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Estados Unidos 2024: campaña presidencial, medios de comunicación y los latinos

Por: Ricardo Israel | Infobae

En abril cumplo cinco años desde que llegara como residente permanente. Había vivido antes como profesor visitante en varias universidades y lugares, pero es distinto residir por meses o un año por razones académicas a hacerlo con la perspectiva de quedarse.

Mis razones para instalarme aquí fueron estrictamente familiares. No conocía a nadie vinculado a mi actividad pasada y mi perspectiva era la de un jubilado deseoso de escribir un libro, pero la verdad es que me ha tratado bien el sur de Florida, y con generosidad se me han abierto puertas que me mantienen más activo de lo que probablemente a mi edad estaría en mi Chile natal, y haciendo cosas similares a las que hice en mi vida profesional, en temas intelectuales y medios de comunicación, escribiendo y opinando con regularidad y frecuencia.

Me ha tratado bien, a pesar de haber contraído en forma muy agresiva el coronavirus en sus inicios. Sobreviví y estoy agradecido, porque en Florida la vida fue todo lo normal que se pudo esperar en condiciones de pandemia.

En relación con estadías anteriores, muchas cosas me han sorprendido o llamado la atención del Estados Unidos actual, tales como la guerra cultural que se vive caracterizada por la división, polarización y judicialización de su política, una especie de latino americanización, con algo de lo peor y no de lo mejor de la región, un claro retroceso democrático. Algunos son de antigua data, tales como la persistencia del tema racial o la falta de interés en lo que ocurre en el mundo exterior a no ser que los afecte directamente. Por último, existen aquellas situaciones para las cuales nada me había preparado, como el antisemitismo desatado, sobre todo, a nivel universitario, y los medios de comunicación que tanto admiraba que han perdido algunas características de ilustración e independencia, para transformarse por ambos lados en prensa activista y sesgada, no muy distinta a lo que se encuentra en redes sociales, deterioro que se hace visible en el hecho que hay que ver más de un canal de televisión no para contrastar opiniones, sino solo para enterarse de hechos que el otro canal simplemente omite. Lo mismo se encuentra en diarios que alguna vez fueron el estándar mundial de excelencia.

Esto también se nota en la cobertura de la campaña presidencial que está en curso. En particular, se me hace muy visible en la información y análisis que acompaña a la cobertura del voto latino.

He buscado lo que necesito en la prensa tradicional escrita, incluso la de importancia internacional como también la información y debate en canales de televisión abierta y cable, y he terminado con la sensación de no encontrar la información que ando buscando, ni en calidad ni en cantidad. Salvo generalidades tampoco la encuentro en aquellas radios AM y FM, sobre todo la primera banda, a donde ha emigrado buena parte de la audiencia y los comunicadores que hablan de política, tanto que hasta George Soros está comprando cadenas radiales para difundir ideas y candidatos que apoya.

Hablo por cierto de medios en inglés, porque aquellos en castellano tienen otros objetivos, más comunitarios que de influencia sobre las autoridades.

Pienso que, en comparación con el pasado, el nivel periodístico descrito deteriora el aporte que una prensa libre hace a quienes toman decisiones, además que se ha perdido la admiración que despertaban aquellos medios, que eran la envidia del mundo entero. En relación con los latinos que me interesan, la situación actual de los medios tradicionales muestra lo mucho que han avanzado, pero también lo mucho que les falta por avanzar.

No encuentro en los medios de comunicación, la muy importante característica que resulta clave para efectos electorales en condición de colegio electoral, que es la diversidad de la comunidad latina, utilizándose categorías raciales más propias de la comunidad afroamericana, lo que complica más que ayuda a entender su comportamiento en las urnas.

Diversidad que se nota en todos y cada uno de los temas sobre los cuales va a girar esta elección presidencial, incluyendo la inmigración ilegal, es decir, siempre se va a encontrar más de una posición entre los latinos, por lo que no habrá unanimidad en la inmensa mayoría, toda vez que la comunidad se define más bien en términos sociales de clase que de raza, y si se busca una mayor precisión, lo que prima es el individualismo.

