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Europa renunció a eliminar la viruela del mono: “Será una enfermedad de transmisión sexual más”

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Las actas de una reunión de los responsables de salud pública de los países con el ECDC revelan cómo se descartó erradicar el virus por ser demasiado costoso y contraproducente por la necesidad de adoptar medidas de control obligatorias.

Por El País

A principios de este año, buena parte de la alerta mundial generada en 2022 por la viruela del mono se había disipado. El virus seguía bajo la atenta vigilancia de los servicios de salud pública y la Organización Mundial de la Salud (OMS) aún lo consideraba una emergencia sanitaria de importancia internacional —no dejó de hacerlo hasta mayo—, pero tras 85.000 casos y 89 fallecimientos en todo el mundo había tres razones que invitaban al optimismo. La primera era que los nuevos contagios llevaban meses bajando, desde los mil diarios alcanzados en agosto a apenas unas decenas. La segunda era su baja mortalidad, lejos de las primeras previsiones que apuntaban al 10% de los infectados. Y, por último, la certeza de que el virus se transmitía de forma poco eficiente fuera de las conductas de riesgo asociadas a las relaciones sexuales en grupo, lo que descartaba un aumento de casos entre otros grupos de población.

Febrero era, por tanto, un momento importante para la toma de decisiones frente al primer brote mundial de la enfermedad, rebautizada como mpox. La Organización Mundial de la Salud (OMS) defendía la necesidad de una estrategia global para el control y la eliminación de la dolencia, pero los países europeos habían asumido justo lo contrario: que el virus había llegado para quedarse y que intentar su eliminación no solo iba a ser muy difícil, sino que resultaba demasiado costoso e incluso contraproducente por la necesidad de aplicar estrictas medidas de salud pública, algo que podía toparse con cierta contestación social, como ya se observó en algunos momentos de la lucha contra el coronavirus.

Así lo revelan las actas de la reunión del Consejo Técnico Asesor del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC), celebrada en la sede del organismo en Estocolmo (Suecia) el 21 y 22 de febrero de este año. “Es importante prepararse para el trabajo a largo plazo. Los factores subyacentes del brote no han desaparecido y es previsible que haya más brotes cuando nuevos grupos de jóvenes no vacunados [empiecen a ser] sexualmente activos. Por esta razón, es posible que la eliminación completa tampoco sea factible. Pero con vacunas, pruebas diagnósticas y asesoramiento a la población de alto riesgo será posible mantener el brote bajo control y que la viruela del mono pase a ser una enfermedad de transmisión sexual más”, expuso en el encuentro el representante de Dinamarca.

El Consejo Asesor del ECDC, formado por responsables del organismo y los guardianes de la salud pública de los países, marca las líneas maestras de la agencia de salud pública europea. El representante español suele ser el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, aunque en esta ocasión no acudió al encuentro.

“El argumento del [balance] coste-beneficio para la eliminación no parece convincente”, resumió el jefe científico del ECDC, Mike Catchpole. Bajo esta frase subyace la disyuntiva que tenían por delante los presentes: seguir haciendo las cosas como hasta entonces o imponer medidas —con más o menos fuerza, con la obligatoriedad como último recurso— de vigilancia para identificar a los casos sospechosos, hacer pruebas diagnósticas, cumplir los aislamientos y vacunar a la población de riesgo. Unas medidas que deberían cumplirse hasta la erradicación del virus de Europa y repetir cada vez que se produjera un brote originado por un caso importado, algo bastante probable si se tiene en cuenta que el patógeno sigue circulando en otros continentes como América y África.

Estas medidas, afirma la representante de Eslovenia, parecen difíciles de hacer cumplir “mientras la viruela del mono siga siendo percibida como una enfermedad con poca gravedad, lo que hace muy compleja la eliminación”.

Ni siquiera las vacunas, muy demandadas en las primeras fases de la epidemia, parecen tener por entonces mucha salida. La representante de Francia se pregunta en voz alta “si todavía hay interés por ellas, porque HERA [el brazo ejecutor de la Unión Europea ante emergencias sanitarias] acaba de entregar el segundo lote, pero hay poca demanda, a diferencia del pasado mes de julio, cuando hubo escasez”. Francia tampoco se muestra partidaria de adoptar una estrategia de eliminación, pero plantea al resto de los presentes si en esta situación ven factible “mantener una estrategia a largo plazo [para mantener la incidencia bajo control] mediante la realización de pruebas diagnósticas y la vacunación”.

