cuando los días relativamente cálidos del comienzo de la primavera aún se alternan con ocasionales nevadas.
Sus ramos también quieren representar ahora que la esperada contraofensiva ucraniana está cada vez más próxima.
Diversos analistas militares, así como el ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, consideran que es probable que comience en los próximos dos meses, cuando el tiempo sea más favorable y una vez que la “tenaza” de asalto” de las tropas ucranianas esté lista.
A pesar de los mil kilómetros de distancia de la línea del frente, no se puede escapar a la realidad de la guerra con las noticias sobre dos civiles, padre e hija, muertos en su casa en un ataque ruso nocturno a Zaporiyia. Muchos hombres vestidos de uniforme acompañan a sus hijos y esposa a las iglesias de Leópolis, pero tienen que regresar rápidamente a sus lugares de servicio.
Las esperanzas de una rápida recuperación de los territorios ocupados, que, junto con Crimea, suponen el 18% del territorio del país, se mezclan con la incertidumbre sobre la persistencia del apoyo de los aliados occidentales.
“Todos los días veo pasar comitivas de entierro de soldados asesinados”, afirma Maria Dzvin, empleada de la facultad de Medicina Veterinaria de Leópolis. “¿Cómo pudo el mundo estar tan ciego ante lo que Rusia estaba haciendo?”, pregunta retóricamente.
María, cuya familia fue deportada por el régimen soviético de Moscú tras la ocupación de Leópolis en 1939, afirma que ya en 2013, cuando las protestas contra el presidente prorruso Víktor Yanukóvich cobraban fuerza, sentía que Rusia acabaría atacando. Aún le cuesta creer que algo así pueda ocurrir “en el siglo XXI”, añade.
“¿Por qué nuestros aliados no nos dieron antes las armas que necesitábamos para repeler a los rusos? ¿Por qué tardaron y no lo hicieron hasta ahora?”, prosigue.
A pesar de todo, María cree en una victoria ucraniana, al igual que el 93% de sus compatriotas, según la última encuesta del Centro Razumkov.
En su mesa hay un ramo de sauce cuidadosamente decorado, hecho por los estudiantes de su universidad. Lo compró en una feria en la que los estudiantes recaudan fondos para el ejército ucraniano.
“Fue iniciativa de los estudiantes”, explica a Efe Marta Kunytska, profesora de Finanzas. “Quieren apoyar a nuestros soldados. Para que sepan que estamos junto a ellos”.
Los fondos recaudados con los 150 ramos vendidos, unos 500 euros, se entregaron a la fundación de voluntarios “Ukrainian Drive Power”, que compra camionetas en el extranjero, las entrega al frente y repara las dañadas por los bombardeos.
Unos 15 vehículos partieron hacia el frente al día siguiente. Los fondos recaudados se utilizaron para pagar el combustible.
“Gracias a estas iniciativas podemos seguir apoyando a nuestros soldados”, aseguró el co-fundador de esa iniciativa, Sergiy Gulyk, mientras entregaba a los estudiantes una bandera firmada por soldados ucranianos.
Los vehículos son muy necesarios para que los soldados puedan desplazarse más rápidamente, entregar munición y evacuar a los heridos.
“También es importante que los soldados sientan el apoyo de aquellos a quienes protegen”, subrayó Gulyk.
Estos soldados, que luchan para contener la presión rusa en el frente en Donbás, necesitan todo el apoyo mientras ganan tiempo. Ucrania espera el armamento pesado de sus aliados y prepara a decenas de miles de soldados para liberar los territorios ocupados por Rusia.
“Espero que la feria del año que viene se dedique a otra causa, con la guerra terminada”, dice Kunytska.