Tegucigalpa. – Durante la homilía celebrada en la Basílica Menor de Suyapa, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez, expresó que también nuestra Honduras tiene futuro y “como una milpa del Señor todos estamos llamados a producir frutos”.
“Pero esos frutos no deben ser de indiferencia, ahí que vean los políticos, sino con acciones concretas, no podemos seguir en lo mismo y por eso cada uno debemos preocuparnos para participar en la solución de los problemas”, planteó.
Cuestionó que “a algunos sectores políticos quienes desde hace semanas creen que el problema de Honduras es una Ley Electoral que no la quieren aprobar para seguir en lo mismo”.
“Ante el evangelio de hoy podemos preguntarnos ¿sobre qué estamos construyendo nuestra vida? algunos la construyen solamente en lo exterior, en la apariencia, en el personaje, en la ambición por el poder, pero por dentro están inmensamente vacíos”, deploró.
Afirmó que “construir nuestra vida sobre Él, significa tener la certeza profunda que exista alguien, una fuerza segura en que podemos confiar y vivir así nos libera”.
“El mismo papa Francisco nos ha dicho que no podemos ser simples acompañantes de la post pandemia, tenemos que ser gestores de la post pandemia. Nos dice que el político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática aún más allá de su propio país”, destacó el conductor de la grey católica.
“Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica con sus tristes consecuencias”, sentenció.
Señaló además que “se cierra el círculo entre los que usan y engañan a la sociedad para esquilmarla y los que creen que creen tener la pureza en su función crítica, pero al mismo viven de ese sistema y de sus recursos”.
Consideró que “hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las instituciones públicas para el provecho propio, se unen a una permanente descalificación de todo y a la constante siembra de sospecha que hace cundir la desconfianza y la perplejidad”.
“Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre del círculo perverso perfecto; así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos que se adueñaron de la capacidad de opinar y de pensar”, concluyó.