Barcelona. – Puede que estemos en presencia del comienzo del final de una era en Barcelona. Pero nadie dice que ese desenlace, que puede tener a Lionel Messi eyectado, deba ser triste.
En lo que es el comienzo de una semana clave de partidos, los culés sacaron la cabeza de los allanamientos y las elecciones del próximo domingo, vencieron 3-0 al Sevilla (0-2 en la ida) y jugarán la final de la Copa del Rey.
¿Será ante el Athletic Bilbao o el Levante? Una inyección anímica para lo que se viene: la revancha de octavos de Champions League ante el PSG.
Es el premio a un equipo que entró al Camp Nou decidido a cumplir el objetivo y castigo a un rival que jugó a aguantar la ventaja y no le salió.
Porque Ronald Koeman volvió a plantar el 3-5-2 que le dio resultados cuatro días antes y contra el mismo rival por La Liga. Y que Ousmane Dembélé marcara el 1-0 antes de los 15′ (derechazo al ángulo desde el borde del área) no sorprendió a nadie porque los locales, con la necesidad imperiosa de empezar a remontar ya se habían aproximado cuatro veces al arco de Vaclik, reemplazante del Bono (lesionado el martes, en la última práctica previa al partido).
Esta táctica, con Dest y Jordi Alba como carrileros, y un dominio se posesión en territorio rival, le dio más profundidad al ataque local y más socios a un Messi que, con una genialidad, tuvo el 2-0 pero Marcos Acuña se lo sacó en la línea con una pirueta.
La segunda mitad arrancó más equilibrada. Con Barcelona y la necesidad de empardar la serie y un Sevilla, parado unos metros más adelante, esperando agazapado, pero sin la pelota. Por eso, Julen Lopetegui puso a Rakitic y sacó a un delantero (De Jong) para ver si podía (sos)tenerla más y salir de su propio campo.
Y siguió el juego de ajedrez desde los bancos: al mismo tiempo Lucas Ocampos entró en el visitante -el argentino regresó tras un mes parado-, Koeman sacó a Dest y puso a Griezmann, rotación a un 4-3-3 y a tener una alternativa más con llegada al área. Y pudo estar el 2-0, con una pirueta de Jordi Alba, diga de Karate Kid, que reventó el travesaño.
Hasta que llegando a los 25, en una escapada aislada para un equipo que regaló terreno y pelota todo el partido, Ocampos chocó a Mingueza y Sánchez Martínez compró penal. El propio argentino, infalible desde los 12 pasos, agarró la pelota, pero Ter Stegen le adivinó la intención y le dio vida al Barza.
Y llegó el milagro. A un minuto de que se cumplieran los 5′ de descuento, y con el Sevilla con 10 por la expulsión de Fernando a los 92′, Griezmann metió el freno, enganchó hacia su zurda y sacó un centro al corazón del área. Piqué elevó sus 194 centímetros entre cinco camisetas blancas y, de cabeza, puso el 2-0 que llevó la serie al alargue.
Y sin tiempo que perder, Barcelona metió el gol de la clasificación: centro de Jordi Alba y Braithwaite, que había ingresado a los 88′, clavó el 3-0.