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Conflictos entre hermanos: los problemas de la infancia reaparecen en la adultez

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Los expertos afirman que muchas situaciones negativas en la vida son por cuestiones fraternas no resueltas. Esta dinámica puede resurgir en la pareja, los amigos y hasta en el trabajo.

Por Infobae

Nuestros hermanos son ramas de nuestro árbol genealógico con quienes compartimos la experiencia de vivir desde que nacemos. Son parte de quienes somos y esa historia de vida compartida hace que esta relación sea única y de un profundo valor.

Diversas investigaciones han demostrado que las relaciones sanas entre hermanos pueden beneficiar a futuro. Aquellos que las disfrutan muestran una mayor satisfacción con la vida y menores tasas de depresión.

También, en tiempos de problemas y enfermedad, los hermanos se brindan apoyo emocional, social y psicológico entre sí.

María Fernanda Rivas, psicóloga, psicoanalista, coordinadora del Depto. de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), autora de los libros “La familia y la ley” y “Familias a solas” describió a Infobae que “el vínculo fraterno es un conjunto de deseos hostiles y amorosos que experimentan los hermanos entre sí. Los hermanos son los personajes con los cuales se ensayan las primeras elecciones amorosas y amistosas, complicidades, juegos y también rivalidades y celos. Es un vínculo caracterizado por la ambivalencia: pueden amarse y odiarse alternativamente con mucha intensidad. Una forma de referirnos al grupo de hermanos es hablar de ‘fratría’”.

Por su parte, la doctora Graciela Moreschi médica, psiquiatra y escritora, expresó a Infobae que “el vínculo entre hermanos es la primera relación entre pares que conocemos, y va a ser muchas veces la base para futuras relaciones que tienen que ver con los amigos, inclusive con la pareja, es decir, todo lo que se desarrolla entre pares. Es una relación que está atravesada por los celos, la competencia, luchas de poder y también por solidaridad, complicidad y cuidado. Son todos los sentimientos que se desarrollan en ese vínculo”.

De acuerdo a la psicóloga Beatriz Berjón, psicóloga especializada en Terapia Focalizada en la Emoción en adultos y adolescentes de Instituto Psicológico Cláritas, de España, expresó: “La convivencia con nuestros hermanos y hermanas puede ser una fuente de amor, juego, protección, complicidad… Así como de envidia, comparación, frustración u otros sentimientos desagradables. Todo este rango de emociones se despliega en cualquier vínculo importante en nuestra infancia, no solo con nuestros hermanos, aunque este tenga especial importancia, ya que forman parte de nuestra familia”.

Rivas destacó que es importante estar disponibles a las ventajas de los lazos entre hermanos “ya que pueden influir en el futuro de manera positiva, porque representan la energía creativa de perspectivas novedosas y juveniles”.

Y añadió: “Es importante no confundir un grupo de hijos con un vínculo fraterno: se considera que este último se ha constituído cuando los hermanos, además de serlo por circunstancias familiares, se han elegido como tales”.

Existe un error frecuente que consiste en considerar que los hermanos están “hermanados” por el solo hecho de ser hijos, explicó Rivas. “Se los suele tomar como un “bloque” en relación a la pareja de padres. Encontramos a veces hijos ‘disfrazados’ de hermanos. El imaginario social suele imponer su mandato: ‘Los hermanos sean unidos’. Desde esa perspectiva, por ser una obligación, deja de ser una elección”, remarcó.

La influencia de los hermanos en las relaciones

La doctora Karen Gail Lewis, que ha sido terapeuta durante 50 años, escribió su libro “Terapia entre hermanos, los fantasmas que acechan en su amor y su trabajo”, donde ilustra cómo las heridas tempranas o las percepciones distorsionadas de nuestros primeros compañeros de juego a menudo se recrean en las relaciones adultas.

Lewis afirmó que muchos problemas en la edad adulta pueden atribuirse a problemas no resueltos con los hermanos, ya que esta relación temprana es “un laboratorio para todas las relaciones posteriores”.

Este es el momento, explicó en su página web, en el que los niños aprenden a iniciar, resolver y evitar peleas; competir, salvar las apariencias, negociar y cooperar. Cuando, como adultos, se encuentran en conflicto, a menudo vuelven a las habilidades o patrones que establecieron con sus hermanos en la infancia.

Para esta especialista, la relación fraterna en la infancia es también la preparación para la pareja: “Aquí es donde los hombres y las mujeres deben compartir su espacio vital, negociar sus deseos y diferencias”. Y añadió que la relación entre hermanos de la infancia “ayuda a moldear nuestra autoimagen y la imagen de cómo nos ven los demás”.

Moreschi afirmó: “Los padres tienen un papel fundamental porque van a ser los que van a dirimir estos conflictos entre ellos. Muchas veces en la relación cuando alguno de los padres está más aliado con uno de los hijos, o hay uno que está entrampado con la pareja parental, los celos, la rivalidad o la cuestión de poder es difícil de resolver”, indicó la psiquiatra.

En coincidencia, Rivas expresó que las vicisitudes de los vínculos entre hermanos pueden desplazarse a la relación con la pareja y los amigos. “La amistad también es uno de los derivados de este tipo de vínculos. Los vínculos transversales -entre pares, con amigos y hermanos– se juegan en la vida al mismo tiempo que los piramidales. En los primeros se construyen lazos de ‘heterarquía’, es decir, distintos a los de jerarquía, en los cuales en lugar de ‘mando’ se habla de ‘relación’. Esta es bidireccional y horizontal, ya que nadie sostiene el poder, sino que las decisiones se toman entre todos”.