El representante de Países Bajos aporta los resultados, que desincentivan la adopción de medidas más drásticas, de los modelos desarrollados en el país sobre la evolución de la enfermedad: “Han demostrado que si el 0,7% de la población más activa se infecta, se alcanza un umbral de inmunidad [también llamada inmunidad en red] que, en la práctica, es lo que ha provocado que el brote haya disminuido desde el pasado verano. El grupo de mayor riesgo ya ha tenido la infección”, recalca.

Este hecho, añade, no permite sin embargo descartar futuros riesgos: “El brote ha puesto de relieve el hecho de que este tipo de enfermedad puede tener un alcance global si se introduce en un grupo de población determinado y es importante comunicar este hecho. El problema es que incluso en los Países Bajos, donde hay poco estigma [en torno al grupo de hombres que mantienen relaciones con múltiples parejas del mismo sexo], este grupo es en ocasiones difícil de alcanzar”.

La parte de la reunión dedicada al mpox la cierra Vicky Lefevre, jefa de la Unidad de Salud Pública del ECDC. Expone que la línea de actuación del organismo seguirá centrada en fórmulas “para alcanzar y proteger a este grupo [hombres que mantienen relaciones con múltiples parejas], en monitorear de forma continuada la situación y seguir haciendo pruebas diagnósticas y ofrecer la vacuna a los grupos de alto riesgo”. Como conclusión, se muestra satisfecha de saber “que todos [los presentes] parecen estar en acuerdo en la cuestión de [no apostar por la estrategia de] la eliminación”.

La posición final del ECDC quedó fijada en un documento, publicado dos meses más tarde, en el que se detallan las recomendaciones para seguir haciendo frente al brote de mpox, que no introduce grandes cambios a la estrategia desarrollada desde el verano de 2022. Significativamente, la palabra “eliminación” no es mencionada en ninguna de las 28 páginas del texto.

Un portavoz del Ministerio de Sanidad explica que Fernando Simón no pudo acudir al encuentro por “otros compromisos de agenda”, pero precisa que “todos los miembros del Consejo Asesor son informados de los temas tratados y tienen la oportunidad de aportar su criterio ya sea con anterioridad o posterioridad”.

“Las reuniones del Consejo Asesor son reuniones de carácter técnico-científico en las que se abordan todos los puntos de vista con el objetivo de construir, entre todos los miembros, la mejor evidencia disponible para la toma de decisiones. En este sentido, el Consejo hubiera fallado en sus funciones y en su misión si no se hubieran planteado y discutido las dificultades que entraña cualquier iniciativa de eliminación de una enfermedad y la conveniencia o no de desarrollarla”, defiende Sanidad.

Carlos Maluquer de Motes, profesor de virología molecular de la Universidad de Surrey (Reino Unido) y experto en los virus de la viruela, expone: “Como virólogo, y teniendo en cuenta que este es un virus cercano al de la viruela [tradicional, ya erradicada], pienso que siempre tiene menos riesgo apostar por una estrategia de eliminación que de contención, que a la larga da tiempo al patógeno para seguir adaptándose al ser humano y alcanzar a otros grupos de población”.

Este experto, sin embargo, admite que hay otros factores relevantes que los expertos en salud pública tienen en cuenta en su toma de decisiones. “La estrategia que erradicó la viruela hace casi medio siglo incluía la vacunación obligatoria, algo que hoy no está en la línea en los criterios vigentes, basados en la voluntariedad y que se enfrentan a retos como los movimientos antivacunas. Esto obliga a adaptar la respuesta de forma que tenga en cuenta la inmunidad natural de quienes ya han pasado la enfermedad, algo que en este caso se ve favorecido por la baja mortalidad del mpox. En todo caso, dejar que el virus siga circulando requiere una estrecha vigilancia y contemplar medidas para, en caso necesario, ir adaptando la respuesta”, expone.

La incidencia del mpox ha vivido en los últimos meses un ligero repunte, algo que ya temían la OMS y los responsables de salud pública ante la proliferación de festivales veraniegos en los que son habituales las prácticas de riesgo. Según el último informe de la OMS, publicado el pasado 20 de octubre con datos de fines de septiembre, los casos diagnosticados en el mundo superaban los 91.000 y las muertes ascendían a 157, la mayoría de ellas en el continente americano. En Europa, los casos diagnosticados en septiembre fueron 229, siete veces más que en agosto, aunque aún muy lejos de las cifras de 2022 de varios cientos al día. España, con 7.611 casos (tres muertes), es el tercer país del mundo y el primero de Europa con más diagnósticos detrás de Estados Unidos y Brasil.

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