Por: José Eliécer Palomino Rojas
Luego de observar las formas de protestar de algunos ciudadanos colombianos, mediante arengas, y tutelas promovidas por un ciudadano ateo, y por algunos grupos de otras religiones, en contra de la imagen del Cristo que permaneció a partir del año 1999, en uno de los muros de la parte frontal de la sala plena de la corte constitucional, en un tiempo de 25 años, como si el crucifijo hubiese alcanzado su tiempo de jubilación, el cual fue obsequiado por el exmagistrado Vladimiro Naranjo conservador, presuntamente el crucifijo fue retirado, sacado, alejado, de la sala plena, donde se reúnen los magistrados y magistradas, acto similar como padeció Jesucristo en carne propia en la corte de la ley de Herodes y de Pilatos, y que vivió la persecución, la flagelación, la humillación y no muy conforme los opositores de ese entonces lo retiraron a las afueras del pueblo para ser crucificado, aunque hoy los mismos actos de persecución, atropello y desprecio lo padeció la imagen de un crucifijo.
¿Cuántas veces se repetirá la historia de persecución, desprecio, atropellos de los que profesan la fe, veneración de la imagen de un crucifijo, y por cuántas generaciones?
Cuando en pleno siglo XXI, echaron a suerte con votación de 6-3, a favor de mantener el crucifijo, lo de admirar es el acto de humildad, y cautela del cardenal Luis José Rueda Aparicio, que de manera silenciosa recibe el crucifijo para custodiar la imagen en la Arquidiócesis de Bogotá, como dando a entender con su silencio que «Un Cristo más o un Cristo menos que lo saquen, lo retiren de recintos públicos, privados, al Cristo vivo no le afecta en nada los desprecios de la humanidad, porque el Cristo vivo, siempre va a estar presente en los corazones de los que lo busquen, lo acojan, y de los que no lo busquen y no lo acojan en el plano terrenal, o en el plano de la eternidad, porque para Jesucristo, no existe discriminación y su amor es universal.
Pienso que la humanidad de creyentes o no creyentes, está en deuda de hacer una pausa en su recorrido del plano terrenal y razonar sobre la forma de interpretar con minucioso análisis el artículo 19 de la Constitución Política de Colombia en donde dice «Se garantiza la libertad de cultos, toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley».
¿Será que, Ateos, y creyentes de otros credos, tienen presente las diferencias y semejanzas de libertad, libertinaje, libre albedrío, para poder decidir o proceder sin que afecte a los «otros» y así mismo?.
En la situación presentada de que si dejaban el crucifijo o si lo descolgaban para sacarlo de la Sala Plena en tal decisión ¿Quiénes ocuparían el lugar y quiénes serían los Pilatos y los Herodes?
Después de cavilar sobre las posturas de los ateos, de los otros grupos de creyentes y de las decisiones de los magistrados y magistradas me siguen surgiendo interrogantes: ¿Será posible que los magistrados y magistradas permitan fijar en el muro de la sala plena, lugar donde estuvo el crucifijo, un mosaico de imágenes que integre la igualdad de todas las religiones?
Pues bien, ante tan sonado hecho noticioso, que suscitó la atención de muchas personas surge la presente composición:
«Que bendición, que bendición…
Un Cristo más, un Cristo menos…
Me susurró Cristo desde el cielo…
Recíbeme…
En tu vida mano amiga..
Ruega para mí…
Por los labios que me sacaron de la oficina y de sus cuerpos…
Para pedir igualdad de fe y credo…
Que bendición, qué bendición, porque al Cristo vivo no le afecta los desprecios…
De los labios que lo sacaron de su oficina y de sus cuerpos…
Para pedir igualdad de fe y credo…
Que bendición que bendición…
Porque es Cristo vivo que está presente en la tierra y en el cielo…
Que bendición que bendición…
Un Cristo más un Cristo menos».
Entendiendo que, lo que se busca es una verdadera igualdad y respeto por las creencias y las religiones, de alguna forma se debe encontrar en la Colombia de hoy, con sinceros sentimientos de puntos de diálogo, aceptación, respeto por las diferencias, la tolerancia, porque de lo contrario sería una sensopercepción olfatoria de lamentable matoneo e intereses personales de una minoría de oposición, ante las creencias religiosas y el culto cristiano.
El fin de la decisión de sacar el crucifijo de la Sala Plena no debe ser victoria de haberlo sacado del recinto de la corte, sino el verdadero sentido de buscar una igualdad pura y genuina sin ninguna hipocresía de una doble moral.
Las opiniones expresadas de los “columnistas” en los artículos de opinión, son de responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan la línea editorial de Diario El Mundo.