El 2020 el candidato Joe Biden dijo que le llamaba la atención la diversidad entre los latinos, pero, a mi juicio, este hecho no ha sido asumido ni incorporado por los grandes medios, que cuando hablan del comportamiento electoral de la comunidad latina, lo hacen más bien en forma ocasional que sistemática, como si todavía no se hubiera internalizado además el hecho estadístico que ya han desplazado a los afroamericanos como la primera minoría de un país como EE. UU., donde las definiciones raciales y étnicas son determinantes, de partida, para efectos estadísticos.

Es así como en los formularios, muchos terminamos incorporados con una mezcla de identidades que en mi caso suman ser latino (o hispano), judío y blanco. No sería del todo importante que se esté errando en los medios, si no fuera que, de continuar así, puede existir una equivocación generalizada con el voto latino, con estimaciones incorrectas, precisamente por su diversidad.

Esta equivocación puede ser determinante si la votación de los latinos termina siendo decisiva, en un contexto donde hay además un escenario electoral que todavía es muy líquido, por las presiones judiciales sobre el expresidente Donald Trump y, sobre todo, por las dificultades crecientes que encuentra la reelección del presidente Biden.

Lo que está ocurriendo en los medios tradicionales con la votación latina es doblemente llamativo, ya que el error mencionado podría ser relevante, si se da una situación similar a la de la última elección de 2020, donde pocos votos marcaron la diferencia entre triunfo y derrota en más de un estado.

Insumos para estas preocupaciones es precisamente lo que no encuentro en la cobertura actual de los grandes consorcios periodísticos. En otras palabras, no lo encuentro, aun en medios como The New York Times, The Washington Post, la CNN, la BBC o FOX y cuando aparecen, lo hacen más bien en forma ocasional, por lo que unido a otras razones que se han sumado, han ido más bien perdiendo protagonismo en mi menú de lectura diaria.

Es decir, mi desilusión con los medios tradicionales en inglés tiene que ver con la dificultad para encontrar buenas explicaciones sobre el rol que pueden jugar los latinos en esta presidencial más allá de los estereotipos, mientras que tal como lo hemos dicho, los medios en castellano, salvo excepciones, no cumplen el mismo rol informativo, y si lo hacen, es más bien a través de programas y periodistas con nombre y apellido.

Coincide con muchos hablando de los hispanos o latinos, ya que por razones difíciles de explicar se incluye también a los españoles, que de acuerdo con categorías que solo existen en Estados Unidos, para Hollywood hasta una superestrella como Antonio Banderas puede ser considerado como “minoría” para las particulares categorías que se manejan.

Muchos hablan de ellos, pero su minuto todavía no ha llegado para la primera división de la consideración pública, toda vez que para ello se necesita presencia en esa gran prensa, ya que juega un rol de paso necesario. Es así que, para efectos de su visibilidad, casi no aparecen latinos (salvo en idioma castellano) en las tandas de publicidad como tampoco los debates en la TV cuentan con esa presencia, ni siquiera cuando se discute su situación o participación electoral, para lo cual en muchas ocasiones tampoco son invitados políticos de este origen a la programación en inglés.

En otras palabras, para los efectos de esta columna, el mundo latino sigue siendo demasiado invisible para el mundo anglo, incluyendo esa fábrica de imágenes que es Hollywood para EE. UU. y el mundo. También, aunque ha crecido, aunque aumenten sus números, sigue siendo insuficiente la presencia latina en el mundo del gobierno, sea el federal o el Congreso.

Mas aún, para los medios de comunicación ha pasado demasiado desapercibido lo que ha ocurrido recientemente en la Casa Blanca, donde ante un nuevo fracaso con Venezuela y un nuevo desconocimiento de los acuerdos firmados por esa dictadura, se vio obligado a presentar su renuncia Juan González, el principal asesor del presidente Biden para América Latina.