De acuerdo a Berjón, “existen figuras relevantes en la vida de los niños y adolescentes que condicionan, sin darnos cuenta, los problemas que desarrollamos en la edad adulta. Por ejemplo, cómo nos ven nuestros padres y profesores, y las etiquetas que nos pusieron entonces directa o indirectamente (”la más responsable”, “el repetidor”, “la que no tiene remedio”, “el favorito”…)”.

Por supuesto, también juegan un papel importante las experiencias con nuestras amistades tempranas: “Si se comparaban siempre con nosotros, si éramos la excluida, el torpe, si nunca nos elegían en los equipos, si no vestíamos de cierta forma… Todas estas dinámicas generan autodefiniciones que impactan directamente en nuestra autoestima y dan lugar a mucha vergüenza, inseguridad y tristeza en el futuro”, destacó Berjón.

Por su parte, Rivas agregó que a veces el vínculo fraterno puede estar atravesado por la fantasía de “gemelidad”: “Se siente que el hermano puede ser una especie de “doble”. Se pueden llegar a borrar los límites de la identidad y generarse confusiones, como por ejemplo, considerar la existencia de un solo espacio y una sola posibilidad para dos: si uno se casa el otro queda soltero; si el uno es exitoso el otro fracasa; si uno es bello el otro es feo, etc. Estas problemáticas pueden alimentar resentimientos y remordimientos que llevan a la evitación extrema de toda competencia, es decir, el ‘hacerse a un lado’ en la lucha por la vida”.

Otra problemática es el orden del nacimiento de los hermanos, que puede incidir en las funciones que estos desarrollan dentro y fuera de la familia. Rivas explicó: “El hermano mayor suele ser el portador y garante de la tradición familiar, el conservador, el protector de los hermanos menores. En cambio, el menor suele ser el cuestionador y el creador, suele darse el permiso de explorar nuevos territorios. Suele también ser el más perceptivo y el que observa y guarda los secretos familiares. El hermano del medio a veces se ubica en el lugar de ‘mediador’, ‘conciliador’, o de aquel a quien a veces le cuesta darse un lugar o un rol definido. Estas problemáticas pueden comenzar en la infancia, dentro de la familia y arrastrarse hasta la vida adulta. Pueden reflejarse en la vida de pareja e incluso en las relaciones laborales con pares”, expresó la psicoanalista.

Berjón agregó que entre hermanos pueden existir diferencias en el carácter y en la forma de entender sus experiencias vitales, a pesar de haberse criado bajo el mismo techo. “Estas diferencias o similitudes pueden hacer que tengan una peor o mejor relación, pero más allá de estos factores, son las dinámicas familiares reguladas consciente o inconscientemente por los progenitores las que crean conflictos a largo plazo”.

Y la experta dio un ejemplo: “El hermano mayor de la familia puede llevarse mal con su hermana pequeña porque sus padres la elegían como favorita inconscientemente por “dar menos problemas” y encajar con las expectativas que ellos se habían formado sobre ella. Además, desde antes de que nacieran ambos siempre han querido tener una niña, no un niño, y esta llegó a la familia como un regalo muy esperado. Al sentirse tan querida y apreciada, la hermana menor incluso se toma la licencia de decir a su hermano lo que tiene que hacer con su vida, desde un rol totalmente parentalizado, ya que los padres tiran la toalla con él. El hermano, en el futuro, acaba sintiendo desprecio, rabia y frustración hacia su hermana, y poco valioso o querido en sus relaciones”.

¿De quién es la responsabilidad de que en el futuro este par de hermanos no se hayan llevado bien?, se cuestiona Berjón, y responde: “Las preferencias, comparaciones, coaliciones y secretos en familia hacen mucho daño a las partes que no tienen recursos suficientes para ser conscientes de estas dinámicas, que suelen ser los niños y adolescentes. Lo que marca la diferencia a la hora de relacionarnos con otras personas es la calidad del vínculo que establecimos con nuestros cuidadores principales en edades tempranas. En este vínculo debemos poder encontrar respeto, afecto y límites por partes iguales hacia todos los hijos”, destacó.

Causas de conflicto entre hermanos

Para Moreschi, los motivos de pelea entre hermanos en la edad adulta son los problemas de celos, de envidia, “emociones normales en la vida”, destacó. “Son siempre luchas, celos, competencia, rivalidad y la sensación de quedar excluido. Surgen cuando hay alianzas entre algunos de los hermanos o de un hijo con los padres y el otro queda en exclusión. Hay personas que se sienten más perseguidas, tienen problemas con la rivalidad, se someten o, por el contrario, son los que siempre tratan de manejar las cosas. Y esto tiene que ver con esa estructura que uno aprendió de chico”, reflexionó la psiquiatra.

Según Berjón, “Las causas de conflicto entre hermanos dependen de la edad. En la infancia suelen tener peleas sanas y propias del momento evolutivo por la atención de los padres. Por ejemplo, pueden llegar a sentir celos o envidia por la cantidad de regalos que tiene cada uno o en los cumpleaños o cuando uno de ellos no es el centro de atención”.

A medida que crecen pueden existir conflictos por comparaciones o celos un poco más elaborados, dijo Berjón: “Por ejemplo, quién tiene más libertad para salir, a quién le dejan más tiempo, con quién son más flexibles en las normas, quién hace más tareas en casa, a quién exigen menos, etc.”.

Finalmente, en edades más adultas, explicó la experta española, “estas diferencias suelen aparecer por roles familiares perpetuados (’el que se encarga de todo’ o ‘la que nunca se preocupa’); asuntos no resueltos del pasado; por factores externos, como pueden ser problemas de dinero (reparto de herencias, bienes comunes..); por el cuidado de los padres, o simplemente, diferencias de carácter que nos dificultan empatizar con nuestros hermanos”.

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