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Varane se redime de sus errores pasados y salva a un Madrid sufriente en Huesca

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Huesca. – La redención jamás pide permiso. Llega cuando el destino lo decide. Para Varane lo hizo en el momento en que más orfandad siente la defensa del Madrid, con Sergio Ramos en el quirófano y Militao en el rincón de pensar, escribiendo mil veces «no fallaré».

El francés había sido protagonista, por lo contrario, como en Manchester la temporada pasada, pero esta vez se reivindicó con dos goles salvadores, aunque fuera en un escenario con menos glamour, El Alcoraz, que son como la serotonina para este alterado Zidane. La cosa, hoy, no está para el glamour, sino para sobrevivir.

La victoria, sin embargo, no quita ni una coma a lo dicho acerca de los problemas del Madrid. Mirando el banquillo, quizás se podía entender mejor el enfado de Zidane en la víspera, además de por saber que perdía al capitán por mes y medio. Cuando quiso ir a por el partido, sólo pudo echar mano de Mariano y Marvin. Las lesiones ahondan en la cortedad de recursos en algunas posiciones.

De entrada, en cambio, utilizó a Vinicius, que es como el champán. Ahora es necesario mejorar el bouquet que sigue al descorche y las burbujas. En minutos en El Alcoraz, habían pasado más cosas que en los pasados partidos inconclusos de Hazard, de nuevo en el varadero. Tiene razón Zidane cuando dice que el belga ha de cambiar cosas, quizás en su cabeza. Las lesiones también son psicosomáticas. Que se lo pregunten a Illarramendi.

No lo es la de Sergio Ramos, un problema de calado para el Madrid, por el día a día en el campo y por el día de mañana. Si el equipo de ZZ remonta, se enquistará el proceso de renovación ahora detenido. Si naufraga, la necesidad de su permanencia puede ser un clamor.

Nacho fue otra de las soluciones en Huesca, sancionado Militao. Sabemos poco de hasta dónde puede llegar el brasileño, casi inédito desde su llegada, pero sabemos hasta dónde lo hace Nacho, lejos del sobresaliente pero por encima del aprobado. No está el Madrid para matriculas, hablemos claro.

Sin Ramos y sin Hazard, el segundo por menos tiempo, al Madrid lo sostiene la línea maginot del centro del campo, donde Modric, Kroos y Casemiro son los intocables de ZZ, la única donde realmente se adivina la jerarquía que al club se le supone, aunque en Huesca tampoco pudo contener la transición del 1-0. El resto no siempre responde a lo que es el Madrid. Odriozola y Mendy están lejísimos de Carvajal y Marcelo. Asensio crece, y en El Alcoraz dio pruebas de ello, junto a un Vinicius de tirones.

Hasta esos tirones, no obstante, son valiosos en tiempo de penurias. El regreso de Hazard había desplazado al brasileño, al que el entrenador no ve con la madurez suficiente para la titularidad. No le falta razón, pero hay sinrazones de peso. Las aporta Vinicius porque las tiene en su cuerpo, que es el que decide. Es un futbolista en estado salvaje, que debe incorporar otras cosas en la toma de decisiones. En El Alcoraz destapó su tesoro, el desborde, para amenazar inicialmente al Huesca.

El problema es qué hacer con la pelota cuando lo había conseguido, hasta por dos veces en el área, incluso, para ceder cortito a Benzema. Cuando mejor decidió, tras un envío excepcional de Kroos, estaba en fuera de juego y la pelota salió ligeramente fuera del arco de Álvaro, que en todo el primer tiempo únicamente hubo de dar respuesta a un disparo bajo de Benzema.

El Madrid partió con el deseo de ser dominador, con posesión e intensidad, algo que no incomodaba en absoluto al Huesca, muy bien colocado. Es evidente que la llegada de Pacheta, un jornalero del fútbol, le ha dado sensatez y carácter, sin que ambos sean excluyentes de la ambición, como demostraron sus cambios. Quería ganar. Los jugadores del equipo oscense saben lo qué quieren hacer y cuándo han de hacerlo, y eso habla de un conjunto bien dirigido. Partió el Huesca con intensidad en los dos tiempos, en busca de la sorpresa que no pudo lograr en el inicio, pese a las llegadas de Rafa Mir, pero sí tras el descanso, cuando el Madrid creía ser ya dueño del partido.

En tres minutos, el Huesca llegó tres veces, con dos disparos al palo y un gol. El Madrid todavía no había salido del vestuario. Entre los disparos de Maffeo y Rafa Mir a la madera, el segundo muy violento, Galán cazó el gol. Las lecturas defensivas en las acciones fueron de pena, sin que tampoco el centro del campo frenara las transiciones. Galán, un hallazgo para este equipo, puso poco después un centro sacado de un joyero para que Rafa Mir forzara la mejor intervención de Courtois, aunque para entonces el Madrid había logrado ya equilibrar de nuevo el choque y llevarlo a un intercambio de golpes en el que suele salir ganador, y más frente a los modestos.

El empate empezó en Benzema, el resorte que era necesario activar para cambiar el partido. Paradójicamente, Vinicius fue a menos cuando más espacio había para correr. Zidane quiso que lo hiciera Marcelo, al que sacó del banquillo. El francés lanzó una falta a la madera y el rechace cayó del cielo en el coto privado de Álvaro, el área pequeña, pero el portero no se reincorporó a tiempo. Varane empujó a la red en el enjambre. No era la única vez que lo haría, casi sin querer.

Zidane dio entrada a Mariano y Marvin, pero al área, finalmente, llegó un habitual de siempre, Casemiro, para cabecear un balón parado de Kroos. El rechace de Álvaro, milagroso en una parada de pecho a Benzema minutos antes, volvió a encontrar la pierna izquierda arrastrada de Varane, tan desesperada en el gol como este existir sufriente del Madrid.

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