Esta persona fue en muchos temas de importancia el único que parecía tomar decisiones, ante la virtual desaparición de la diplomacia profesional del Departamento de Estado, por lo que en el mismo caso de Venezuela, en vez de exigir el cumplimiento de lo acordado, se ha buscado la intermediación de dos lideres para que intercedan ante Nicolás Maduro: Gustavo Petro (en el caso de González) y Lula da Silva (en el caso del propio Antony Blinken). No solo dos mandatarios muy alejados de simpatizar con EE. UU., sino también debe ser difícil para un Secretario de Estado encontrar tiempo para algo relativamente menor, cuando la potencia enfrenta difíciles escenarios con sus socios, Israel en Gaza y Ucrania en un mal momento de la guerra con Rusia.

A diferencia de la guerra fría, en EE. UU. ni siquiera pareciera representar una grave preocupación el regreso geopolítico de Rusia a la región, y aún más importante, que China los haya reemplazado como el principal socio comercial de un creciente número de países.

¿Culpa de Estados Unidos? No lo creo, y solo parcialmente. También es culpa de nosotros, los latinoamericanos, además que las situaciones descritas son ejemplo adicional de dos hechos, que geopolíticamente América Latina es un actor crecientemente poco relevante, y que las dictaduras actúan con total sensación de irrespeto hacia Estados Unidos, ya que no cumplir compromisos no acarrea ningún costo ni tiene consecuencias.

¿Qué puede cambiar esta situación? No lo tengo claro en el caso de muchos gobiernos latinoamericanos que no parecen particularmente interesados en tener relaciones más estrechas con la potencia, y en el caso de los latinos que son inmigrantes, a ellos les corresponde aprovechar lo mejor que tiene la democracia estadounidense cual lo es la inclusión, y para avanzar, independientemente de los números, la comunidad latina debe proponer ideas y soluciones que no sean marginales, sino importantes para el país en su conjunto, incluyendo la elite.

Al respecto no hay necesidad de inventar nada, sino imitar lo que hicieran los afroamericanos en los 60 del siglo pasado con los derechos civiles, desde entonces un emblema de Estados Unidos, hasta el día de hoy. Al respecto, un tema muy principal en el cual Estados Unidos lleva décadas estancado es el tema de la inmigración.

En el tema de la inmigración, la diversidad latina puede ayudar a tener una política bipartidista, ya que a su interior están representadas las distintas posiciones que enfrentan a demócratas y republicanos, que ha impedido tener una propuesta conjunta en el Congreso. Además, a los latinos le puede cambiar la suerte, el día que se perciba que sus números transformados en votos pueden marcar la diferencia entre triunfo y derrota para los candidatos, en más de algún estado.

Para las naciones de donde proceden ellos o sus padres, es decir, a los países latinoamericanos les corresponderá imitar lo que hacen diversos países, no solo Israel sino también Grecia, Irlanda y varios otros, en cuanto a participar activa y abiertamente en el proceso decisional en temas que les afectan, que es de lo mejor que tiene la democracia estadounidense. Sería la oportunidad para que se les escuche en una variedad de temas que les interesan y que no son precisamente drogas o inmigración ilegal, pero que podrían agregarse a estos dos, los únicos que parecen importar este año en Washington.

Hoy, la diversidad de los inmigrantes latinos que se han hecho ciudadanos sigue sin ser entendida del todo por los demócratas, que están perdiendo parcialmente su apoyo, como tampoco por los republicanos que han avanzado en atraer votantes, pero su comprensión todavía es insuficiente. Para que haya un cambio más profundo en respeto, se requiere que la comunidad marque presencia en algún problema como la inmigración o similar, para contribuir a la solución y no solo para quejarse.

Ese aporte real proporcionará la centralidad que hoy no tiene, para acabar o al menos reducir la invisibilidad actual, a pesar de ser la primera minoría.

Los medios de comunicación tradicionales no están ayudando con su cobertura actual de este proceso electoral, pero si los latinos no se ayudan para adquirir protagonismo, nadie lo hará por ellos, y no es un tema de mala voluntad, sino de comprensión de lo que realmente son y representan como fuerza inmigrante, partiendo por su diversidad.

Las opiniones expresadas de los “columnistas” en los artículos de opinión, son de responsabilidad exclusiva de sus autores y no necesariamente reflejan la línea editorial de Diario El Mundo.

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