En un extremo, Estados Unidos, abanderado del aislamiento internacional al Gobierno de Vladímir Putin, y en el otro Cuba, Venezuela y Nicaragua, aliados de Rusia, un socio fundamental que les ayuda a sortear las sanciones que también enfrentan de Occidente. Foto de archivo. EFE/Esteban Biba
La invasión rusa a Ucrania ha desatado un terremoto global cuyas ondas expansivas también remecen a América, sin una visión unificada desde el punto de vista político y golpeada por los efectos económicos de la guerra.
Lejos de una posición común, el continente americano está dividido y así llegan a la cita de la IX Cumbre de las Américas que se celebrará la semana próxima en Los Ángeles.
En un extremo, Estados Unidos, abanderado del aislamiento internacional al Gobierno de Vladímir Putin, y en el otro Cuba, Venezuela y Nicaragua, aliados de Rusia, un socio fundamental que les ayuda a sortear las sanciones que también enfrentan de Occidente.
En medio, toda una amalgama de grises donde se mueven las tres grandes economías latinoamericanas: Brasil, México y Argentina.
SIN POSICIÓN COMÚN
La mayoría de los gobiernos de la región condena el conflicto que se prolonga desde el 24 de febrero y ha provocado cientos de muertes de civiles, aunque en grados diferentes y con algún “pero”.
Colombia -único “socio global” de la OTAN en Latinoamérica-, Chile y Guatemala fueron los más enérgicos en rechazar la invasión.
Más distancia tomaron Brasil, Argentina y México, los únicos miembros latinoamericanos del G-20 y, los dos últimos, miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU en el actual período.
Los presidentes de Brasil y Argentina, el ultraderechista Jair Bolsonaro y el peronista Alberto Fernández, viajaron en febrero a Moscú ajenos a las advertencias de EE.UU. de que la guerra estaba a punto de estallar, como ocurrió días después.
Tras reunirse con Putin, Fernández ofreció Argentina, asfixiado económicamente, como puerta de entrada para las inversiones rusas en Latinoamérica y Bolsonaro declaró la “neutralidad” de Brasil para garantizarse los fertilizantes rusos de los que depende la potente agroindustria brasileña.
“Mi partido es Brasil, tenemos negocios con Rusia”, afirmó Bolsonaro, quien desautorizó a su vicepresidente, Hamilton Mourao, tras pedir éste apoyo militar a Ucrania.
En medio de ese juego de cintura, ni Brasil, ni Argentina, así como tampoco Bolivia o Uruguay, apoyaron una declaración de la Organización de Estados Americanos (OEA) del 25 de febrero, que condenó “enérgicamente la invasión ilegal e injustificada” de Rusia.
El gobernante mexicano, Andrés Manuel López Obrador, también se apuntó al bando de los “neutrales” y dijo tenerle “mucho respeto” a Putin.
“Es un momento muy difícil para una alianza entre EE.UU. y Latinoamérica”, pues existen diferencias históricas y económicas insalvables, explicó a Efe Aldo Rebelo, quien fue ministro de Defensa en el Gobierno brasileño de Dilma Rousseff (2011-2016).
Sin embargo, cree que EE.UU. “está más preocupado con la posición de América Latina en relación a China”, que viene incrementando su influencia en la región a través de cuantiosas inversiones.
GOLPE ECONÓMICO
Aunque no estaba significativamente expuesta a Rusia y Ucrania en términos de inversión y comercio, el conflicto y sus derivaciones económicas globales han impactado en Latinoamérica, reduciendo su perspectiva de crecimiento y exacerbando las presiones inflacionarias que ya sufría desde la irrupción de la pandemia de covid-19.
Debido al impacto de la guerra, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) rebajó recientemente sus proyecciones de crecimiento para 2022 en la región del 2,1 % estimado en enero a un 1,8 %, muy por debajo de la recuperación del 6,2 % lograda en 2021.
Los principales socios comerciales de la región -Estados Unidos, China y la Unión Europea- también verán mermar su ritmo de expansión, con un previsible recorte de la demanda a América Latina y el Caribe.
MÁS INFLACIÓN
El débil desempeño económico regional viene de la mano de mayor inflación, debido a los altos precios internacionales de la energía y de los alimentos, los mayores costes del transporte y las alteraciones en las cadenas globales de suministro.
Según las proyecciones más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI), los precios al consumidor crecerán este año en Latinoamérica el 11,2 %, desde el 9,8 % de 2021.
“El principal impacto es el aumento de los precios de las materias primas. El efecto neto del shock de precios depende del país. Pero en todos los precios más altos de los alimentos y la energía están contribuyendo a la inflación y afectando negativamente el poder adquisitivo de los hogares”, dijo a Efe Michael Heydt, vicepresidente senior de Calificaciones Soberanas Globales de la agencia de calificación DBRS Morningstar.
Sin embargo, para los exportadores netos de materias primas, como Colombia y Brasil, los efectos negativos de la inflación se compensarían con mayores ingresos por exportaciones como consecuencia de precios más altos, observó Heydt.
En otros países, como Argentina, habrá mayores ingresos por exportaciones de granos y derivados, pero costes adicionales abultados para importar energéticos.
Para intentar frenar la inflación, la mayoría de los países de la región ha subido las tasas de interés de manera significativa.
“Los bancos centrales de la región y del mundo están respondiendo al aumento de la inflación elevando las tasas de interés, por lo que las condiciones de financiación más estrictas también actuarán como un obstáculo para el crecimiento”, advirtió Heydt. EFE